Salvador Gutiérrez Solís
«Me llamo Turambo y al amanecer vendrán a por mí», con esta turbadora y profética frase comienza Yasmina Khadra su última novela, Los ángeles mueren por nuestras heridas. Un comienzo que traza el devenir posterior de la historia, pero que también nos indica que nos encontramos ante una obra entendida y construida desde la concepción clásica, tradicional, de la novela. Pero huyamos de prevenciones o cautelas, ya que este evidente clasicismo de Los ángeles mueren por nuestras heridas no juega en su contra, sólo se trata de una calificación, ya que nos encontramos ante una poderosa y contundente novela.
Pícaro, desgraciado, pretencioso e indefenso, al mismo tiempo, Turambo es el gran protagonista de la nueva entrega de Khadra. Caminamos a su lado desde su dura infancia, por lo callejones embarrados y sombríos de su aldea, nos contagia su pobreza extrema, y compartimos su fulgor, estrella de la calle, héroe de los mendigos, en la gran ciudad. Turambo, en cierto modo, tiene mucho de esos personajes extremos, sin nada, desnudos ante la vida y sus circunstancias, que tan bien nos mostraron los Delibes, Cela o Umbral, en esa España huraña y ruin de la posguerra. Porque Argelia, la que nos muestra Khadra, tiene mucho de esa España de Las ratas y de La colmena, similares en sus bajezas materiales y humanas, apenas son perceptibles las diferencias.
La historia de Turambo es la de un viaje real y emocional, por esa Argelia colonial y bipolar, de oro y barro, de tragedia y opulencia, de abundancia y hambre. Khadra domina todos los planos, del gran angular al plano secuencia, sin obviar el primer plano. Se vale de todos ellos para ofrecernos detalladas y exactas imágenes de lo general, las ciudades y sus gentes, la diferencia de clases, la sociedad argelina en su conjunto, pero también para colarse en el interior de los personajes que deambulan por la historia, todos ellos dotados de una fuerte expresividad narrativa.
Los ángeles mueren por nuestras heridas es una novela vibrante, eléctrica en determinados pasajes, luminosa, por la totalidad que nos ofrece de esa Argelia a pie de calle. Una de esas novelas con aroma de artesanía, ese que sólo se consigue por medio de una narrativa transparente, sincera, verdadera, impecable. Puede que esa sea la palabra que mejor define la última novela de Yasmina Khadra: impecable.
Estoy con ella siguiendo las andanzas de Turambo.
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