Funambulista, Madrid, 2005. 245 páginas. 15,95 €.
Luis García
La literatura suele, la mayoría de las veces, ser injusta con quienes practican dicha disciplina. Los escritores suelen dormir el sueño de los justos o vivir en el ostracismo hasta que la edición de una de sus obras los convierte en personajes públicos o hasta que se alzan con uno de esos premios de los llamados mayores. Entonces, el autor deja de ser un rara avis para ser arrastrado de ciudad en ciudad promocionando la novela en cuestión, se le entrega a una masa de periodistas que poco o nada saben de literatura y finalmente tiene que responder con la mejor de las sonrisas a preguntas tan estúpidas como «¿cuándo descubrió su vocación de escritor, o que tiene de autobiográfica la misma?.» Son cosas de la parafernalia literaria, del mediático circo que todos, lectores, autores, editores y críticos aceptamos de buen grado, en la esperanza de encontrar algún día esa novela, o de descubrir a ese novelista que justifique tanto escarnio.
José Ovejero pertenece por derecho propio a este grupo. Ganador de reputados premios (el Grandes Viajeros de Ediciones B, el Primavera de Novela....), no nos acaba de entregar sin embargo la historia de su vida, es decir, aquella por la que ser recordado.... literariamente. Siempre he mantenido que lo peor que le puede suceder a un escritor o a alguna obra es que nos olvidemos pronto de ella, que no recordemos de qué trata. Síntoma de que no llegó a cuajar en nuestros corazones. Ahora, la Editorial Funambulista publica con honores de novedad Huir de Palermo, novela de no hace muchos años que editada por Ediciones B ni tan siquiera tuvo el honor de ser reseñada por mas de dos o tres suplementos literarios. Y sin embargo, hay que decir que se trata de una de sus mejores obras, y eso es decir mucho cuando hablamos de José Ovejero, lo que nos llevaría a una segunda reflexión o lectura de la obra que enlazaría directamente con la teoría de su perdurabilidad.
Novela sobre la impostura tratada de forma magistral, como primero hiciera su madre, Luigi Cíngara se dispone a trabajar para Don Alessandro, a la sazón uno de los jefes mafiosos de Palermo, sin tan siquiera preguntarle su cometido. Será contable, que para eso ha estudiado, y como todo contable de película de serie B —demasiado verosímil para mi gusto— morderá la mano que le da de comer, le denunciará y deberá comenzar una nueva vida como testigo protegido, con un nuevo rostro pero no con un nuevo pasado. Ese es a grandes rasgos el tronco de la novela. El resto, que se trata de una historia sobre la imposibilidad de escapar a nuestro destino, por muchos rostros nuevos que tengamos, ya que este, nos guste o no, siempre nos acompañará como una losa.
Una novela, en definitiva, que se lee con gusto y por la que no se aprecia el paso del tiempo. Porque, si una novela no aguanta ni quince años, es poco probable que merezca la pena leerla. ¿Alguien da más?
¡Qué temprano! Se agradece que madruguen en la redacción.
ResponderEliminarEs una suerte que haya editoriales que se dediquen a recuperar obras y no sólo estén pendiente de las novedades
Hola, amigo tc,
ResponderEliminarsoy el editor. Gracias por tus palabras. Estate al tanto, porque por ahí van los tiros en Funambulista. Recuperaciones brillantes, no avergonzarnos de editar para lectores (qué caramba, vosotros también merecéis una oportunidad, no sólo los "lectores que no leen", que es para quien se edita en España), y practicar la exquisitez tanto selectiva como estética.
Espero que sigas valorando bien nuestra apuesta.
Enrique Redel
Me gustaron las primeras reseñas de Luis García y Felix Palma. La visita diaria a este blog es obligada: ya están en mis enlaces y felicitaciones por esta excelente iniciativa.
ResponderEliminarUn cordial saludo y les deseo muchos éxitos
Martín
¿Por qué detecto un extraño pudor a decir que es una novela negra cuando el propio autor lo admite? No tengáis miedo: ni editor ni crítico. Novelas negras - que trascienden el género y todo eso, sí - son El invierno en Lisboa y Plenilunio, la primera Premio Nacional de Literatura. El Quijote también partía de la novela de género. Sin pudor: lo que vale siempre supera a la etiqueta. Pero al lector la crítica debe orientarle, despertarle el deseo de leer, dar por él un primer paso que incluye situar la novela, presentarla en un contexto interesante. La ceguera de muchos críticos con las novelas enraizadas en el género sólo los deja fuera de juego a ellos. Los lectores no son nunca tan prejuiciosos.
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