Destino, Barcelona, 2011. 541 pp. 20,50 €
Amadeo Cobas
Esta novela policíaca coral desenmascara los sucios negocios de las mafias de la antigua URSS.
Tiene una presentación larga y decorada para dar a conocer a cada uno de los participantes en la narración. Tiene demoradas las descripciones durante el nudo, y tiene un desenlace sin resquicio dejado al albur, sino con sellado firme de este cierre, sorpresa incluida, todos los protagonistas ubicados correctamente en el final de la obra.
Contiene un estudio muy importante de este mundillo opaco, en el que se principia a delinquir como método de supervivencia hasta metamorfosearse en un modo de vida imposible de abandonar. Al fin, dicen que para un mafioso de éstos es una deshonra trabajar…
Las distintas acciones de este libro transcurren en planos opuestos, con personajes diversos que trazan su vida sin saberse entrelazados a posteriori con los otros intervinientes en la obra. Por poner un ejemplo, una dura escena: cuando la indefensa joven llamada Polina se reencuentra con el bruto Kakus… y muchas páginas más allá lo que ocurre, para solaz y tristeza, según a cuál de ellos preguntásemos…
Destaca el detallismo paisajístico así exterior como interior. El primero porque la autora es exhaustiva en lo más grande al plantear las situaciones con enriquecedora información sobre países como Rusia, Moldavia, Polonia, Ucrania, Rumanía…; ídem en la descripción pequeña, donde desempeña una esmerada prolijidad para acercar, por ejemplo, las situaciones crudas, crudísimas por las que deambulan las pobres muchachas que huyen de la miseria de sus pueblos, en el Este, y vienen a la Europa pudiente para trabajar de niñeras o en la hostelería… ¡Incautas! Acaban convirtiéndose a su llegada en prostitutas hacinadas en cuartuchos, maltratadas por sus captores, endeudadas frente a sus extorsionadores hasta el fin de sus días, sin esperanza de salvación. Y aquí entra la segunda parte del detallismo: las introspecciones que realiza cada uno de los coprotagonistas en esta novela aportan una luz cenital que les hace respirar, con lo que el lector se siente implicado en su desgraciado sobrevivir. Y no sólo de la infausta suerte de las chicas eslavas, sino de la agente de policía, Sigrid Azadoras, que vertebra la estructura de la obra desde su génesis, anunciando una participación determinante en el devenir de los acontecimientos como así es, aunque su brillo no eclipsa ni merma la muy convincente intervención del resto del elenco.
Pormenoriza un tema muy de actualidad después de la catástrofe sucedida en Fukushima: la cercanía vívida de quien sufrió el desastre nuclear en primera persona (de hecho la novela es «En memoria de los liquidadores de Chernóbil»): «Cuando el reactor 4 de Chernóbil explotó, no supieron cómo volver a tapar la puerta que comunicaba con el infierno. Gorbachov no sabía qué hacer. Nadie tenía ni idea. Algo así jamás había ocurrido en el mundo. Nunca. Jamás. El infierno se abría paso a toda velocidad hacia la tierra, ¿quién podía detenerlo?»
Ángela Vallvey, que esgrime entre su mérito curricular ser ganadora del Premio Nadal y finalista del Premio Planeta, entre otros, posee una intensidad en la forma de narrar que tiene su culmen en el sabio pliegue de algunos capítulos, llamando al lector a proseguir, pleno de intriga, mordido por esa víbora llamada incertidumbre: ¿qué va a pasar ahora? Además, lo normal es que el capítulo consecutivo salte a otros protagonistas, a una acción distinta para colorear, para mejor engalanar de diversificación lo relatado ofreciendo puntos de vista variopintos destinados a converger para cimentar sólidamente el armazón literario. Siempre es un placer leer a esta escritora por su buen hacer en este oficio, por su meticulosidad y detallismo, por esa carpintería literaria tan bien provista, por su ingenio y su capacidad para imprimir vida a las escenas que describe, por sus delicados dejes poéticos (es una delicia la poesía destilada por su pluma, la ternura emanada de sus versos, se la recomiendo… disculpen esta dispersión, vuelvo a centrarme), por su lenguaje rico sin sobrecargar, escogida cada palabra en sazón para formular frases intemporales que no se mustien con el decurso del tiempo, desechada la vacuidad de relleno, aplicada la musicalidad del ritmo propicio: el frenesí de una acción vertiginosa concatenado con la calma subsiguiente vestida de una paz muy plástica; apoyados, cómo no, en la sabia conjunción de los períodos expositivos, un movimiento largo jamás asfixiante y otro corto que da nombre a la concreción y mitiga lo superfluo.
Se dice en la novela que «…el dinero es la luz del mundo, su antorcha». Sin ánimo de ser irreverente, convendrán conmigo que, en el mundo actual, no se espera la llegada de un mesías que ilumine nuestro camino con su prédica desde una perspectiva espiritual. Se aguarda el maná actualizado: el dinero. Ya sea con la forma de una quiniela o lotería primitiva premiadas, una sustanciosa herencia inesperada… o el acceso al capital ganado por medios ilícitos, uno de ellos explicado en esta novela (aunque todos sabemos que hay más).
A lo mejor estoy equivocado. Ojalá.
Siempre queda esperanza mientras existan personas que osen enfrentarse a lo establecido aplicando el diálogo y la razón…
Amadeo Cobas
Esta novela policíaca coral desenmascara los sucios negocios de las mafias de la antigua URSS.
Tiene una presentación larga y decorada para dar a conocer a cada uno de los participantes en la narración. Tiene demoradas las descripciones durante el nudo, y tiene un desenlace sin resquicio dejado al albur, sino con sellado firme de este cierre, sorpresa incluida, todos los protagonistas ubicados correctamente en el final de la obra.
Contiene un estudio muy importante de este mundillo opaco, en el que se principia a delinquir como método de supervivencia hasta metamorfosearse en un modo de vida imposible de abandonar. Al fin, dicen que para un mafioso de éstos es una deshonra trabajar…
Las distintas acciones de este libro transcurren en planos opuestos, con personajes diversos que trazan su vida sin saberse entrelazados a posteriori con los otros intervinientes en la obra. Por poner un ejemplo, una dura escena: cuando la indefensa joven llamada Polina se reencuentra con el bruto Kakus… y muchas páginas más allá lo que ocurre, para solaz y tristeza, según a cuál de ellos preguntásemos…
Destaca el detallismo paisajístico así exterior como interior. El primero porque la autora es exhaustiva en lo más grande al plantear las situaciones con enriquecedora información sobre países como Rusia, Moldavia, Polonia, Ucrania, Rumanía…; ídem en la descripción pequeña, donde desempeña una esmerada prolijidad para acercar, por ejemplo, las situaciones crudas, crudísimas por las que deambulan las pobres muchachas que huyen de la miseria de sus pueblos, en el Este, y vienen a la Europa pudiente para trabajar de niñeras o en la hostelería… ¡Incautas! Acaban convirtiéndose a su llegada en prostitutas hacinadas en cuartuchos, maltratadas por sus captores, endeudadas frente a sus extorsionadores hasta el fin de sus días, sin esperanza de salvación. Y aquí entra la segunda parte del detallismo: las introspecciones que realiza cada uno de los coprotagonistas en esta novela aportan una luz cenital que les hace respirar, con lo que el lector se siente implicado en su desgraciado sobrevivir. Y no sólo de la infausta suerte de las chicas eslavas, sino de la agente de policía, Sigrid Azadoras, que vertebra la estructura de la obra desde su génesis, anunciando una participación determinante en el devenir de los acontecimientos como así es, aunque su brillo no eclipsa ni merma la muy convincente intervención del resto del elenco.
Pormenoriza un tema muy de actualidad después de la catástrofe sucedida en Fukushima: la cercanía vívida de quien sufrió el desastre nuclear en primera persona (de hecho la novela es «En memoria de los liquidadores de Chernóbil»): «Cuando el reactor 4 de Chernóbil explotó, no supieron cómo volver a tapar la puerta que comunicaba con el infierno. Gorbachov no sabía qué hacer. Nadie tenía ni idea. Algo así jamás había ocurrido en el mundo. Nunca. Jamás. El infierno se abría paso a toda velocidad hacia la tierra, ¿quién podía detenerlo?»
Ángela Vallvey, que esgrime entre su mérito curricular ser ganadora del Premio Nadal y finalista del Premio Planeta, entre otros, posee una intensidad en la forma de narrar que tiene su culmen en el sabio pliegue de algunos capítulos, llamando al lector a proseguir, pleno de intriga, mordido por esa víbora llamada incertidumbre: ¿qué va a pasar ahora? Además, lo normal es que el capítulo consecutivo salte a otros protagonistas, a una acción distinta para colorear, para mejor engalanar de diversificación lo relatado ofreciendo puntos de vista variopintos destinados a converger para cimentar sólidamente el armazón literario. Siempre es un placer leer a esta escritora por su buen hacer en este oficio, por su meticulosidad y detallismo, por esa carpintería literaria tan bien provista, por su ingenio y su capacidad para imprimir vida a las escenas que describe, por sus delicados dejes poéticos (es una delicia la poesía destilada por su pluma, la ternura emanada de sus versos, se la recomiendo… disculpen esta dispersión, vuelvo a centrarme), por su lenguaje rico sin sobrecargar, escogida cada palabra en sazón para formular frases intemporales que no se mustien con el decurso del tiempo, desechada la vacuidad de relleno, aplicada la musicalidad del ritmo propicio: el frenesí de una acción vertiginosa concatenado con la calma subsiguiente vestida de una paz muy plástica; apoyados, cómo no, en la sabia conjunción de los períodos expositivos, un movimiento largo jamás asfixiante y otro corto que da nombre a la concreción y mitiga lo superfluo.
Se dice en la novela que «…el dinero es la luz del mundo, su antorcha». Sin ánimo de ser irreverente, convendrán conmigo que, en el mundo actual, no se espera la llegada de un mesías que ilumine nuestro camino con su prédica desde una perspectiva espiritual. Se aguarda el maná actualizado: el dinero. Ya sea con la forma de una quiniela o lotería primitiva premiadas, una sustanciosa herencia inesperada… o el acceso al capital ganado por medios ilícitos, uno de ellos explicado en esta novela (aunque todos sabemos que hay más).
A lo mejor estoy equivocado. Ojalá.
Siempre queda esperanza mientras existan personas que osen enfrentarse a lo establecido aplicando el diálogo y la razón…
Como siempre que leo los artículos del blog saco partido. Enhorabuena, el sitio web se ha convertido para mí en una referencia. Podré estar o no de acuerdo con algunos planteamientos pero siempre es enriquecedor leer los artículos colgados. Felicidades nuevamente, seguid así y animo a la gente a que participe con sus comentarios en este tipo de sitios.
ResponderEliminarÁnimo y suerte con las publicaciones, os seguiré