Victoria R. Gil
A través de una iniciativa similar a la que alumbró el año pasado PervertiDos: Catálogo de parafilias ilustradas, cuyos contenidos se seleccionaron por medio de una convocatoria pública en internet, Ediciones Traspiés acaba de publicar Desahuciados. Crónicas de la crisis, una colección de microrrelatos que escarba en las cloacas de la Gran Recesión de la mano de medio centenar de escritores y más de cincuenta ilustradores que demuestran que la buena literatura no es incompatible con la crítica social. Ni tampoco con el compromiso más pragmático, como demuestra la decisión de destinar a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) los beneficios económicos que se obtengan de su comercialización.
En este libro, la narrativa ha dejado de ser neutral y «despierta así del letargo apolítico generalizado» en que ha vivido durante años, como apuntan en el prólogo José Antonio López, de Traspiés, y Rafael Caumel, responsable de Taller Paréntesis, impulsor del proyecto. Los textos y las ilustraciones reunidos en un volumen de pequeño formato y cómodo manejo difieren en calidad y extensión, e, incluso, en temática, que alguno prefiere hablar de otras cosas, aunque nadie ha dicho que el desamor no sea el peor de los desahucios. Pero todos, de un modo u otro, reconocen «la urgente necesidad de pasar a la acción» y «retomar la importancia de la denuncia en la literatura». El modo en que cada uno lo haga ya es cosa suya.
Si “La derrota”, de Ángel Olgoso, deja patente lo ineludible de algunos desenlaces, sin margen para la fuga, “Ojalá”, de Juan Carlos Friebe, nos regala una historia de pérdidas con un saludable humor negro que, al final, resulta más contundente que cualquier llanto. Similar objetivo debió impulsar a Care Santos cuando escribió ese cuento un poco absurdo y un mucho inquietante que es “Compraventa”, donde el libre mercado no es más que una coartada para el saqueo.
No falta quien, como Federico Villalobos en su “Nueva fábula de la cigarra y la hormiga”, actualiza al siglo XXI las clásicas enseñanzas de Esopo para convertir en implacable banquero a la antaño frívola e irresponsable cigarra, y reducir a las laboriosas hormigas a un estado de esclavitud. «—Lo lamento —les dijo la cigarra—, pero el grano ha perdido su valor y no basta para pagar vuestras viviendas. Debo quedarme con ellas. Para saldar la deuda, trabajaréis más. Yo misma asumiré la gestión del hormiguero». Seguro que les resulta conocido el argumento.
Incluso el sexo, en opinión de Mercedes Molina, puede revelarse como un beneficio colateral de la crisis, a tenor de su relato “El intruso”, consuelo que también encuentra José Abad en “Derroche”: «De modo que Lola y yo hemos vuelto a follar como en nuestros años mozos. No nos privamos de nada. Los polvos han recuperado su carácter espectacular, hollywoodienese, y duran lo que una película de romanos».
Los aficionados a la ciencia ficción no deben perderse el particular homenaje de David Roas a la novela Soy leyenda, de Richard Matheson, y a la adaptación cinematográfica que protagonizara en 1971 Charlton Heston: The omega man. «Al principio, la gente trataba de defenderse, pero sólo conseguían enfurecerlos más. Pronto se hizo evidente que era imposible vencerlos. Y todos nos resignamos». ¿Nos dirigimos hacia un futuro tan desesperanzador?
Juan Vico, María Zaragoza, Manu Espada, Ángeles Escudero, Sergi Bellver y Juan Antonio Masoliver son algunos de los escritores que tratan de responder a esa pregunta, mientras que la relación de ilustradores incluye, entre otros, a Gregorio Delgris, Ángeles Muñoz, Carlos López, Ana Isabel Sanz, Arcadio García y a un Norberto Luis Romero que se transmuta en notario de la realidad con un collage fotográfico que levanta acta de los escombros. Todos ellos ofrecen su personal visión de una crisis económica que está cambiando —ha cambiado ya— nuestro mundo y a la que se oponen tomando partido por los desahuciados; del hogar, del trabajo, de la vida. Partido hasta mancharse.
Gracias Cristina, Gacias Victoria por contribuir con la crisis!!
ResponderEliminarUn abrazo
Norberto