Traducción de Claudia Conde. Planeta, Barcelona, 2006. 473 pp. 22,50 €
Leah Bonnín
Días antes del viaje que ha organizado, Bibi Chen es encontrada asesinada en la importante galería de arte y antigüedades chinas de la que es dueña. Los integrantes de la expedición asisten al entierro y, a pesar de que uno de ellos insinúa la posibilidad de cancelarlo, deciden continuar con el proyecto en homenaje a su organizadora, quien, en una especie de limbo budista, observará sus movimientos y narrará las peripecias por las que pasarán.
Una luchadora por los derechos de los birmanos y su amante, un famoso presentador de televisión, una hipocondríaca, una ecologista, una recién divorciada con su hija… hasta un total de doce personajes. Tras adelantar en cinco días la llegada a Myanmar, cuya frontera han atravesado en autobús después de salvar no pocos obstáculos administrativos, once de ellos —pues la estrella televisiva estará con resaca— serán conducidos, mediante un ardid, hasta un lugar donde vive una tribu cuyos miembros hace cien años están esperando el regreso del Reencarnado, el Hermano Menor Blanco, el Señor de los Nats, a quien creen descubrir en el joven Rupert. A partir de aquí, los malentendidos y situaciones extrañas se multiplican y llegan prácticamente al despropósito cuando empiezan a intervenir los medios de comunicación, sin que se sepa hasta el último momento si los once retenidos serán o no liberados.
Desde luego, no se trata de un libro de viajes convencional, a pesar de que hay homenajes a Kipling y Orwell, cronistas de la Birmania colonial. De Un lugar llamado nada no rezuma el interés romántico del viajero-escritor por lugares exóticos o la búsqueda de la aventura o la observación de un paisaje como forma de encontrarse consigo mismo. Tampoco es un diario de a bordo o un cuaderno de bitácora en el que se han registrado las incidencias de una ruta de navegación. Ni el resultado de un encuentro con el corazón de las tinieblas ni el hallazgo de un tesoro escondido. De hecho, tal y como “confiesa” en la nota para el lector —al menos en lo concerniente a Birmania—, la autora ni siquiera ha visto con sus propios ojos los lugares mencionados y se ha servido de vídeos documentales, conversaciones con expertos sobre el arte budista chino y libros especializados para crear la atmósfera en que se desarrollan las acciones.
Y entonces, ¿por qué incluir el libro de Amy Tan en el género de literatura de viaje?
Responder que la buena narrativa —y la de esta escritora norteamericana de origen asiático lo es— constituye de por sí un viaje es una banalidad. Y afirmar que Un lugar llamado nada vendría a ser la versión turística del género, además de faltar a la verdad, equivaldría a minimizar su valor literario. Porque el relato de la expedición ficticia en busca del arte budista desde la esquina suroccidental de China, en la provincia de Yunan, al pie del Himalaya, hasta Birmania es la excusa de la que se sirve Amy Tan para aproximarse a la psicología de los personajes —de clase media alta e interesados en la cultura y el arte asiáticos— y, por ende, de la Norteamérica contemporánea. Y si bien no se encuentra autenticidad, puesto que no se halla ese algo intrínseco a la literatura de viajes que es la experiencia vivida, la verosimilitud, salvo quizás, en las descripciones asépticas de las primeras páginas, impregna esta narración construida con sentido del humor e ironía y con un mirarse al ombligo compasivo pero no complaciente. En definitiva, una escritura inteligente y poderosa al encuentro de lectores que pretendan pasar un buen rato sin caer en argumentos tópicos o inseguras imitaciones de los clásicos. Un refresco reconfortante y original, hecho de la mezcla de aventura, intriga, imaginación, parapsicología y buen hacer literario.
Me encantaron "El club de la buena estrella" y "La hija del curandero". Me da miedo encontrar en esta novela a una Amy Tan un tanto diferente de la creadora de aquellas historias de sagas familiares, historias cruzadas, saltos temporales y "realismo mágico". Todavía no sé si éste caerá o no, aunque esta crítica decanta la balanza un poco más hacia el sí. Ya veremos...
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