Lorena Bou Linhares *
Firma invitada
En El regreso del hijo pródigo de André Gide, el padre pregunta con insistencia «¿qué es lo que te ha hecho volver?». Y la respuesta del hijo alude a la resignación: «No sé. Tal vez la pereza». Pero aunque el volver se lleve a cabo por conformismo, por arrepentimiento o incluso por vanidad, el elemento que completa la posibilidad del regreso es la figura de quien espera. En Papi, de la escritora dominicana Rita Indiana, quien aguarda el regreso es la hija, porque quien se va es papi, un papi que adquiere dimensiones colosales a medida que aumenta su lejanía. Como dice la canción de Héctor Lavoe, ante la ausencia, ella lo sigue esperando, y lo hace en un mundo que, según la novela, se divide en tres áreas: la calle, la casa y lo otro.
La calle
«Papi es como Jason, el de Viernes trece. O como Freddy Krueger. Más como Jason que como Freddy Krueger. Cuando uno menos lo espera se aparece.» Así comienza la novela, con la clara intención de vincular el regreso de papi con una película de terror. Pero más allá del miedo, y de las ganas de que el miedo pase, lo que abundan son las sospechas de la hija. Si papi está por venir, como todos dicen; si papi está a la vuelta de la esquina, como todos aseguran, una sola imagen basta para entender la postura de la hija: «Trato de imaginarme en qué parte de ‘al doblar de la esquina’ está papi y cómo es esta esquina y cómo hay que hacer para doblarla». Un reconocimiento de que la ausencia es ya un hecho y no una inminencia.
En la larga relación con papi, tanto si está presente como si ya se ha ido, se proyectan los múltiples rostros de esa niña que narra, que fantasea, que sufre. Además de papi, que ocupa el centro de su vida, está mami, fiel compañera, y están los enemigos, los “montros” de la calle, a los que tiene que enfrentarse. Son las novias y los socios de papi, pero también los otros hijos de papi y los niños que van al mismo club o a la pista de skateboard, un espacio en el que el aspecto externo de la niña es motivo de conflicto: «¿Tú ere hembra o qué?», le preguntan con malicia. Y a ella le molesta porque nada le es indiferente, ni su familia ni las familias de papi ni su propio cuerpo.
La casa
Dos términos definen a papi: “Chulo #1” y “Master #1”. Se trata de las palabras inscritas en los delantales que papi usa cuando prepara el desayuno o las barbacoas. Esta condensación de significados a través de una simple etiqueta es apenas un guiño dentro de la novela. Conocemos a papi por medio de la mirada de la hija, pero en ese acercamiento no hay descripciones cerradas o estáticas, sino más bien una acumulación de atributos que terminan siendo inabarcables. «Papi tiene más de to», posee cantidad de cosas, todas en exceso.
En el imperio que papi gobierna predomina la superabundancia de dinero, mujeres, ropa, carros, metralletas, alcohol, perfumes, hijos, etcétera. Desde el punto de vista de una niña de ocho años, papi es el dueño del mundo. La imagen de lo que papi es y de todo lo que tiene se activa a través de la enumeración y la exageración, en un ritmo vertiginoso, al mejor estilo del merengue dominicano. A medida que avanza la lectura, papi se hace más fuerte y más poderoso, hasta rozar los límites de lo sobrenatural.
Pero ese papi mafioso del que la hija es testigo pertenece al recuerdo, porque la historia empieza cuando ya papi se ha ido de Santo Domingo. La novela narra la espera del regreso de papi, un tiempo que se prolonga y en el que la hija vive la transformación no sólo del entorno, sino de su cuerpo y sus deseos. En ese tránsito, el manejo del relato hiperbólico está siempre presente, pero adquiere dosis magistrales cuando la hija imagina el regreso triunfal de papi, en el que participa toda la ciudad, una masa anónima que posteriormente se verá ligada a papi hasta límites insospechados: «Y se organizan, se están organizando a ambos lados de la avenida bordeada de palmeras porque todos han tenido la misma idea, ir a tu encuentro, y se han preparado, pancartas en mano, banderolas, letreritos, cruza calles que dicen ¡guelcon guelcon!… y ahora se ve el avión descendiendo y las mujeres comienzan a caer en trance y a botar espuma por la boca…».
El continuo aplazamiento de la vuelta de papi recorre toda la novela y es el leitmotiv que permite entrever los sentimientos de la hija (en una espera larga y dolorosa), así como la presencia de mami (siempre ahí, hasta el final).
Lo otro: los misterios
Desde el capítulo nueve en adelante aparece un elemento que altera la realidad: los misterios. Dentro del libro es una entidad emparentada con los médiums; fuera del texto, me remite directamente al grupo de música que la escritora dominicana lidera, llamado Rita Indiana y Los Misterios. Así como recomiendo la lectura de Papi, les sugiero a quienes no lo han hecho que escuchen las canciones de esta banda. Hablar de Rita Indiana y desconocer su música es como haber leído Papi y no recordar la cantidad de referencias musicales que lo pueblan, sobre todo las grandes estrellas del merengue dominicano, desde Wilfrido Vargas y Fernandito Villalona hasta Belkis Concepción y Bonny Cepeda.
Anoche presentaron esta novela y esta autora en Pagina 2, de television española, es un hallazgo en todo sentido, literario, musical, y una puerta a esa Dominicana, que no conocía!!!!!
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