Cristina Consuegra
Una de las claves de la experiencia de la vida, de su ejercicio, es la mirada extraña, es decir, esa otra forma de mirar hacia el acontecer, hacia el asombro y el misterio. De esto sabe y conoce la poesía, la gran disciplina de la sugerencia y el silencio. La disciplina del simulacro. Nadar en agua helada (Bartleby editores, 2012), de Recaredo Veredas, reúne buena parte de estas claves necesarias para que la poesía respire y conceda el aliento preciso para que el verso exista, para que la palabra despliegue los silencios medidos y así medir el mundo, ajustarlo a imágenes que sólo el verso hace posible; el mismo aliento necesario para que la palabra quede varada en lugares soñados por el poeta, figura siempre alerta, y los que arrastrará a quien esté dispuesto a ampliar territorios sensoriales y extender la geografía de su conocimiento.
Nadar en agua helada es un poemario contundente y versátil a pesar de su precisión, de cierta obsesión por reducir la expresión, y su significado, al mínimo. Un conjunto de 47 poemas que deja en la boca del lector un extraño sabor a madera, a hogar abstracto, quizá perdido o sólo imaginado, pero un hogar que convierte a este poemario en un título atractivo y singular. Gracias a un argumento que queda suspendido en el hielo, del que el lector debe responsabilizarse, y con un ejercicio de la palabra que destaca por su capacidad evocadora y por la presencia perpetua de lo orgánico, este título puede y debe ser considerado como un gran homenaje a la belleza, a la experiencia de la vida, a la constante ficción/realidad y al cuestionamiento de uno mismo.
Cada uno de los poemas que da vida al esqueleto de Nadar en agua helada son pequeñas escenografías, escuetas instantáneas, que el autor entrega al lector, como postales de cierta lógica cronológica, para que la ficción cobre vida, para que esas 47 imágenes de lenguaje introspectivo, que huye de artificios, edifiquen la vida de su protagonista. Poemas como fracturas, como grietas de una existencia, como cuestiones en torno a lo que se es, o sucede. Una vida ficcionada desde el argumento de la poesía.
No es fácil aproximarse al poema desde el territorio prosaico, desde la ficción experimental. Por ello, sorprende que Recaredo Veredas, de habitual pelaje narrativo, haya facturado un título de tamaña solvencia poética. Un poemario que no sólo asume la condición de tal disciplina, sino que se asoma a otros horizontes, como el fílmico y el pictórico, y que convierte a Veredas en una de las voces más singulares y prometedoras dentro del terreno poético.
¿El mismo autor se reseña su poemario? Qué nivel...
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