Gólgota
Premio Camilo José Cela 2005. Lengua de Trapo, Madrid, 2006. 224 pp. 17,50 €
Inés Matute
Como afortunadamente conozco bien a Román Piña, puedo afirmar sin temor a equivocarme que este polifacético Quijote tiene, además de osadía y una lengua afilada, un plan: consolidar la literatura de divertimento —historias disparatadas, humor y sorpresa— conectándola a la narrativa de última generación. Tres son los frentes en los que el mallorquín promociona el libro breve y ágil que persigue la carcajada del lector: como editor de revistas y libros (La Bolsa de Pipas y La Guantera) como crítico literario (en medios como El Cultural) y, desde luego, como autor. Las curiosas obras que preceden a este Gólgota con el que ganó el Premio Camilo José Cela las pasadas Navidades tienen títulos tan sugerentes como: Las ingles celestes, Un turista, un muerto, Museo del divorcio, Café con amazonas, La bailarina rusa, Viaje por las ramas y Som lletjos (Somos feos), por no hablar de su chispeante poesía erótica o de la vena ecologista que, a la menor ocasión, saca a relucir. No me entretendré en defender la necesidad de distensión que tiene el mundo en nuestros días, pero sí defenderé a Piña de quien piense que lo suyo es simple gamberrismo: con una sólida base de formación en Filología Clásica, se enfrenta a sus historias muy seguro de lo que se trae.
Variopintos son los temas que se conjugan en este Gólgota de agonía y redención: como telón de fondo, se nos describe una atmósfera de tristeza e indefensión de la que resulta casi imposible escapar. Que el autor considera que la realidad social es deprimente no es algo que yo le vaya a discutir. Por otro lado, Román refleja la inquietud que nos provoca el paso del tiempo a través del personaje de Leonor, una anciana tullida y sorda que contempla el mundo desde una silla de ruedas. Su nieto, sin embargo, lo contempla desde una ventana, ventana a través de la cual vigila los movimientos de un hombre que, colgado en lo alto de una grúa, exige al alcalde su dimisión. Este suceso, acontecido en Mallorca hace ya algunos años, desencadenó la escritura de esta novela, una obra en la que desfilan personajes que van desde el vecino de enfrente al puro esperpento. Y para esperpentos, quién mejor que Bumerán, un aspirante a actor porno que no se resigna a alardear de las dimensiones de su miembro en una sauna. Martínez, el sujeto que cuelga de la grúa y motor de la narración, sirve de excusa para contar otras historias y empujar la trama hacia un plano de locura y absurdo que es donde mejor despliega Piña sus armas de cómico. La lluvia de Gólgota, anunciada ya en esa portada a lo Magritte, no sólo atenaza el estado de ánimo de los personajes y magnifica la hazaña del idealista Martínez, sino que refleja, metafóricamente, el acoso invisible de todas las amenazas que se ciernen sobre nosotros. Acoso escolar, malos tratos, especulación inmobiliaria, cine y reciclaje, degeneración de las clases dirigentes, sexo y violencia, ecologismo militante, premios literarios amañados... Gólgota es una delirante historia de destino y muerte, un canto a la fuerza del instinto y a los deseos que van más allá de la razón.
Inés Matute
Como afortunadamente conozco bien a Román Piña, puedo afirmar sin temor a equivocarme que este polifacético Quijote tiene, además de osadía y una lengua afilada, un plan: consolidar la literatura de divertimento —historias disparatadas, humor y sorpresa— conectándola a la narrativa de última generación. Tres son los frentes en los que el mallorquín promociona el libro breve y ágil que persigue la carcajada del lector: como editor de revistas y libros (La Bolsa de Pipas y La Guantera) como crítico literario (en medios como El Cultural) y, desde luego, como autor. Las curiosas obras que preceden a este Gólgota con el que ganó el Premio Camilo José Cela las pasadas Navidades tienen títulos tan sugerentes como: Las ingles celestes, Un turista, un muerto, Museo del divorcio, Café con amazonas, La bailarina rusa, Viaje por las ramas y Som lletjos (Somos feos), por no hablar de su chispeante poesía erótica o de la vena ecologista que, a la menor ocasión, saca a relucir. No me entretendré en defender la necesidad de distensión que tiene el mundo en nuestros días, pero sí defenderé a Piña de quien piense que lo suyo es simple gamberrismo: con una sólida base de formación en Filología Clásica, se enfrenta a sus historias muy seguro de lo que se trae.
Variopintos son los temas que se conjugan en este Gólgota de agonía y redención: como telón de fondo, se nos describe una atmósfera de tristeza e indefensión de la que resulta casi imposible escapar. Que el autor considera que la realidad social es deprimente no es algo que yo le vaya a discutir. Por otro lado, Román refleja la inquietud que nos provoca el paso del tiempo a través del personaje de Leonor, una anciana tullida y sorda que contempla el mundo desde una silla de ruedas. Su nieto, sin embargo, lo contempla desde una ventana, ventana a través de la cual vigila los movimientos de un hombre que, colgado en lo alto de una grúa, exige al alcalde su dimisión. Este suceso, acontecido en Mallorca hace ya algunos años, desencadenó la escritura de esta novela, una obra en la que desfilan personajes que van desde el vecino de enfrente al puro esperpento. Y para esperpentos, quién mejor que Bumerán, un aspirante a actor porno que no se resigna a alardear de las dimensiones de su miembro en una sauna. Martínez, el sujeto que cuelga de la grúa y motor de la narración, sirve de excusa para contar otras historias y empujar la trama hacia un plano de locura y absurdo que es donde mejor despliega Piña sus armas de cómico. La lluvia de Gólgota, anunciada ya en esa portada a lo Magritte, no sólo atenaza el estado de ánimo de los personajes y magnifica la hazaña del idealista Martínez, sino que refleja, metafóricamente, el acoso invisible de todas las amenazas que se ciernen sobre nosotros. Acoso escolar, malos tratos, especulación inmobiliaria, cine y reciclaje, degeneración de las clases dirigentes, sexo y violencia, ecologismo militante, premios literarios amañados... Gólgota es una delirante historia de destino y muerte, un canto a la fuerza del instinto y a los deseos que van más allá de la razón.
Román Piña: «La literatura es un lujo»
—Tu novela articula un equilibrado sistema de personajes que, sin embargo, sufren conflictos independientes. ¿Qué tienen en común?
—Tienen poco en común, pero respiran durante unos días de la misma humedad de la misma ciudad. Los vincula el mismo telón de fondo: Martínez, el hombre encaramado a la grúa que nadie, aparte de ellos, parece percibir. El encuentro de estos personajes, cuando se da, y su pequeña aventura, es casual y seguramente efímero. Cada uno es una pincelada de un fresco en el que predomina el gris cemento.
—Algunos pasajes de Gólgota rozan el absurdo. ¿Consideras que debe ser leída en clave realista o se trata de simples metáforas de la existencia humana?
—La novela ha sido escrita en clave realista, y que se produzcan situaciones absurdas es buena prueba de ello. Otra cosa es que haya forzado el pulso con lo inverosímil, y algún personaje acabe en puro monigote. Pero creo que en algún momento de la vida todos nos comportamos como monigotes.
—Tienen poco en común, pero respiran durante unos días de la misma humedad de la misma ciudad. Los vincula el mismo telón de fondo: Martínez, el hombre encaramado a la grúa que nadie, aparte de ellos, parece percibir. El encuentro de estos personajes, cuando se da, y su pequeña aventura, es casual y seguramente efímero. Cada uno es una pincelada de un fresco en el que predomina el gris cemento.
—Algunos pasajes de Gólgota rozan el absurdo. ¿Consideras que debe ser leída en clave realista o se trata de simples metáforas de la existencia humana?
—La novela ha sido escrita en clave realista, y que se produzcan situaciones absurdas es buena prueba de ello. Otra cosa es que haya forzado el pulso con lo inverosímil, y algún personaje acabe en puro monigote. Pero creo que en algún momento de la vida todos nos comportamos como monigotes.
—Eres un autor que incursiona en la novela, pero también en el cuento y en la poesía. ¿Crees en la férrea división de géneros?
—No, no creo en esa división como autor. Desgraciadamente, el mercado y la industria -editores, libreros y agencias literarias- sí creen en ella. Lo ideal es el dominio que te permite abrir las compuertas de la influencia entre géneros y estilos, y también cerrarlas para escribir exactamente el tipo de libro que te propones.
—Gólgota es una novela cargada de ironía. ¿Hay detrás de este recurso una visión desencantada del mundo?
—Yo veo en Gólgota un claro contraste entre una visión desencantada y pesimista y otra cómica y esperanzada. No niego que mi visión es esa: el único humor posible hoy en día es el humor negro.
—Hablemos de literatura.
—La literatura es un lujo, una forma de ocio en franca decadencia, pero para un profesor de griego como yo, aún resulta cosa de multitudes. Me interesa la ficción, la novela más que la poesía. Aparte de una historia interesante, lo que busco como lector es un lenguaje sencillo y una forma original de contarla. Los recursos de un autor para hacerte picar el anzuelo de su relato son lo que más admiro. Me parece muy difícil escribir libros tan buenos como los de Sánchez Piñol. Mis influencias actuales combinan a Homero, Faemino y Cansado y Ramiro Pinilla.
—Y en cuanto a tu vida...
—Empecé a escribir poemas a los 18. A los 20 escribía canciones y quería dedicarme al pop, pero me tentaba el columnismo. Empecé a escribir críticas, opinión y reportajes, hasta que ciertas ideas me sublevaron y me pidieron nacer como novelas o poemas. Creo que siempre he tenido madera de editor, y por ello llevo haciendo revistas desde los dieciocho años, ya diez con La Bolsa de Pipas. Creo, honestamente, que cuando empecé no tenía ni idea de que escribiría lo que he ido escribiendo.
—No, no creo en esa división como autor. Desgraciadamente, el mercado y la industria -editores, libreros y agencias literarias- sí creen en ella. Lo ideal es el dominio que te permite abrir las compuertas de la influencia entre géneros y estilos, y también cerrarlas para escribir exactamente el tipo de libro que te propones.
—Gólgota es una novela cargada de ironía. ¿Hay detrás de este recurso una visión desencantada del mundo?
—Yo veo en Gólgota un claro contraste entre una visión desencantada y pesimista y otra cómica y esperanzada. No niego que mi visión es esa: el único humor posible hoy en día es el humor negro.
—Hablemos de literatura.
—La literatura es un lujo, una forma de ocio en franca decadencia, pero para un profesor de griego como yo, aún resulta cosa de multitudes. Me interesa la ficción, la novela más que la poesía. Aparte de una historia interesante, lo que busco como lector es un lenguaje sencillo y una forma original de contarla. Los recursos de un autor para hacerte picar el anzuelo de su relato son lo que más admiro. Me parece muy difícil escribir libros tan buenos como los de Sánchez Piñol. Mis influencias actuales combinan a Homero, Faemino y Cansado y Ramiro Pinilla.
—Y en cuanto a tu vida...
—Empecé a escribir poemas a los 18. A los 20 escribía canciones y quería dedicarme al pop, pero me tentaba el columnismo. Empecé a escribir críticas, opinión y reportajes, hasta que ciertas ideas me sublevaron y me pidieron nacer como novelas o poemas. Creo que siempre he tenido madera de editor, y por ello llevo haciendo revistas desde los dieciocho años, ya diez con La Bolsa de Pipas. Creo, honestamente, que cuando empecé no tenía ni idea de que escribiría lo que he ido escribiendo.
"Como afortunadamente conozco bien a Román Piña"
ResponderEliminarMe parece alucinante que después de esa frase, pueda hacerse la "crítica" de la novela. A mí me parece bien que los amigos haben bien de los libros de los amigos: pero un poquito de por favor. Pónganlo en la sección de "te mando un beso", no en el de crítica literaria. En fin.
Crítico del crítico, ¿has leído la novela de Piña? ¿O tu aportación se limita a censurar la labor ajena?
ResponderEliminarNo la he leído aún, pero la leeré, ¿por qué no? Y podrá gustarme o no gustarme. E incluso podré compartir punto por punto lo que ha dicho el crítico de ella. Lo que digo es que no es serio empezar la crítica de una obra declarando la amistad con el autor. Eso es como si un acusado llega a un juicio y lo primero que hace el juez es darle un abrazo y unas palmadas en la espalda. La peste de la literatura española es el amiguismo. Y mal vamos en la Tormenta si seguimos por ahí... Si este crítico es amigo de Piña, debería haberse ocupado de la novela de otro autor que no fuese su amigo. Lo alucinante es que haya que explicarlo, vamos.
ResponderEliminarEsta página se caracteriza, precisamente, por hacer aquello que en otros medios seria muy inusual o directamente imposible. Se trata de un blog de recomendación de lecturas, y no tanto de crítica literaria como la entienden los suplementos. En ese sentido, recomendar la novela de un amigo es un doble placer. ¿Por qué no van a hacerlo nuestros colaboradores, si la novela es buena y tienen total libertad para escoger lecturas? ¿Sólo por tratarse de un amigo? Sería ridículo. En la opinión de los administrdores de esta página, esa primera frase suma valor, originalidad y valentía al texto, y no le resta nada.
ResponderEliminarLo siento pero estoy con Crítico del Crítico. El comentario sobre la amistad entre crítico y autor sólo puede sumar amiguismo y parcialidad al texto. A mí me encanta que se cultive la amistad pero no creo que ello sea señal de "originalidad", ni mucho menos de "valentía"; más bien es testimonio de oportunismo y compadreo.
ResponderEliminarPor otro lado el "corporativismo bloguero" del administrador en la defensa de una recensión que jamás tenía que haber sido hecha por alguien directamente interesado en la defensa de la obra comentada demuestra que, desgraciadamente, imperan los intereses creados.
No dudo de la bondad de la novela, no os molesteis en atacar este 'post' por ahí, sino de la idoneidad de que se pueda emitir un juicio honesto y justo con respecto a la obra de un amigo.
Críticos del crítico, compañero en el anonimato, qué aburridos debéis de estar. Que si amiguismos, que si corporativismos blogueros (¿no puede ser esa la opinión del administrador? ¿tiene, por fuerza, que compartir la vuestra?). Echo de menos que alguien comente, alguna vez, algo sobre los libros que se recomiendan.
ResponderEliminar¿Y por qué no empiezas tu anonimo usuario? Ver la paja en el ojo ajeno...
ResponderEliminarNo lo he leído; por tanto, no puedo opinar sobre el libro.
ResponderEliminar¿Es posible creer que alguien esté dispuesto a hipotecar su buen nombre (el único patrimonio del que escribe) por amiguismo? El verdadero amigo será el primero en señalar las deficiencias de la obra, porque así ayuda (y ése debería ser uno de los objetivos principales de toda crítica) a la superación y mejora del autor. Si en su reseña ensalza es porque, acertado o no, está convencido de la calidad del texto.
ResponderEliminarSi en los medios no aparecieran críticas de quienes "conocen bien" al criticado, no habría crítica en los medios. Este mundo es muy pequeño, anónimo... Y nada es puro en la vida, ¿por qué habría de serlo la literatura? Ah, eso sí: da gusto reseñar la obra de un amigo cuando es buena. Da el doble de gusto.
ResponderEliminarEs una novela estupenda, divertida, original y muy cachonda.
ResponderEliminarOs la recomiendo.
Quien hace la crítica dice conocer bien a Román Piña, no ser su amiga.
ResponderEliminarSe puede conocer bien a alguien, y conocer en profundidad su obra, y no ser, necesariamente, su amigo. Personalmente, conozco bien a muchos escritores, conozco también su obra, pero en modo alguno soy ni sería amigo de muchos de ellos. Quien no vea la diferencia, es que es un poco limitado. O que sólo ve lo que quiere ver.
Bueno, aparte de la crítica de Inés Matute, y de un autor anónimo, parece que nadie comenta aquí el libro Gólgota. El debate se ha centrado en cómo debe ser (y quién tiene derecho a escribir)una crítica literaria.
ResponderEliminarGólgota es un libro curioso: una mezcla potente de tragedia y humor. Me he reído mucho con varias situaciones realmente divertidas: en especial la de la sauna, donde dos tipos filosofan sobre la medida de sus penes. Me parece toda la novela una crítica feroz de la sociedad actual, y un palo muy loco a la corrupción política. La tragedia la aporta Leonor, una anciana que pertenece a otro mundo, cuya "agonía" se describe magistralmente. Vale la pena leerlo. Te lo devoras. La segunda mitad sorprende con una escalada trepidante de acción y locura. Un autor a descubrir, sin duda.
Reseñar la obra de alguien a quien conoces y admiras – no necesariamente un amigo, por cierto- es tarea difícil, comprometida y generadora de todo tipo de suspicacias. Lo más inteligente, según parece, aunque no lo más honesto, es omitir el dato y jugar al despiste. Me explico: Si elogias la novela, se te acusará de estar practicando el amiguismo, el compadreo o el “corporativismo bloguero”. Si haces una crítica dura, no faltará quien encuentre despecho en tus palabras y te recuerde, a ti y quien quiera saberlo, que el premio que ganó “Gólgota” fue el premio que dejaste de ganar tú, dado que competías con tu propia novela por el mismo galardón. Resumiendo: Para el malpensado crónico, una crítica favorable es un favor retornable, mientras que una mala reseña implica envidia o resentimiento, cuando no un ajuste de cuentas. ¿Acaso es imposible ser objetivo cuando reseñamos la obra de un autor conocido? ¿Debemos dejar de recomendar una novela por el mero hecho de tratar al autor? En ese caso, ¿no estaríamos haciendo discriminación negativa? “Gólgota”, escrita por el señor Piña o por Juan Palomo, es una obra divertida, agridulce, original y altamente recomendable. Gamberradas y guiños aparte, los pasajes más poéticos son sencillamente deliciosos, y el manejo del idioma, en todos sus registros, impecable. Supongo que el jurado que le otorgó el premio supo reconocer los incuestionables valores del texto. ¿O acaso son, también ellos, amigos o conocidos del tal Román? En fin, este debate me resulta agotador. Y más agotador me resulta, aún, debatir la calidad de una novela con quien no la ha leído y muestra más interés en criticar a quien reseña que en la obra en cuestión. Entiendo que también yo tengo derecho a opinar, sobre la obra y sobre el cruce de acusaciones posterior. Recordemos, no obstante, que en la tormenta recomendamos lecturas que nos parecen dignas: aquí jamás aparecerá una mala crítica, dado que los libros que no nos gustan o que “no dan la talla”, no son reseñados. La tormenta trabaja a favor de los autores y a favor de la literatura, nunca en contra de nadie. Ojalá nuestros lectores tengan el lema del blog presente: “un buen libro cada día”, eso es lo que nos mueve. Esperamos, sinceramente, no defraudaros en nuestra elección.
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