Trad. Juan Carlos Gentile Vitale. Intr. y epil. Marie Stravlo. Martínez-Roca, Barcelona, 2012. 415 pp. 20,50 €
No es conveniente disponerse a leer un libro como este sin tener una cierta idea de lo ocurrido en Ekaterimburgo la noche del 17 de julio de 1918, así como conocer los ríos de tinta que corrieron después, con más de doscientos personajes reclamando para sí ser uno de los Romanov que parecieron aquella madrugada. Por ello creo necesario, como muestra de respeto a los lectores, ponerles previamente en unos antecedentes fundamentales que, de ser consultados, podrían decidir la suerte editorial de un libro que no se nos vende como obra de ficción, sino como memoria de hechos reales.
Pues aquella noche tuvo lugar un hecho desventurado: el fin de la dinastía Romanov, bajo vigilancia de esos Soviets en plena guerra con unos rusos blancos tan próximos, que decidieron acabar con la vida de la familia imperial, antes de que fueran liberados por el bando contrario. Y efectivamente, tras ser leída una sentencia condenatoria a Nicolás II, un pelotón al mando de Yakov Yurovski tiroteó a todos sus miembros en Ekaterimburgo, remantándolos a golpes de bayoneta. Una matanza ciertamente cruel y de la que difícilmente pudieron salir con vida al Zar, el zarévich Alexis, la zarina Alejandra, sus cuatro hijas: Olga, Tatiana, María y Anastasia, el doctor de la familia y tres sirvientes.
Pero sólo un año después, en el Berlín de 1919, una joven fue rescatada milagrosamente, tras intentar suicidarse en un canal, por lo que fue ingresada en un psiquiátrico de inmediato. Nadie sabía quien era aquella muchacha que hablaba alemán perfectamente, ni de dónde procedía y parece ser que, tras recuperarse un poco, manifestó ser Anastasia. Una mujer que posteriormente contraería matrimonio con un norteamericano, pasaría a llamarse Anna Anderson, llegaría a ser rica y objeto de una famosa película, protagonizada por Yul Brynner e Ingrid Bergman, a la que otorgarían el Óscar. Con ella, indudablemente, nació y permaneció la leyenda.
Muchos años más tarde, los periodistas Anthony Summers y Tom Mangold en 1976 se dispusieron a publicar The file on the Tsar, publicada en España por Plaza & Janés, con un apéndice interesante donde se defendía la supervivencia de la zarina y sus hijas, que se libraron de la matanza refugiadas en Perm, así como la intervención del rey español Alfonso XIII y del Papa Benedicto XV, para que separadas, pudieran llevar una vida anónima y acomodada. Pues bien, tras este libro, salieron a la luz otras supuestas Tatianas, Olgas, Anastasias y Marías, dejando testimonios publicados, como el de Tatiana donde alegaba ser la única en librarse de la matanza, fingiéndose muerta tras el tiroteo.
Pues bien, este será el mismo argumento que utilizará la Olga Nicolaievna de este libro, para declararse también única superviviente, utilizando para ello un personaje salvador que nos resultará familiar a todos los que hayamos leído María Antonieta de Stefan Zweig: ese romántico oficial, el conde Axel de Fersen, que pone en peligro su vida numerosas veces, por salvar a su amor platónico.
En el libro que nos ocupa, este oficial tomará el nombre de Dimitri K., sin que lleguemos a conocer su apellido, pero que resultará providencial, casi angélico, para la supervivencia de Olga. Un Dimitri que hasta llega a asesinar a otra joven para que ocupara el lugar de Olga. Una Olga que además, justificará varias veces en esta biografía la pérdida del color, volumen y fortaleza de un pelo que jamás será el mismo, tras la traumática experiencia, así como su rocambolesca partida de Rusia hacia Alemania no por la frontera oeste como sería verosímil, sino recorriendo toda Siberia hasta Vladivostock, en el otro extremo, para entrar en China y desde allí, cruzando el Pacífico, llegar a Estados Unidos y más tarde a Europa y Hamburgo, donde se establecería sin que tengamos idea de con qué medios económicos pudo costearse tan largo viaje, finalizando la difícil primera década del siglo XX.
Su protector será allí el káiser Guillermo II, que le proporcionaría documentación
falsa, sin olvidar tampoco un Vaticano que custodiaría las joyas perdidas de la familia Romanov, puestas allí a buen recaudo por Nicolás II, en vez de depositarlas con las autoridades de la Iglesia Ortodoxa a la que pertenecía. Este sería el resumen de un libro que no resulta pesado gracias a la inclusión de poemas, lamentos de pérdida por la vieja Rusia y manifiestos políticos.
Pero hete aquí que, en 1991 y años posteriores, se encontraron todos y cada uno de los miembros de la familia imperial en dos fosas distintas, restos que fueron meticulosamente analizados por especialistas en ADN mitocondrial de Rusia, Estados Unidos e Inglaterra, examen para que el prestó su sangre Felipe de Edimburgo, esposo de Isabel II, y con el patronazgo de una BBC ansiosa por despejar dudas. Todo con la finalidad de averiguar si fue posible la supervivencia de alguno de los miembros de esta familia tan infortunada. Incluso se llegaron a analizar los restos de Anna Anderson, determinando que ninguna relación genética tenía con los Romanov. Y no, los once cuerpos buscados allí se encontraron siempre. Porque los resultados fueron concluyentes, estando ya perfectamente identificados: Roma locuta, causa finita. O lo que es lo mismo, hablando la ciencia, poco tenemos que contar ya.
Sólo destacar qué frágiles son los límites entre la realidad y la fantasía y qué difícil es conseguir la verosimilitud en una obra de ficción, cuanto más en un libro que pretende transmitirnos hechos verdaderos. Juzguen ustedes mismos.
¿"Parecieron" o perecieron?
ResponderEliminarEl que critica la obra evidentemente toma la historia oficial como algo incuestionable y ahi el error. esta obra es interesantisima pues vuelve a poner sobre el tapete la muy posible teoria de la superviviencia de la Familia Imperial. De hecho hay nuevos documentos que muy pronto veran la luz y por supuesto el nuevo libro del historiador Marc Ferro que apoya esta tesis.
ResponderEliminarAcaba de ser ublicado en el reino Unido una interesantisima novela con algunos de estos documentos titulada The Lost Romanov Icon & The Enigma of Anastasia ( www.thelostromanovicon.com) ademas de otra con el titulo The Romanov Conspiracy que merecen ser leidas.
A Marga Boods/ OLga Nicolaievna la reconocieron algunos miembros de su familia ademas del Vaticano. La Caja de Pandora esta abierta.
Se equivoca el critico de este libro en aceptar la matanza de la Familia Imperial y los huesos encontrados en 1991 como los de los Roomanov. Muchos cientificos ponen en duda esto asi como la Iglesia Ortodoxa Rusa e incluso algunos miembros de la Familia Imperial.
ResponderEliminarLas memorias de la Gran Duqiesa Olga sn interesantisimas porque aunque escritas en los años 50 no han visto la luz hasta ahora por presiones vaticanas en la epoca.
Aconsejo la lectura a aquellos interesados en este misterio del nuevo libro publicado en Francia por el historiador Marc Ferro que cree firmemente en la supervivencia de la Tsarina y las Grandes Duquesas. Tambien miren la pagina web www.thelostromanovicon.com donde los autores de la novela The Lost Romanov Icon & the enigma of Anastasia explican con nuevos documentos la tesis de la supervivencia.
Yo Vivo, las Memorias de Olga Nicolaievna abren la caja de Pandora nuevamente sobre este apasionante misterio historico. Recomiendo su lectura pues puedo asegurarles que no se trata de una historia de ficcion.
Una vez leído este libró las dudas continúan intactas,la iglesia ortodoxa rusa todavía no se cree la última versión oficial...yo tampoco pronto saldrán más libros aclarado este asunto,en Francia Marc Ferro acaba de publicar uno y un relato historiado disfrazado de novela en Inglaterra continúan arrojando luz en este oscuro pasaje histórico .
ResponderEliminarUna vez leído este libró las dudas continúan intactas,la iglesia ortodoxa rusa todavía no se cree la última versión oficial...yo tampoco pronto saldrán más libros aclarado este asunto,en Francia Marc Ferro acaba de publicar uno y un relato historiado disfrazado de novela en Inglaterra continúan arrojando luz en este oscuro pasaje histórico .
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