María Dolores García Pastor
Cuando pienso en Mijaíl Bulgákov me viene a la mente aquella lista de las veinte novelas del siglo XX que publicó un diario de tirada nacional a finales del siglo pasado y que yo recorté y pegué en mi libretita de lecturas pendientes. Allí descubrí su obra El maestro y Margarita, la que le dio la “inmortalidad” literaria aunque, ironías de la vida, fue publicada póstumamente gracias a los esfuerzos de su esposa. Esa gran novela, que se convirtió en libro de culto en los años 60 y que algunos consideran imprescindible, junto al hecho de que el escritor fuera considerado antisoviético en su momento y que se prohibiera la publicación o representación de todas sus obras, sin duda han influido en el hecho de que hoy una gran parte de ellas sigan siendo desconocidas para el gran público. Si a eso añadimos el prejuicio que muchas veces existe hacia la publicación de relatos no es de extrañar que estos nueve cuentos de Bulgákov siguieran inéditos casi un siglo después de haber sido escritos.
Los nueve relatos que se reúnen en esta obra están impregnados de la potente personalidad de su autor y podemos descubrir en ellos algunos rasgos autobiográficos. Mucho humor negro y satírico y vívidas estampas de la vida de su país tan llenas de ironía y crítica que tenían todos los números para convertirse en víctimas de la censura política como efectivamente ocurrió. También se observa en ellos la huella indeleble de su faceta de escritor de teatro, sobre todo en el uso de los diálogos o yendo más allá y dando estructura de obra teatral al relato que da título a este libro, Salmo. Bulgákov es ácido y mordaz, y su prosa es viva y está salpicada de descripciones breves pero precisas.
Bulgákov fascina con ese poder de fascinación que tienen los grandes de la literatura rusa de todos los tiempos por su marcada profundidad y su realista retrato de la cotidianeidad. Confieso que el período creativo en el que se desarrolla la obra del autor de El maestro y Margarita siempre me ha resultado especialmente atractivo. Esa época de cambios que supuso el espacio de tiempo comprendido entre el final de la revolución y el nacimiento de la joven Unión Soviética, esa época a caballo entre el feudalismo reinante antes de 1914 y los vientos de cambio de los nuevos tiempos. Los camaradas más relevantes frente a la obsoleta nobleza y sus muchos príncipes, y en medio de ellos oscilando entre unos y otros, el pueblo llano que se debate entre lo malo conocido y lo que se promete bueno pero no se sabe cómo va a ser, como esas sandías que uno teme comprar porque no sabe con seguridad si serán tan rojas por dentro como desea. Me gusta esa Rusia-Unión Soviética de principios de siglo con sus anacrónicas tradiciones y sus nuevas formas de vidas que se levantan sobre los escombros de lo que antes hubo ahí.
El maestro y margarita es imprescindible, y luego los cuentos, últimamente me pasa, una joya de equis autor, y luego sus cuentos.
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