lunes, diciembre 18, 2006

Iniciaciones, Israel Centeno

Periférica, Cáceres, 2006. 92 pp. 11,00 €

Guillermo Busutil

El poeta, editor y narrador venezolano Israel Centeno se confiesa hijo del boom. Una declaración de principios que resulta lógica por ser del país de Rómulo Gallegos y de Salvador Garmendia, dos excelentes maestros de la literatura hispanoamericana, por pertenecer a una generación que comienza a escribir en los años setenta bajo el domino literario y mediático de Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar, etcétera, y porque en la poética de la narrativa de Israel Centeno subyacen las voces de aquellos autores del boom que, a través de su literatura, reflejaron el conflicto cosmopolitismo/americanismo y el problema de cómo enfrentarse con la realidad latinoamericana. Dos argumentos inherentes en la obra de Mallea y de Carpentier, entre otros, que también están presentes en Iniciaciones, la novela corta publicada por Periférica con la que Israel Centeno desembarca en el mercado español.
Una novela corta a cuatro voces (las de Andrés, Amelia, León y Bárbara) encargadas de presentarle al lector los extraños y turbulentos lazos de una familia estigmatizada por el sexo, la violencia, el deseo de escapar de una realidad tribal y machista y por la derrota de los sueños. Elementos que explican la infidelidad de Amelia con el hermano de suy marido, la relación de rechazo entre Andrés y su hermanastra Bárbara, el odio inicial de Andrés hacia el padre “oficial” en el que terminará convirtiéndose, y la equidistancia emocional que separa a León de su primo Andrés. Cada uno de ellos dibujado literariamente como prisioneros de un asfixiante acuario familiar, en el que impera el secreto, la dominación sexual (ejemplarmente resuelta en las relaciones del padre y de Andrés con la mucama María Margarita), las pulsiones promiscuas de ese período adolescente en el que se difuminan los límites del deseo, y la prohibición del incesto, y también la desorientación propia que afecta a los tres protagonistas jóvenes de la historia. Un tapiz de personajes aristados y de emociones turbulentas y contradictorias que determinan el juego de alianzas y de rechazos que existe entre los miembros de la familia, y que sirven para convertir la adolescencia en el movedizo magma de un territorio interior, en el que los tres jóvenes representan, como ya hizo el argentino Roberto Arlt en El juguete rabioso, esa desesperación que produce el sentirse desorientando.
Al mismo tiempo, Centeno juega con el binomio de las voces femeninas y masculinas para indagar en el fenómeno latinoamericano de las migraciones, de la querencia hacia el cosmopolitismo europeo y la vuelta de la urbe a la provincia. Todo ello reflejado en el hecho de que son las mujeres de la historia quiénes buscan la huida y la salvación viajando a Europa para imbuirse de una cultura definida por la bohemia de la libertad y por las vanguardias artísticas. En cambio, los hombres simbolizan en Iniciaciones la violencia y lo tribal de una cultura más totémica y basada en la tiranía de la sangre y en la resolución de la derrota aceptada. Y precisamente es esa mezcla de conflictos y promiscuidad afectiva, cuya esencia es el doble filo de la pasión, la que determina que cada personaje contemple la realidad/su realidad como si fuese un extraño (al igual que hizo Borges a lo largo de su obra) y que finalmente se produzca esa necesaria e inevitable metamorfosis con la que los adolescentes se transforman en seres adultos.
Por tanto, la exquisita nouvelle de Israel Centeno es un curioso puzzle, tanto en su estructura narrativa como en la presentación caleidoscópica de la trama, que explica ese curioso y arrebatado mundo interior de la adolescencia, a la vez que apunta una amarga crónica social sobre la propia confusión ideológica y emocional entre lo criollo y Europa y también de la propia Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX.

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