viernes, octubre 19, 2012

Boneshaker, Cherie Priest

Trad. Álvaro Sánchez-Elvira Carrillo. La Factoría de Ideas, Madrid, 2012. 318 pp. 20,95 €

Julián Díez

El steampunk lleva ya más de una década consolidándose como uno de los subgéneros de referencia de la literatura fantástica. Para quien no lo conozca, se trata de una fantasía inspirada en un posible desarrollo de la tecnología decimonónica: máquinas de vapor, mecanismos de relojería, carbón y acero... Una especie de sueños de Julio Verne o H. G. Wells pero hipervitaminados por descubrimientos posteriores que bien podrían, en parte, haberse realizado en esa época.
Beneficiado sobre todo por un poder iconográfico obvio, en parte por su triunfo en el cómic de la mano de Alan Moore y algunas adaptaciones cinematográficas más vistosas que efectivas, el steampunk produce regularmente una decena larga de novelas interesantes en el panorama anglosajón cada año, pocas de las cuales llegan a traducirse. Boneshaker en castellano es una excelente sorpresa, propiciada por el hecho de que haya conseguido algunos premios y sea obra de una escritora joven a la que cabe augurarle un futuro, si no sabemos aún si brillante, al menos digno de seguimiento.
Por si no ha quedado suficientemente claro por lo escrito hasta ahora, el steampunk es básicamente un género... digamos que molón: hay chismes fascinantes, mujeres de acción en corsé y un permiso tácito para emplear malos de una pieza, chapados a la antigua. Y todo ello usando para la construcción de las innovaciones una tecnología fácilmente comprensible para el lector medio, a diferencia de los desarrollos muy avanzados de buena parte de la ciencia ficción contemporánea.
El acierto de Cherie Priest es que en su coctelera argumental suma a esa base steampunk otro buen puñado de elementos molones: en esta novela se juntan los zepelines con los piratas, los zombis, las drogas de diseño y los científicos locos. Si a esto le añado como breve resumen introductorio que está razonablemente bien escrita... Bueno, si con esto no les tienta al menos un poquito leerla, es que realmente no compartimos la misma sintonía vital.
La protagonista principal de la historia es una atractiva madre coraje, Briar Wilkes. Es viuda del hombre que destruyó hacia 1850 un Seattle paralelo al probar una tuneladora gigante, el Boneshaker del título, creado para extraer las riquezas de Alaska. El resultado fue la salida a la atmósfera de un extraño y denso gas que dejó la ciudad  convertido en un erial, habitado por una suerte de muertos vivientes y aislado por un alto muro que sólo patibularios contrabandistas se atreven a cruzar, puesto que del gas puede extraerse una extraña sustancia alucinóngena.
Además de esposa del inventor, Briar era hija de un policía que se convirtió en leyenda entre los supervivientes al ayudar a la gente durante el desastre. La sombra de esa figura es la que hace que el hijo adolescente de Briar, Zeke, se atreva a entrar en la ciudad, a la que accede también la madre para su rescate. La novela es básicamente su aventura en un entorno alucinado, en el que Priest dosifica las sorpresas y la acción. Los dos personajes protagonistas, si bien de armazón convencional, están bien retratados por la autora, que luego construye una galería de secundarios de fondo con interés suficiente para enriquecer la trama, en particular el capitán Cly.
Boneshaker se lee de entrada con sensación de placer culpable, pero es algo más: una divertida muestra de imaginación e ingenio. Anotado por mi parte el nombre de Cherie Priest como autora a seguir.

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