Bartleby, Madrid, 2011. 164 pp. 16 €
Fernando Sánchez Calvo
Nuria Riera es una periodista con evidente querencia a la narrativa breve, directa, fresca. No voy a cumplir con el tópico de asegurar que la palabra concisa y exacta que le exige su oficio habitual haya influido en su vocación literaria, entre otras cosas porque es la primera novela de la autora y porque hasta la fecha el que escribe no había leído ningún cuento, ningún microrrelato, ninguna crónica suya. Lo que sí puedo afirmar es que todas las características y virtudes citadas anteriormente las siento como tales, hasta el punto de que leídas las diez primeras páginas, no fui consciente de que ya había empezado la historia por el simple motivo de que el torrente de emociones, reflexiones, pensamientos e imágenes derrochados por la protagonista me habían impedido seguir el hilo argumental. Ése es pues el principal problema de la novela: el difícil juego y combinación entre trama, pensamiento y poesía por el que Nuria Riera ha apostado.
Respecto al argumento, nada nuevo. Mamen, humana, mujer de mediana edad, no pasa por el mejor momento de su vida y decide tirarse al mar, o decide caerse al mar, o decide ir al acantilado para que luego el mar decida por ella. Dentro de él o en las inmediaciones (la novela carece adrede de unas coordenadas espaciales precisas) descubre un mundo habitado por un par de crías gemelas, su tío y su padre y, allí, estos la ayudarán o no (depende de lo quiera Mamen en cada momento) a salir de ese bache, a volver a la felicidad con las herramientas básicas, las de toda la vida: el amor, la comprensión, la paciencia. Esto en cuanto al argumento.
Respecto al tono o actitud, por el contrario, muchas cosas nuevas. Con el suicidio ya mencionado como telón de fondo, no parece sin embargo y no somos conscientes del estado de Mamen hasta que se producen las primeras conversaciones con Isla, una de las gemelas. Es precisamente aquí, en los diálogos, donde se manifiesta todo el pensamiento y la frescura de la narrativa de Nuria Riera. Lo curioso y lo grande lo encontramos en la naturalidad y humanidad con la que la protagonista habla con una niña de suicidios, fracasos sentimentales y otras tragedias. Este binomio, adulto-niño, lo hemos visto triunfar muchas veces en cine, literatura y, por qué no decirlo, en programas de televisión que nos entretienen por la noche, pero sería injusto comparar Una ola con sabor a pez con estos últimos, en primer lugar porque a diferencia de aquéllos, ésta no cae en el chiste y gracia fácil, y en segundo lugar porque dichos diálogos, además de ser portadores del pensamiento de la narradora y protagonista, sirven además para que el lector recupere datos sobre la trama, perdida algunas veces en la propia narración por casi ausencia de ésta.
Por tanto, y a pesar de que el esqueleto narrativo se tambalea en ocasiones y no está suficientemente bien engranado, dicha carencia se suple con la verosimilitud de esta novela irrealista. Nuria Riera ha creado una historia surrealista para una mujer de mediana edad y su crisis existencial, pero ha jugado limpio. Por eso, cuando están hablando de los pulpos que habitan debajo del mar y Mamen pregunta a Isla si ella o su tío Abel hablan con ellos, ésta le contesta indignada que no, que cómo quiere que hablen con ellos si están muertos. Eso en literatura es verosimilitud: la respuesta, irónica e inteligente, tiene sentido dentro de una conversación disparatada.
Para abrir al lector el apetito sobre la posible y plausible lectura de la novela, a continuación cito literalmente (o casi) algunas de las perlas con las que nos sorprende la autora. No importa quién las dice sino el nivel de profundidad al que se llega:
1. Cuando alcanzas el horizonte es que tu vida se está acabando. Entonces, si sufres miopía supongo que debes pensar que eres inmortal.
2. ¿Cuánta gente quiere saber de mí? Pero lo más importante: ¿de cuánta gente quiero yo saber?
3. Espero que seas adoptada. Ser adoptada significa que había una lista larguísima de gente que te quería incluso antes de que nacieras.
4.—Cuesta mucho contradecir a todo el mundo.
—¿Aunque tengas razón?
—Sobre todo si tienes razón
Frescas, profundas y llenas de amor dentro de la triste historia de una mujer, Mamen, que un buen día se tiró al mar porque las tenía todas consigo en este mundo y tuvo la suerte de encontrar a otros personas que le ayudaron a solucionar o no, de manera ilógica, la absurda y cruel vida que le tocó vivir.
Fernando Sánchez Calvo
Nuria Riera es una periodista con evidente querencia a la narrativa breve, directa, fresca. No voy a cumplir con el tópico de asegurar que la palabra concisa y exacta que le exige su oficio habitual haya influido en su vocación literaria, entre otras cosas porque es la primera novela de la autora y porque hasta la fecha el que escribe no había leído ningún cuento, ningún microrrelato, ninguna crónica suya. Lo que sí puedo afirmar es que todas las características y virtudes citadas anteriormente las siento como tales, hasta el punto de que leídas las diez primeras páginas, no fui consciente de que ya había empezado la historia por el simple motivo de que el torrente de emociones, reflexiones, pensamientos e imágenes derrochados por la protagonista me habían impedido seguir el hilo argumental. Ése es pues el principal problema de la novela: el difícil juego y combinación entre trama, pensamiento y poesía por el que Nuria Riera ha apostado.
Respecto al argumento, nada nuevo. Mamen, humana, mujer de mediana edad, no pasa por el mejor momento de su vida y decide tirarse al mar, o decide caerse al mar, o decide ir al acantilado para que luego el mar decida por ella. Dentro de él o en las inmediaciones (la novela carece adrede de unas coordenadas espaciales precisas) descubre un mundo habitado por un par de crías gemelas, su tío y su padre y, allí, estos la ayudarán o no (depende de lo quiera Mamen en cada momento) a salir de ese bache, a volver a la felicidad con las herramientas básicas, las de toda la vida: el amor, la comprensión, la paciencia. Esto en cuanto al argumento.
Respecto al tono o actitud, por el contrario, muchas cosas nuevas. Con el suicidio ya mencionado como telón de fondo, no parece sin embargo y no somos conscientes del estado de Mamen hasta que se producen las primeras conversaciones con Isla, una de las gemelas. Es precisamente aquí, en los diálogos, donde se manifiesta todo el pensamiento y la frescura de la narrativa de Nuria Riera. Lo curioso y lo grande lo encontramos en la naturalidad y humanidad con la que la protagonista habla con una niña de suicidios, fracasos sentimentales y otras tragedias. Este binomio, adulto-niño, lo hemos visto triunfar muchas veces en cine, literatura y, por qué no decirlo, en programas de televisión que nos entretienen por la noche, pero sería injusto comparar Una ola con sabor a pez con estos últimos, en primer lugar porque a diferencia de aquéllos, ésta no cae en el chiste y gracia fácil, y en segundo lugar porque dichos diálogos, además de ser portadores del pensamiento de la narradora y protagonista, sirven además para que el lector recupere datos sobre la trama, perdida algunas veces en la propia narración por casi ausencia de ésta.
Por tanto, y a pesar de que el esqueleto narrativo se tambalea en ocasiones y no está suficientemente bien engranado, dicha carencia se suple con la verosimilitud de esta novela irrealista. Nuria Riera ha creado una historia surrealista para una mujer de mediana edad y su crisis existencial, pero ha jugado limpio. Por eso, cuando están hablando de los pulpos que habitan debajo del mar y Mamen pregunta a Isla si ella o su tío Abel hablan con ellos, ésta le contesta indignada que no, que cómo quiere que hablen con ellos si están muertos. Eso en literatura es verosimilitud: la respuesta, irónica e inteligente, tiene sentido dentro de una conversación disparatada.
Para abrir al lector el apetito sobre la posible y plausible lectura de la novela, a continuación cito literalmente (o casi) algunas de las perlas con las que nos sorprende la autora. No importa quién las dice sino el nivel de profundidad al que se llega:
1. Cuando alcanzas el horizonte es que tu vida se está acabando. Entonces, si sufres miopía supongo que debes pensar que eres inmortal.
2. ¿Cuánta gente quiere saber de mí? Pero lo más importante: ¿de cuánta gente quiero yo saber?
3. Espero que seas adoptada. Ser adoptada significa que había una lista larguísima de gente que te quería incluso antes de que nacieras.
4.—Cuesta mucho contradecir a todo el mundo.
—¿Aunque tengas razón?
—Sobre todo si tienes razón
Frescas, profundas y llenas de amor dentro de la triste historia de una mujer, Mamen, que un buen día se tiró al mar porque las tenía todas consigo en este mundo y tuvo la suerte de encontrar a otros personas que le ayudaron a solucionar o no, de manera ilógica, la absurda y cruel vida que le tocó vivir.
Siempre he sentido una curiosidad casi morbosa por las operas primas de los autores, y en este caso me sucede lo mismo, a lo que se suma lo curioso de la historia.
ResponderEliminarGracias a Fernando Sánchez por la reseña y a La Tormenta en un Vaso por añadir interactividad al blog.
Un saludo.