lunes, noviembre 28, 2016

Ley matinal, Isabel Moreno García


Plaza y Valdés Editores, Madrid, 2016. 94 pp. 10 €

Pedro M. Domene

La mirada del escritor proyecta su yo narrativo en una multiplicidad de temas universales que contemplan ese obligado homenaje al amor y a la amistad, a los encuentros amorosos y a los desencuentros, el consabido paso del tiempo y la condición humana, esa permanente condición de hombre que celebra tanto el poder del arte como el de la literatura; en suma, una suerte de belleza capaz de convertir la naturaleza de los objetos en esa preclara elocuencia que hace realidad las vivencias que, de la mano de un narrador, cobran un nuevo sentido, y se ajustan a esa eterna visión que nos proporciona cada instante. Así debemos entender estos microtextos de Isabel Moreno García (Madrid) que titula Ley matinal (2016), en realidad, setenta episodios narrativos que contienen escenas muy diversas y, si en su obra anterior, Pasos (2013), la narradora nos invitaba a la contemplación, o su voz se diseminaba por instancias narrativas diversas, en esa búsqueda y captura de los momentos para condensar la totalidad de una experiencia, y aun más se abría paso en el aspecto literario con imágenes y visiones cercanas, de nuevo en Ley matinal, Moreno García, propicia encuentros fortuitos, hermosas impresiones de instantes y vivencias, y abundantes recuerdos que, de alguna manera, provocan esos momentos que condensan la totalidad de una experiencia vivida hasta convertirlos en literatura. Su prosa destaca por la delicadeza con que se retrata la sencillez de los ritos cotidianos y los pequeños gestos reveladores. Esta nueva entrega, también, de ficciones breves, con títulos tan sugerentes como “Miniatura”, donde lo grande e incluso lo pequeño se magnifica, “Volver la vista al cielo”, como exaltación de una belleza real o inventada a través del cromatismo pictórico, y lo mismo ocurre en “Fuga cromática” o sobre la imagen fotográfica que se obtiene de una realidad vivida, caso de “Linde”, aunque en todas, y cada una, remite a un yo plural y ficticio que aun así delata la continuidad de esa voz que se perpetúa en la escritura.
El estilo se caracteriza por un lirismo sutil, esa característica prosa poética que ofrece una sugestiva aprensión de la realidad, y que se concreta y refuerza a través de una adjetivación medida, bien distribuida y precisa, con esa sutilidad denotativa que provoca tanto en evocaciones como en emociones de una depurada belleza.
La escritura de Moreno García trasluce una no simulada pasión que procede de la musicalidad y del poder para trabajar bien la palabra exacta, capaz de crear ese efecto que traspasa los límites de una realidad cognoscitiva y reconocible, a su vez otra de sus características añadidas que ensancha los límites establecidos en las relaciones y modos humanos para al final detenerse, fijándolos en un gesto o una mirada, la de Isabel Moreno García que celebra así con su actitud la superación del desastre y reivindica con su literatura la trascendencia de cuantos numerosos detalles y encuentros cotidianos nos enfrentamos a diario; es entonces cuando la prosa de Moreno García cobra toda su fuerza, y entona ese acertado canto a toda una existencia.

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