Pedro A. Ramos García
Al igual que un menú degustación ofrece al comensal la posibilidad de degustar varios platos distintos sin necesidad de atiborrarse, y sin que el bolsillo quede definitivamente dañado, la colección mini letras de la editorial H Kliczkowski permite al lector hacerse una idea aproximada de la obra literaria del escritor que hayamos elegido. Los autores que podemos encontrar en esta colección, cuyo objetivo es la popularización de la literatura, son tan distintos como Espido Freire, Luis Mateo Díez, Augusto Monterroso o Patricia Highsmith.
Todos los títulos rondan las sesenta y tres páginas e incluyen, a modo de prólogo, un breve perfil del escritor, seguido de un texto introductorio en el que se informa al lector sobre los cuentos que vienen a continuación. Así se nos avisa de que “Leyendo (...) nos reiremos a carcajadas. Los permanentes fallos en la coreografía amorosa que comete la protagonista son los símbolos a los que recurre esta vivaz escritora para describirnos la ansiedad que produce el deseo de seducir.” Aunque tengo que decir que, al tener este texto una maquetación y aspecto similar al resto, creí que la narración ya había comenzado cuando todavía me encontraba en los preámbulos. Sin embargo, dado el amplio número de autores presentes en el catalogo y el precio (2 euros cada título), esta colección es una magnifica oportunidad para acercarnos a aquellos autores de los que hemos oído hablar, pero todavía no leímos.
Todos los títulos rondan las sesenta y tres páginas e incluyen, a modo de prólogo, un breve perfil del escritor, seguido de un texto introductorio en el que se informa al lector sobre los cuentos que vienen a continuación. Así se nos avisa de que “Leyendo (...) nos reiremos a carcajadas. Los permanentes fallos en la coreografía amorosa que comete la protagonista son los símbolos a los que recurre esta vivaz escritora para describirnos la ansiedad que produce el deseo de seducir.” Aunque tengo que decir que, al tener este texto una maquetación y aspecto similar al resto, creí que la narración ya había comenzado cuando todavía me encontraba en los preámbulos. Sin embargo, dado el amplio número de autores presentes en el catalogo y el precio (2 euros cada título), esta colección es una magnifica oportunidad para acercarnos a aquellos autores de los que hemos oído hablar, pero todavía no leímos.
Humor vítreo, de Paola Kaufmann
Siguiendo con la analogía del menú degustación, podríamos decir que de los cuatro autores leídos para valorar esta interesante iniciativa, yo recomendaría como entrante la prosa fluida de la recién desaparecida Paola Kaufmann. Este volumen recoge dos cuentos: “Kanashibari” y “Humor vítreo”. El primero, ¿realidad o ficción?, recrea las peripecias de Yakumo en la isla de Kyushu y que podría ser un antecedente de “Los hechos en el caso de M. Valdemar” del inigualable Poe. Según cuenta el narrador, que juega a confundirse con el autor como es habitual en la obra de Kaufmann, este libro de mitos japoneses lo encontró en una “librería de usados”. ¿Realidad o ficción? ¿Había leído Poe este cuento japonés? Nunca lo sabremos.
En el segundo, “Humor vítreo”, se cumple aquel mandamiento que dice: nunca tomarás el título en vano. Es recomendable, sobre todo para personas con sentido del humor, dejarse arrastrar por el tono frívolo de la narración y beber, de un solo trago, este cóctel de desdichas en el que una sueñóloga argentina se lanza a la conquista de un francés con el que comparte piso. Una peculiar forma de acercarse a la realidad, a través del humor y un perfecto dibujo, nada aburrido, de nuestra cotidianidad.
Todo por un dólar, de Eduardo del Llano
En cualquiera de los cuentos que componen este volumen, este autor (re)crea con sus textos eléctricos lo cotidiano a través de una mirada social (“Senectud rebelde”) y nos da una clase magistral de cómo se debe utilizar la intriga en las distancias cortas (“Regina”). Su fina ironía, en lonchas tan delgadas como el buen jamón, sirven como acompañamiento a una manzana que no cae (“La fruta prohibida”), salpimentada con una digresión sobre el uso de este alimento como símbolo. El defecto de la mayoría de los cuentos que pretenden ser originales es que la idea principal suele serlo, pero el resto del cuento es un simple trámite para destacarlo. Eduardo del Llano no cae en este error; acompaña esa idea de una atmósfera en la que lo contado resulta verosímil y nos zarandea con algún que otro guiño para darle consistencia a la idea principal y/o detonante del cuento. Así sucede por ejemplo en el último cuento del volumen (“Monte Rogue”).
Adios, Bob, de Gustavo Nielsen
Como segundo plato nos encontramos tres cuentos muy distintos. Esta heterogeneidad, que es la principal virtud de cualquier libro de cuentos, nos permite que en unas pocas páginas pasemos del NY capital del mundo a través de los ojos de una inmigrante argentina, a la mirada nostálgica de una maestra de escuela en una provincia perdida del mapa, a una historia de suspense y nocturna en una carretera del mismo país.
Con un estilo acorde a lo que se cuenta, Gustavo Nielsen nos sirve en bandeja la magia de la palabra con sabor a sorpresa. Un plato contundente que debemos comer con cuidado: siempre hay que dejar sitio para el postre.
El canon de normalidad, de Marta Sanz
Y como postre Marta Sanz nos ofrece un surtido con sabor a compromiso (violencia de género, compromiso social y tortura) pero, y este es un ingrediente muy importante, con grandes dosis de humor para evitar el gusto a moralina. La literatura de lo cotidiano de sus tres cuentos se sirve del monólogo interior. Sus protagonistas nos trasladan sus pensamientos de una forma directa, narran los hechos con tal naturalidad que parece que no está sucediendo nada importante. Y llega el desenlace. No sorpresivo. No precipitado. Pero con la angustia sólida del salto al vacío que significa el punto y final de sus cuentos. Porque lo más inquietante del estilo de Marta Sanz es que sus finales se convierten en el principio de otra historia que empieza a escribirse en el interior de cada lector cuando se precipita más allá del punto y final.
Buen provecho.
Siguiendo con la analogía del menú degustación, podríamos decir que de los cuatro autores leídos para valorar esta interesante iniciativa, yo recomendaría como entrante la prosa fluida de la recién desaparecida Paola Kaufmann. Este volumen recoge dos cuentos: “Kanashibari” y “Humor vítreo”. El primero, ¿realidad o ficción?, recrea las peripecias de Yakumo en la isla de Kyushu y que podría ser un antecedente de “Los hechos en el caso de M. Valdemar” del inigualable Poe. Según cuenta el narrador, que juega a confundirse con el autor como es habitual en la obra de Kaufmann, este libro de mitos japoneses lo encontró en una “librería de usados”. ¿Realidad o ficción? ¿Había leído Poe este cuento japonés? Nunca lo sabremos.
En el segundo, “Humor vítreo”, se cumple aquel mandamiento que dice: nunca tomarás el título en vano. Es recomendable, sobre todo para personas con sentido del humor, dejarse arrastrar por el tono frívolo de la narración y beber, de un solo trago, este cóctel de desdichas en el que una sueñóloga argentina se lanza a la conquista de un francés con el que comparte piso. Una peculiar forma de acercarse a la realidad, a través del humor y un perfecto dibujo, nada aburrido, de nuestra cotidianidad.
Todo por un dólar, de Eduardo del Llano
En cualquiera de los cuentos que componen este volumen, este autor (re)crea con sus textos eléctricos lo cotidiano a través de una mirada social (“Senectud rebelde”) y nos da una clase magistral de cómo se debe utilizar la intriga en las distancias cortas (“Regina”). Su fina ironía, en lonchas tan delgadas como el buen jamón, sirven como acompañamiento a una manzana que no cae (“La fruta prohibida”), salpimentada con una digresión sobre el uso de este alimento como símbolo. El defecto de la mayoría de los cuentos que pretenden ser originales es que la idea principal suele serlo, pero el resto del cuento es un simple trámite para destacarlo. Eduardo del Llano no cae en este error; acompaña esa idea de una atmósfera en la que lo contado resulta verosímil y nos zarandea con algún que otro guiño para darle consistencia a la idea principal y/o detonante del cuento. Así sucede por ejemplo en el último cuento del volumen (“Monte Rogue”).
Adios, Bob, de Gustavo Nielsen
Como segundo plato nos encontramos tres cuentos muy distintos. Esta heterogeneidad, que es la principal virtud de cualquier libro de cuentos, nos permite que en unas pocas páginas pasemos del NY capital del mundo a través de los ojos de una inmigrante argentina, a la mirada nostálgica de una maestra de escuela en una provincia perdida del mapa, a una historia de suspense y nocturna en una carretera del mismo país.
Con un estilo acorde a lo que se cuenta, Gustavo Nielsen nos sirve en bandeja la magia de la palabra con sabor a sorpresa. Un plato contundente que debemos comer con cuidado: siempre hay que dejar sitio para el postre.
El canon de normalidad, de Marta Sanz
Y como postre Marta Sanz nos ofrece un surtido con sabor a compromiso (violencia de género, compromiso social y tortura) pero, y este es un ingrediente muy importante, con grandes dosis de humor para evitar el gusto a moralina. La literatura de lo cotidiano de sus tres cuentos se sirve del monólogo interior. Sus protagonistas nos trasladan sus pensamientos de una forma directa, narran los hechos con tal naturalidad que parece que no está sucediendo nada importante. Y llega el desenlace. No sorpresivo. No precipitado. Pero con la angustia sólida del salto al vacío que significa el punto y final de sus cuentos. Porque lo más inquietante del estilo de Marta Sanz es que sus finales se convierten en el principio de otra historia que empieza a escribirse en el interior de cada lector cuando se precipita más allá del punto y final.
Buen provecho.
Gracias por comentar un conjunto de textos que, dado que han aparecido en una pequeña editorial, podrían pasar fácilmente desapercibidos.
ResponderEliminarLa idea editorial me parece excelente y por eso me parece muy importante que reciba la atención merecida, como es el caso de esta reseña.
Rosa
Kliczkowski una pequeña editorial? joooooooder, entonces como serán las pequeñas de verdad, invisibles?
ResponderEliminarGracias por el comentario, Pedro. Capo total. Abrazo. Gus.
ResponderEliminarGracias por comentar nuestras publicaciones, nos ayuda a difundirlas, especialmente esta nueva serie desenfadada de los mini letras. Y si, aunque parezca que no, HK es una pequeña editorial hecha con mas vocacion y esfuerzo que medios.
ResponderEliminarHugo Kliczkowski