viernes, febrero 07, 2014

Por qué escribo, Félix Romeo

Xordica Editorial, Zaragoza, 2013. 330 pp. 21,95 €

Amadeo Cobas

Una compilación de artículos es siempre un boceto biográfico, una radiografía de su autor. Aquí verterá opiniones y dará a conocer su punto de vista respecto de los diversos temas sobre los que tratarán sus columnas. Y si es del caso de existir conexiones y por ende reiteraciones en la sucesión de artículos, ello vendrá a convertir esas opiniones en posicionamientos rotundos que mostrarán cómo es el escritor. Si en una novela se cuelan, colamos, dejamos colar, llámenlo como quieran, esquirlas de nuestro pasado, ¿qué no ha de aparecer cuando una opinión se recaba? Lo que aquí: una vida entera.
Porque entre estas páginas Félix Romeo se descarna, se muestra impúdico como siempre lo es, sus opiniones expuestas al sol y prestas para ser refrendadas con razonamientos lógicos, obvios, personalísimos o cualesquiera otros que vinieran al rescate. Asoman esas filias suyas, como los hoteles, Lisboa, Perec, los viajes y sus vivencias en ellos…y (no entro a mentarlo más que en este breve apunte) su ardor, la pasión con la que ama libros y librerías, ora nuevos/as ora vetustas/os. O sus pesadillas, sobremanera el año y medio de vida que “perdió” mientras era recluso en la cárcel de Torrero, en su bien amada Zaragoza. Él, un insumiso frente a toda imposición, ni aún la encarnada por fusiles, militares, fundamentalismos, cegueras y cerebros huecos, valga la redundancia. Él compartiendo celda con presos comunes que encima lo motejaban de gilipollas al no entender su protesta muda. Muda, sí, por mucho que la prensa acudiese a acompañarlo el día de su ingreso en prisión: bonito gesto, sí, aunque el único que sufrirá el encierro va a ser él…
Y es que su opinión puede llegar a ser molesta, muy molesta. Nunca se esconde: «Somos basura si disfrutamos de la democracia y defendemos dictaduras, por muchos vínculos económicos que tengamos con ellas». Su cultura libresca, cimentada en los millares de libros que devora, y no sólo, porque literatura es todo para él, tebeos incluidos, le lleva a articular sobre sus viajes («Me gustan los hoteles. Cada hotel es distinto. Los hoteles están cuando tu vida está en otro lado»), algún concepto nuevo de la amistad («El amor a la aragonesa, que se caracteriza por demostrar lo menos posible que uno quiere al otro») o la coherencia y la revolución y la nostalgia y el amor y la universalidad y la tierra propia y ese contagioso gusto suyo por el polisíndeton…
Una aclaración: si he hablado en tiempo presente de Félix Romeo y algún purista tuerce el bigote, que me disculpe. Empero, aunque un maldito día de octubre de 2011 se le escapó la vida, postulo que un creador como él no desaparece jamás. Su legado está siempre al alcance. Cada vez que un lector se asome a sus escritos y a sus libros, este cuerpo reposará inerte, cierto, pero el alma vagará por los mercadillos y librerías de viejo del mundo entero «abriendo huecos para dejar pasar el aire que me limpia». Así, la chispa que irradia de cada mensaje brotado de su mente pervivirá. Un tintero lleno de valentía se ha quedado huérfano. Tanto como esas pilas de libros de su propiedad, que seguirán comprobando la carga que es capaz de soportar el suelo de las distintas viviendas en las que moró…
Leer este manual, este catálogo regala motivos para seguir leyendo. Por si alguien los necesita, claro…

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