Fernando Sánchez Calvo
El lunes 9 de diciembre del ya extinguido año comencé una historia por el final, es decir, reseñé Pan, educación y libertad, el último título con el que el escritor más “social” de la novela negra cerraba su Trilogía de la Crisis. Le toca el turno ahora a la segunda entrega, Liquidación final, donde el comisario Kostas Jaritos, en busca de pleno ascenso, se ve enfrentado a un peculiar asesino que, dificultades criminológicas aparte, incorpora la novedad de que además cae bien a la población griega, por lo menos a los parias.
¿Cómo es esto? Sencillo. Mientras los helenos más ricos, aquellos que hundieron el país, luchan por evadir impuestos y de esta manera sostener la precaria situación de la nación, una suerte de Robin Hood moderno, por supuesto anónimo, decide por iniciativa propia amenazar a los grandes defraudadores fiscales con la muerte si no saldan cuentas con Hacienda, o lo que es lo mismo, con el Estado, o en última instancia, con el pueblo griego. Dicho justiciero se hace llamar el “Recaudador Nacional”. Aunque parezca mentira, y habría que comparar qué ocurriría si esta tesitura tuviese su espejo en la vida real, los evasores, estafadores, defraudadores (ladrones) prefieren no pagar. Como era de esperar, el Recaudador Nacional es coherente y, sobre todo, cumple lo que promete: todas sus víctimas acaban atravesados por una flecha cuya punta va impregnada de la clásica cicuta que en su día se nos llevó a Sócrates.
Jaritos se enfrenta por lo tanto a un doble problema: primero, ¿quién es ese hombre que aplica la justicia milenaria por su cuenta y a diestro y siniestro?; segundo, ¿cómo detener a un asesino que se ha convertido en héroe, esperanza y solución de los problemas económicos que han llevado a Grecia a la ruina y que hasta ahora el Estado no ha sabido resolver?
En medio de esto, también los problemas del Jaritos padre de familia que sufre por su inteligente y desaprovechada hija, el Jaritos funcionario que ve una vez más recortado su sueldo, el Jaritos ciudadano que maldice y sufre protestas, enfrentamientos, suicidios y, en definitiva, el infierno en el que se ha convertido la cuna de la democracia.
Aquí lo dejo. Por su cuenta queda ya leer Con el agua al cuello y así cerrar este viaje a la semilla. Sólo una recomendación más: si pueden lean la Trilogía en la Colección Andanzas (mejor letra, mejor papel) y no en la edición de bolsillo que la editorial envió a un servidor como premio y hueso por acercarse y publicitar a Petros Márkaris.
Se nos ha aburguesado bastante Jaritos pero las novelas siguen mereciendo la pena. Me gusta mucho Markaris.
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