Alianza, Madrid, 2006; 231 pp. 15 €
Pedro M. Domene
Fernando Quiñones (1930-1998) desempeñó, a lo largo de su vida, toda suerte de lides literarias. Colaborador en prensa, con una continuada y abundante presencia en el panorama andaluz, nacional e internacional, desarrolló una intensa labor en La Voz del Sur, Diario de Cádiz y, finalmente en, El Independiente y El País. Sumó sus esfuerzos en otros medios de comunicación, en radio y en televisión, además de ser un excelente poeta, narrador y flamencólogo reconocido. Finalista del Premio Planeta en 1979 con, Las mil noches de Hortensia Romero y, nuevamente, en 1983 con La canción del pirata. En su última novela publicada, La visita (1998), cuenta un imaginario encuentro, por las mágicas calles de Oviedo, entre el joven escritor francés Proust y el afamado escritor español, Clarín. Autor, además, de una profusa obra poética iniciada en 1964 con el poemario, En vida que continuaba con Las crónicas de mar y tierra (1968), Las crónicas de Al-Andalus (1970), Las crónicas americanas (1973), Memorándum (1973), Las crónicas del 40 (1976), Las crónicas inglesas (1980), Muro de las Hetairas, también llamado Fruto de Afición Tanta o Libro de las Putas (1981) y Las crónicas de Hispania (1985). De Cádiz y sus cantes (1964) y El flamenco, vida y muerte (1971), componen buena parte de su obra.
Los ojos del tiempo/ Culpable o El ala de la sombra (2006) son dos novelas cortas que el escritor gaditano dejó sin acabar, en realidad, unos borradores con abundantes correcciones y notas que hacen pensar en una redacción avanzada, casi lista, para ser publicadas. Nieves Vázquez Recio, editora y autora de la introducción, ha realizado un trabajo minucioso sobre los textos conservados y, en cada momento, hace saber al lector las correcciones realizadas por el autor sobre el manuscrito y, sin asegurarnos cómo hubiera resultado el texto definitivo, al menos la rigurosidad de Vázquez Recio nos acerca al mejor estilo del gaditano. La primera de ellas, Los ojos del tiempo, tras una lectura fragmentaria, se perfila como una obra de mayor envergadura porque, a través de un narrador, grabadora en mano, se recomponen las conversaciones mantenidas con Nono, un pescador de la Bahía, un tanto genuino porque es capaz de rememorar buena parte de la historia gaditana en un alarde de elocuencia y sabiduría popular. Notable, como siempre, el lenguaje esgrimido, el vocabulario escogido como esa sabia particularidad que otorga al discurso de Quiñones la magia de reproducir las voces, giros y el habla coloquial del pueblo. Nono, el pescador de La Goleta, lugar idolatrado por el Quiñones más andaluz, transforma sus visiones en un alarde de riqueza verbal sin explicación mínima alguna, característica que, en gran medida, oscurece en importancia al resto de la historia.
Culpable o El ala de la sombra, el segundo texto conservado, es un monólogo narrado por el propio personaje protagonista. Un alto funcionario ministerial es detenido por un oscuro asunto del que, evidentemente, no es culpable. A medida que se va leyendo, observamos que el personaje se llena de dudas, se van desvelando aspectos inquietantes y esclarecedores de este aparente culpable y aparece esa obsesión por la muerte que le lleva a asistir a los entierros, cualesquiera que sean. La muerte es un tema que, obviamente, preocupaba al escritor, quien después de luchar varios años con su enfermedad, se acercaba a la certeza de un final seguro. Un premonitorio texto del más vital de los autores andaluces de la segunda mitad del siglo XX.
Unas acertadas notas arrojan algo de elocuencia y claridad, completan además a esta especie de testamento sobre el tiempo, un tema que pesó mucho sobre un Fernando Quiñones en la última década de su vida. Ambos textos, según queda datado, se comenzaron a gestar en los primeros años de los noventa y, por tanto, ese acelerado paso del tiempo, unido a una reflexión sobre la existencia y la muerte, planean en ambas novelas. Quienes conozcan la obra del andaluz verán en ambos borradores la indeleble huella de un escritor de raza, por el contrario aquellos que sostengan en sus manos por primera vez un libro suyo, apenas si encontrarán un atisbo para darse cuenta de la grandeza de su obra, aunque como suele ocurrir, estos y otros textos dispersos que puedan parecer del Quiñones de la etapa final de su producción, contribuirán a engrandecer la figura de alguien que vivió la cultura andaluza como ningún otro.
Pedro M. Domene
Fernando Quiñones (1930-1998) desempeñó, a lo largo de su vida, toda suerte de lides literarias. Colaborador en prensa, con una continuada y abundante presencia en el panorama andaluz, nacional e internacional, desarrolló una intensa labor en La Voz del Sur, Diario de Cádiz y, finalmente en, El Independiente y El País. Sumó sus esfuerzos en otros medios de comunicación, en radio y en televisión, además de ser un excelente poeta, narrador y flamencólogo reconocido. Finalista del Premio Planeta en 1979 con, Las mil noches de Hortensia Romero y, nuevamente, en 1983 con La canción del pirata. En su última novela publicada, La visita (1998), cuenta un imaginario encuentro, por las mágicas calles de Oviedo, entre el joven escritor francés Proust y el afamado escritor español, Clarín. Autor, además, de una profusa obra poética iniciada en 1964 con el poemario, En vida que continuaba con Las crónicas de mar y tierra (1968), Las crónicas de Al-Andalus (1970), Las crónicas americanas (1973), Memorándum (1973), Las crónicas del 40 (1976), Las crónicas inglesas (1980), Muro de las Hetairas, también llamado Fruto de Afición Tanta o Libro de las Putas (1981) y Las crónicas de Hispania (1985). De Cádiz y sus cantes (1964) y El flamenco, vida y muerte (1971), componen buena parte de su obra.
Los ojos del tiempo/ Culpable o El ala de la sombra (2006) son dos novelas cortas que el escritor gaditano dejó sin acabar, en realidad, unos borradores con abundantes correcciones y notas que hacen pensar en una redacción avanzada, casi lista, para ser publicadas. Nieves Vázquez Recio, editora y autora de la introducción, ha realizado un trabajo minucioso sobre los textos conservados y, en cada momento, hace saber al lector las correcciones realizadas por el autor sobre el manuscrito y, sin asegurarnos cómo hubiera resultado el texto definitivo, al menos la rigurosidad de Vázquez Recio nos acerca al mejor estilo del gaditano. La primera de ellas, Los ojos del tiempo, tras una lectura fragmentaria, se perfila como una obra de mayor envergadura porque, a través de un narrador, grabadora en mano, se recomponen las conversaciones mantenidas con Nono, un pescador de la Bahía, un tanto genuino porque es capaz de rememorar buena parte de la historia gaditana en un alarde de elocuencia y sabiduría popular. Notable, como siempre, el lenguaje esgrimido, el vocabulario escogido como esa sabia particularidad que otorga al discurso de Quiñones la magia de reproducir las voces, giros y el habla coloquial del pueblo. Nono, el pescador de La Goleta, lugar idolatrado por el Quiñones más andaluz, transforma sus visiones en un alarde de riqueza verbal sin explicación mínima alguna, característica que, en gran medida, oscurece en importancia al resto de la historia.
Culpable o El ala de la sombra, el segundo texto conservado, es un monólogo narrado por el propio personaje protagonista. Un alto funcionario ministerial es detenido por un oscuro asunto del que, evidentemente, no es culpable. A medida que se va leyendo, observamos que el personaje se llena de dudas, se van desvelando aspectos inquietantes y esclarecedores de este aparente culpable y aparece esa obsesión por la muerte que le lleva a asistir a los entierros, cualesquiera que sean. La muerte es un tema que, obviamente, preocupaba al escritor, quien después de luchar varios años con su enfermedad, se acercaba a la certeza de un final seguro. Un premonitorio texto del más vital de los autores andaluces de la segunda mitad del siglo XX.
Unas acertadas notas arrojan algo de elocuencia y claridad, completan además a esta especie de testamento sobre el tiempo, un tema que pesó mucho sobre un Fernando Quiñones en la última década de su vida. Ambos textos, según queda datado, se comenzaron a gestar en los primeros años de los noventa y, por tanto, ese acelerado paso del tiempo, unido a una reflexión sobre la existencia y la muerte, planean en ambas novelas. Quienes conozcan la obra del andaluz verán en ambos borradores la indeleble huella de un escritor de raza, por el contrario aquellos que sostengan en sus manos por primera vez un libro suyo, apenas si encontrarán un atisbo para darse cuenta de la grandeza de su obra, aunque como suele ocurrir, estos y otros textos dispersos que puedan parecer del Quiñones de la etapa final de su producción, contribuirán a engrandecer la figura de alguien que vivió la cultura andaluza como ningún otro.
Una necesaria recuperación.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, estimado Francisco Ortiz. En esta tierra del Sur parece que olviamos pronto a quienes n unca deben caer en el olvido. Quiñones fue un ejemplo de humanista en el amplio sentido de la palabra, además de ameno conversador, amigo extraordinario y enamorado de su tierra. Gracias, Pedro M. Domene
ResponderEliminarAdemás, un verdadero amante del relato corto, un autor que se la jugó intentando capear con la literatura andaluza haciendo con ella literatura a seca, superando tópicos, pero tocándolos al tiempo, un autor complejo y siempre interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.