lunes, junio 08, 2015

Riplay. Historias para no creer, VV.AA.

Adriana Hidalgo Editora, Alcalá de Henares (distrib.), 2014. 208 pp. 16,50 €

Pedro Pujante

Una de las tareas más raras y fascinantes que el hombre ha acometido es la creación de libros. Y el adjetivo ‘rara’ no es casual. Porque el libro, esa prolongación de la imaginación, que diría Borges, es un artilugio interminable, interactivo y abierto que comunica al menos a dos seres a través del tiempo y el espacio. Dos seres: el lector y el escritor.
No obstante, en esta antología la experiencia es multitudinaria, porque acuden a estas páginas bizarras una suerte de escritores contemporáneos que han decidido contarnos algo. Un cuento, quizá un verso, un fragmento de noticia. Una ilustración, una fotografía. Y a pesar de las diferencias de sus autores todos los textos tienen un denominador común: Robert Ripley, un conocido caricaturista que recogía en su columna ‘Believe it or not’, extraños sucesos, casos y lugares exóticos en todo el mundo. De esos casos que hoy día nadie creería. O quizá sí.
En forma de homenaje, este libro que han editado Jorge Carrión (Tarragona, 1976) y Reinaldo Laddaga (Rosario, 1963), es un compendio de textos, con imágenes, que recoge una actualización en clave literaria de aquel mundo extraño y sensacionalista que debió de ser la sección periodística de Ripley.
Ripley llegó incluso a construir un museo. Este libro, a su modo, es un museo también. En sus estantes y vitrinas podremos observar las breves criaturas que han pergeñado autores como Mario Bellatin, Juan Carlos Márquez, Javier Moreno o Edgardo Cozarinsky. Laura Fernández, Manuel Vilas, Jon Bilbao, Sergio Chejfec o Rodrigo Fresán. Una lista de grandes escritores contemporáneos en lengua castellana. Y muchos más. No los vamos a detallar aquí a todos porque esta reseña se haría interminable.
La idea consistía en que cada autor recrease a su manera, y teniendo en cuenta el espíritu de los textos y viñetas de Ripley (bizarros, increíbles, raros, breves, fugaces), su variación escrita o dibujada. Se ha pretendido salvaguardar el espíritu original, incluso se mantienen los títulos ripleyanos. Y creo que el efecto final es logrado. Porque, a pesar de la diferencia de las plumas y argumentos, el libro es en cierto modo homogéneo. Y quizá ese sea uno de los aciertos de esta antología. Además de haber logrado traducir un universo de origen pulp a una coordenadas literarias de gran calidad. Aunque realmente, leyendo este libro híbrido y trasgresor, uno no tiene muy claro dónde están las diferencias, dónde colgar las etiquetas.
En él se cuentan o reseñan las vidas de hombres ciegos que pueden ver en la noche, mujeres sin miembros, niños con dos penes o de piel transparente, pájaros que ladran, una madre progresiva (léanlo y lo entenderán) y demás extrañezas genéticas, a mitad de camino de lo macabro y lo sobrenatural.
También hay otras situaciones esperpénticas: compra y venta de parcelas en la Luna, influencia de los alienígenas en los movimientos bursátiles, magias extrañas, costumbres de tribus oscuras de remotos países.
Textos breves, microrrelatos, algún poema, ilustraciones y fotos. Este libro se puede entender como una antología genial, macabra, divertida y poliédrica. Imaginativa y repleta de anécdotas inverosímiles. Yo lo imagino como una habitación escondida en un museo de los horrores, con fetos en tarros de cristal y monstruos disecados que te miran estupefactos.
El lector ha de adentrarse por sus laberintos, para disfrutar y revivir aquel mundo que inventó Ripley. Lo de creer o no creer, ya dependerá de cada cual.

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