Ángeles Prieto Barba
No podemos iniciar la reseña de este libro sin recordar a ese otro del que es claramente deudor: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II de Fernard Braudel, gran obra que cambió para siempre nuestra manera de concebir la Historia. Pero debemos tener en cuenta que todos los libros de Historia envejecen, por muy importantes que sean y al contrario que los grandes clásicos de la literatura, necesitan correcciones y ampliaciones. Precisamente lo que ha realizado David Abulafia con este exhaustivo trabajo de síntesis tan encomiable.
Nos encontramos pues ante un manual divulgativo, útil e interesante porque recoge todos y cada uno de los hitos bélicos y comerciales, pero que además resulta eficaz porque está muy bien estructurado en un triple esquema cronológico, geográfico y temático. Para empezar, entre flujos y reflujos de esplendor y decadencia, Abulafia considera que hubo cinco Mediterráneos. Asunto que puede ser discutible y objeto de debate, pero que sin embargo sirve al autor para transmitirnos con claridad los cambios. El primero, en largo y tranquilo recorrido, llegaría hasta el azote de los Pueblos del Mar y la caída de Troya; el segundo se centra en la larga Pax Romana, que sirvió para librar a las aguas del Gran Mar de los piratas; el tercero, medieval, llegaría a su fin tras la Peste Negra; el cuarto contemplaría su derrumbe comercial por el auge de la navegación en el Atlántico y llegaría hasta la apertura del Canal de Suez y el quinto, ya en clara decadencia, sería el Mediterráneo que conocemos ahora.
Respecto al ámbito geográfico, Abulafia recorta significativamente los pueblos a estudiar ateniéndose a aquellos que pueblan sus orillas, sus islas y costas, sin abarcar culturas que se desarrollan tierra adentro. Cada uno de estos pueblos protagonistas va a ser estudiado en profundidad, con capítulo aparte, precisamente cuando transcurra su máximo periodo de esplendor. Lo mismo cabe decir de las múltiples y significativas historias personales en las que se detiene, que de acuerdo a los parámetros de la historiografía actual, cubren un abanico social muy amplio. Es decir, no sólo conoceremos pequeñas biografías de reyes, nobles y jefes de gobierno, también de esclavos, comerciantes, aventureros, peregrinos, piratas y mujeres. Mención aparte se merece por ejemplo doña Gracia Mendes, judía portuguesa que, gracias a su gran habilidad en los negocios, consiguió el traslado y acogida de un importante contingente de sefardíes en Estambul a mediados del siglo XVI. Asimismo cabe destacar el destacado papel que el autor, judío sefardí, otorga al Pueblo Elegido en los avatares del Mediterráneo. Tarea que se agradece porque es materia poco conocida por estos lares.
En un manual tan extenso como éste, no es de extrañar que encontrara tres pequeñas imperfecciones. La primera es la redundancia absurda del subtítulo, dado que toda historia, de cualquier tipo o clasificación, sólo puede ser humana. La segunda es el empleo del término “morisco” para referirse a los piratas norteafricanos en tiempos de Roma y la tercera, incluir el “palo Brasil” como objeto de comercio en Egipto durante la Edad Media. Como evidentemente aún no se había descubierto América, el autor debió referirse a otro tipo de sustancia colorante. En cualquier caso, pequeños detalles que no menoscaban la calidad de una obra que ha sido elaborada consultando una amplia bibliografía actualizada.
En estos tiempos de decadencia, con un Mediterráneo amenazado, estando sus dos orillas claramente en crisis política, económica y ecológica, volver la vista atrás se hace imprescindible. Porque en esta sociedad globalizada, si acercamos la lupa a ese charco minúsculo, donde tantas veces se vertió sangre por causas políticas o comerciales, encontraremos el origen y las causas de lo que somos aquí y ahora. Como también podemos hallar algunas soluciones en este libro de lectura muy recomendable para los que quieran informarse e imprescindible para estudiantes de Historia y profesores.
Señor Abulafia, su libro me fascina pero hay un pequeño detalle, que me llama la atención ¿Por qué llama catalán continuamente lo que fue un reino aragonés? Resulta inquietante como los catalanes se han apropiado de esta historia común, que comparten varios pueblos de España, para promocionar su producto nacionalista, lo que es más preocupante es que intelectuales como usted secunden, consciente, o inconscientemente, esta superchería histórica.
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