Cristina Davó Rubí
Satisfacción por el trabajo bien hecho es lo que debe sentir el equipo de la editorial Nórdica que ha llevado a cabo la monumental publicación de Cuentos para un año, de Luigi Pirandello (Agrigento, Sicilia, 1867 - Roma, 1936). Sin olvidar el excelente prólogo y traducción de Marilena de Chiara y el asesoramiento literario de Jorge Carrión. Así que los lectores españoles podemos considerarnos afortunados de tener a nuestro alcance la cuentística íntegra del genial autor italiano; en una edición de calidad además. Dividida en tres volúmenes, que suman más de 2300 páginas, una obra con los 240 cuentos que Pirandello escribió a lo largo de su vida. Su proyecto, como el título indica, era escribir un cuento para cada día del año, pero la enfermedad le impidió acabar tan titánica tarea. Aunque más conocido por su faceta de autor teatral —considerado de los más importantes dramaturgos italianos del periodo de entreguerras— e incluso por sus novelas, algunas tan famosas como El difunto Matías Pascal (1904), es de justicia afirmarlo también como un sobresaliente escritor de cuentos. Es más, se puede decir que en los relatos encontramos el germen de las obras teatrales pirandellianas. Toda la obra del escritor siciliano se basa en la contradicción de la condición humana. En el teatro, esta se muestra de una forma cruda y directa, mientras que en los cuentos resulta más matizada y sutil. Por qué no se cita a Luigi Pirandello en las nóminas de grandes autores de cuentos es algo que puede deberse a la falta de traducciones —aunque en inglés empezaron a traducirse en los años 30, en francés no ocurrió hasta entrados los 70, o en español incluso más tarde— y a la simple inclusión en antologías. Por otra parte, los cuentos pirandellianos son muy variados tanto técnica como temáticamente, imposibles de ajustar a patrón alguno, lo que quizás supuso su exclusión del canon del cuento contemporáneo. Tampoco hay que obviar, por supuesto, su tremenda fama como autor dramático, hecho que posiblemente eclipsó el resto de su producción. En 1934, el escritor italiano fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Situados en el paisaje siciliano, en los relatos de Luigi Pirandello adquieren una importancia fundamental los personajes. No lejos de la influencia del expresionismo, las personas se transforman en personajes a manos del escritor; se trata de máscaras que representan las convenciones sociales a que está sujeto el individuo. Encontramos en la densa galería pirandelliana personajes de todas las edades y condiciones, si bien siempre tiende a centrar el protagonismo en tipos populares. No son personajes abstractos, sino al contrario, están perfectamente definidos y transpiran vida. Una presencia constante, por tanto, es la muerte: suicidios (Mantón negro), asesinatos, fallecimientos repentinos, enfermedades (El viaje). En el personaje pirandelliano es muy relevante el nombre propio, dotado siempre de simbolismo fonético y en relación con los rasgos físicos y morales de quien lo porta (Nené y Niní, Tanino y Tanotto). En este sentido, no debemos olvidar el concepto de humorismo tratado por el autor italiano, que dota a los personajes de una comicidad trágica.
Pirandello denunció la hipocresía de la vida social, abogando por una existencia individual. Además, vivió atormentado por sus propias contrariedades, como la enfermedad mental de su esposa, de la que tuvo que ocuparse durante veinte años. En sus cuentos se despliegan toda una serie de problemas existenciales: la locura (los jubilados de la memoria), la soledad del hombre moderno, la exclusión (Lejos), la falta de comunicación, el carácter efímero de los ideales políticos y religiosos (La capilla), lo absurdo de las convenciones sociales (Cuando estaba loco)… a todo esto, Pirandello no da ninguna solución posible. Su única y segura salida es la escritura. Sin duda la riqueza de estos cuentos radica en la diversidad de registros. Van desde el realismo o la escena de costumbres a la reflexión filosófica (Un poco de vino), pasando por la autobiografía (El humo), la metaliteratura (La elección), la deformación a través de lo grotesco (¡Piénsatelo, Giacomino!) o la fantasía (Mal de luna), en una búsqueda del autor por acercarse a la esencia de las cosas. Si bien, como en su dramaturgia, Pirandello concluye que no se puede llegar al conocimiento verdadero y objetivo. Él sólo puede ofrecernos trozos de vida, “pequeños espejos” en los que nos veremos reflejados.
Para un año, y para toda la vida. Excelente invitación a la lectura. Pedro M. Domene
ResponderEliminarAcabo de empezar a leer sus cuentos. La verdad que me están gustando aunque la temática es muy variada. Algunos enganchan más que otros. La edición, hermosa.
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