lunes, noviembre 21, 2016

Señales de humo. Manual de literatura para caníbales I, Rafael Reig


Tusquets, Barcelona, 2016. 384 pp. 19,50 €

Pedro Pujante

A mitad de camino de la novela de aventuras y el manual de literatura (caníbal, en este caso, como señala el propio autor), Señales de humo constituye una pieza única en la literatura actual. Por dos razones. Primero, porque aborda unos cuantos siglos de la historia de la literatura española y en parte europea con desparpajo, ironía, profundidad analítica y falta de solemnidad (esto último es de agradecer); y también porque, además de ilustrar es capaz de mantener una coherencia argumentativa, estilo elevado y gancho literario enormes.
El recurso del que se vale Reig para articular la novela es a través de lo fantástico: un narrador, un profesor de literatura contemporáneo, tras un ¿intento de suicidio?, se encarna sucesivamente en distintos personajes de la historia y testimonia en primera persona, de primea mano, acontecimientos de la literatura. El relato avanza con una tesis dualista de la literatura, en la que dos bandos se enfrentan a lo largo del tiempo. Por un lado, las formas populares, representadas por la juglaría, y por otro, la poesía culta, con el estamento culto del Mester de Clerecía a la cabeza. Una suerte de lucha de clases de inspiración marxista, en la que el autor toma partido por la primera.
En todo caso, el periplo del cambiante protagonista-narrador es secundario, cimentándose el peso y el valor de Señales de humo en su naturaleza de carácter didáctico. Un repaso magistral y filológico, que va desde los albores de nuestras letras hasta el ocaso del Siglo de Oro.
Además de una gran erudición libresca, Rafael Reig demuestra ser un admirable conocedor del espíritu humano. No por el desarrollo de sus personajes, que como decíamos, carece de importancia en Señales. Sino por su gran capacidad para ahondar en la psicología de una y otra época, en sus idiosincrasias, en sus lenguas, para así ofrecer una visión rica y profusa de sus literaturas. Combinando su vasta cultura y mucha documentación, el libro está plagado de citas, fragmentos de textos y referencias a otros textos, que hacen para el curioso, para el buscador de perlas literarias que Señales de humo se convierta en un lugar feliz. Reig domina el lenguaje, escribe con una soltura sobrenatural y hace que la literatura clásica parezca divertida, entrañable y de algún modo cercana.
Geniales son sus aproximaciones a Petrarca –padre del Humanismo– o a Villon –el primer poeta maldito–. Hasta tal punto que el lector se cuestionará si realmente el narrador, si el propio Reig, no habrá viajado alguna vez en el tiempo para conocer sus épocas, sus vidas, sus sentimientos.

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