lunes, marzo 14, 2016

El acero y la seda, José Abad


Ilust. José Ruanco. Traspiés, Granada, 2015. 96 pp. 12,80 €

Miguel Sanfeliu

José Abad es un escritor granadino quizá más conocido por su faceta de ensayista, pese a que tiene publicadas dos novelas y un libro de relatos. Ahora, en la colección Vagamundos de la editorial Traspiés publica El acero y la seda, un volumen en el que se reúnen cuatro relatos ambientados en el Japón ancestral de los samuráis y las grandes batallas. El libro está bellamente ilustrado por José Ruanco. En estas historias nos encontramos con el Japón milenario plagado de leyendas y magia, de sucesos sobrenaturales, de épica y lances de honor, una tradición literaria no demasiado arraigada en nuestra literatura pero que, de alguna manera, apunta a nuestro corazón y nos llega muy profundo, con una carga emotiva que pareciera apuntar a algún lazo ancestral que ignorara la gran distancia y diferencia cultural que nos separa.
Me ha llamado la atención la riqueza del lenguaje y la precisión de las descripciones, así como el ritmo pausado de la narración, que acrecienta el carácter misterioso de la misma. El placer de la lectura, el gusto de esas leyendas que conectan con nuestros más atávicos miedos, ha conseguido sumirme en una ensoñación que me ha transportado a mi juventud, cuando descubría con asombro el poder de traslación de la literatura.
La indagación en la historia para averiguar cuándo comenzó la enemistad entre los clanes Azuma y Kasuga, germen de "Holocausto", el primer relato, en el que se plantea si debe uno cumplir su palabra aun cuando las circunstancias señalen lo contrario, sienta las bases de este libro. No creo que sea vano que finalice con la frase «Los caminos del escritor y el lector están destinados a encontrarse». Esa persecución sin fin en el cuento "Kagemusha", con la precisa descripción del paisaje y, sobre todo, con la potente imagen de esa cueva que ofrece un refugio seguro en una noche de tormenta, y en cuya entrada parece verse la silueta de un guerrero montado a caballo, un guerrero que parece ser el mismo protagonista, está contada de un modo admirable.
La sobrenatural historia de "El vuelo incierto de la libélula, el vuelo inquieto del gorrión" consigue mantenerte en un suspense tenso, mientras pasan los años y esperamos el desenlace de ese reencuentro entre unos amantes que esperan volver a abrazarse a pesar de la muerte, venciendo al tiempo y al destino.
El destino es sin duda el protagonista principal de este libro. Me gusta mucho la frase «el azar sólo es la máscara que usa el destino para salirnos al paso», del último cuento, el titulado "Un cerezo en flor y un charco de sangre", en el que queda claro que el desenlace es lo de menos, que lo importante es que estaba escrito y que "al abrir un libro, el lector debe estar dispuesto a correr ciertos riesgos".
Y yo animo a que corran el riesgo de abrir este libro y dejarse seducir por estas historias que consiguen activar ese imaginario en el que nos vemos como supervivientes en mitad de un bosque en cuyas sombras acechan los peligros.

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