miércoles, octubre 14, 2015

La balada de Sam, Javier Márquez Sánchez


Alrevés, Barcelona, 2015. 320 pp. 18 €

Juan Laborda

Un hombre en busca de sus raíces, entre referentes cinematográficos y realidades culturales mexicanas, es el motor de este libro que entronca con esa bonita tradición de jugar a crear literatura ensamblando referentes vitales, guiños culturales y modelos fílmicos. No en vano, explicaba un buen amigo aquello de que pensamos nuestras novelas cinematográficamente. Márquez, experto en estas lides, periodista curtido, melómano cinéfago, músico sentido y hombre de frases afortunadas, construye sus novelas como su propia vida: con los deseos estetas de entender otros mundos, otras formas de sentir y de crear, con el anhelo de hacerse con ellas y de saborear la existencia como si de un caballito de tequila se tratara. Plano a plano, frase a frase, frame a frame el autor crea un universo de lecturas infinitas ocurridas en un par de días en México.
Frank Benedict, un periodista en horas bajas tanto en lo personal como en lo profesional, descubre por un capricho del destino que su padre, al que consideraba un ser egoísta que les abandonó en la infancia, no lo fue tanto. Parece que el progenitor, Chico Montes, formaba parte del núcleo duro de un cineasta de raza, de aquellos que llevaron un México tópico a Hollywood, pero que retrataron con garra las miserias de la naturaleza humana. Sam Lonergan, trasunto de otro Sam, de otro tiempo y de otro cine, fue el director maldito, cuya suerte estuvo ligada a la de ese Chico Montes, humano y desconocido, que el periodista va descubriendo a través de retazos de aquellos que le trataron. Reconstruir una existencia a partir de los fragmentos, las anécdotas y las perspectivas que ofrece un nutrido grupo humano es un planteamiento cargado de historia. El relato oral, aquí escrito, bien sea juglaresco, de un corrido o un panegírico es una de las formas más épicas de conformar los recuerdos y las opiniones.
Triunfo, un pequeño pueblo mexicano y antaño sede del rodaje de aquellas películas, se convierte ahora en el plató propicio para descubrir a un padre perdido, resolver pleitos del pasado o encontrarse con uno mismo a través de una catarsis provocada por el alcohol, los sentimientos ciertos o la muerte.
Los Vargas y los Aguilar, familias oligárquicas y enfrentadas, nos dibujarán la historia reciente del país, harán de generosos cicerones y desvelaran los secretos de la gastronomía y el sentir de la frontera. Nada es gratuito en Triunfo, ni los homenajes a un director maldito, ni los miedos y cuitas del pasado. Nada es ajeno a la experiencia del dolor.
Una narración que destila cine, de Ford a Lang, y que dibuja personajes tan entrañables como contundentes consigue emocionar por lo sencillo y lo fuerte. Todo amante del cine, de la música y de la vida disfrutará desentrañando sus múltiples referencias. No se la pierdan.

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