Mondadori, Barcelona, 2010. 480 pp. 16,90 €
Luis García
Recuerdo haber leído, como Javier Cercas, la encuesta a la que se refiere en el prólogo/epílogo de su última novela Anatomía de un instante (Mondadori): «Marzo 2008. La cuarta parte de los ingleses pensaban que Winston Churchill era un personaje de ficción». Recuerdo perfectamente haberme sorprendido, escandalizado, por ello. Y recuerdo después haber reflexionado. ¿Qué saben nuestros hijos de Francisco Franco, por ejemplo? Nada, salvo que fue un dictador. Punto final. Javier Cercas en Anatomía de un instante no se ha ido tan lejos en el tiempo. Lo ha hecho a un momento aislado pero imprescindible para conocer nuestra reciente historia: el 23 de febrero de 1981. El Golpe de Estado de Tejero. El Tejerazo. Y ha escrito una novela/ensayo con tintes periodísticos en la que desgrana en 437 páginas lo que fue: la Anatomía de un instante. Suárez (Adolfo) en su tribuna ausente ante los disparos golpistas, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, sentados sin moverse, impertérritos ante las balas, quizás porque no era la primera vez, ni la segunda que las oían silbar, y el resto de diputados, como el resto del país, agachados, escondidos bajo la mesa de la cocina. Esperando. El libro tiene el valor documental de recordarnos un tiempo pasado demasiado reciente. No en vano, ¿recuerdan ustedes que estaban haciendo el 23 de febrero de 1981? Yo sí, como el 11 de septiembre del 2001. Son fechas para la historia, para recordar, para no caer en la trampa, como los ingleses, de que los protagonistas eran personajes de ficción. Por eso le han dado el Premio Nacional de Literatura de Javier Cercas y su Anatomía de un instante. Por eso y por muchas otras cosas. Y puestos a hablar de premios y premiados, justo es mencionar a quien llevaba camino de arrebatarle el cetro a Jorge Luis Borges, muy a su pesar: Mario Vargas Llosa, Don Mario. Pero no, duerma usted tranquilo por fin, usted, Gabo, Carlos Fuentes y cuantos aún queden y permanezcan vivos de aquella “generación irrepetible” que fue el boom latinoamericano. Duerma usted tranquilo con sus visitadoras, sus cachorros, con los cuadernos de Don Rigoberto, con las travesuras de la niña mala, con Palomino Molero, con la tía Julia, conversando en la Catedral… Duerma usted tranquilo por fin, porque se ha hecho justicia y le han dado el Premio Nóbel de Literatura con todo merecimiento. El Olimpo de los dioses literarios tiene un nuevo inquilino. Pero si como narrador, nadie lo pone en duda, como periodista, sus artículos sobre política, con ser discutibles resultan igual de interesantes, ya que en ellos despliega su agudo sentido crítico literario a la par que su talento como escritor. Por su pluma se pasean desde Lezama Lima, hasta Corín Tellado, desde Paul Valery hasta César Vallejo. Y en todos los escritos deja su impronta personal. La de quien se siente heredero de una estirpe que guste o no, está cercana a la desaparición.
Luis García
Recuerdo haber leído, como Javier Cercas, la encuesta a la que se refiere en el prólogo/epílogo de su última novela Anatomía de un instante (Mondadori): «Marzo 2008. La cuarta parte de los ingleses pensaban que Winston Churchill era un personaje de ficción». Recuerdo perfectamente haberme sorprendido, escandalizado, por ello. Y recuerdo después haber reflexionado. ¿Qué saben nuestros hijos de Francisco Franco, por ejemplo? Nada, salvo que fue un dictador. Punto final. Javier Cercas en Anatomía de un instante no se ha ido tan lejos en el tiempo. Lo ha hecho a un momento aislado pero imprescindible para conocer nuestra reciente historia: el 23 de febrero de 1981. El Golpe de Estado de Tejero. El Tejerazo. Y ha escrito una novela/ensayo con tintes periodísticos en la que desgrana en 437 páginas lo que fue: la Anatomía de un instante. Suárez (Adolfo) en su tribuna ausente ante los disparos golpistas, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, sentados sin moverse, impertérritos ante las balas, quizás porque no era la primera vez, ni la segunda que las oían silbar, y el resto de diputados, como el resto del país, agachados, escondidos bajo la mesa de la cocina. Esperando. El libro tiene el valor documental de recordarnos un tiempo pasado demasiado reciente. No en vano, ¿recuerdan ustedes que estaban haciendo el 23 de febrero de 1981? Yo sí, como el 11 de septiembre del 2001. Son fechas para la historia, para recordar, para no caer en la trampa, como los ingleses, de que los protagonistas eran personajes de ficción. Por eso le han dado el Premio Nacional de Literatura de Javier Cercas y su Anatomía de un instante. Por eso y por muchas otras cosas. Y puestos a hablar de premios y premiados, justo es mencionar a quien llevaba camino de arrebatarle el cetro a Jorge Luis Borges, muy a su pesar: Mario Vargas Llosa, Don Mario. Pero no, duerma usted tranquilo por fin, usted, Gabo, Carlos Fuentes y cuantos aún queden y permanezcan vivos de aquella “generación irrepetible” que fue el boom latinoamericano. Duerma usted tranquilo con sus visitadoras, sus cachorros, con los cuadernos de Don Rigoberto, con las travesuras de la niña mala, con Palomino Molero, con la tía Julia, conversando en la Catedral… Duerma usted tranquilo por fin, porque se ha hecho justicia y le han dado el Premio Nóbel de Literatura con todo merecimiento. El Olimpo de los dioses literarios tiene un nuevo inquilino. Pero si como narrador, nadie lo pone en duda, como periodista, sus artículos sobre política, con ser discutibles resultan igual de interesantes, ya que en ellos despliega su agudo sentido crítico literario a la par que su talento como escritor. Por su pluma se pasean desde Lezama Lima, hasta Corín Tellado, desde Paul Valery hasta César Vallejo. Y en todos los escritos deja su impronta personal. La de quien se siente heredero de una estirpe que guste o no, está cercana a la desaparición.
imprescindible por valiente
ResponderEliminarimprescindible por valiente (y porque no te deja despegarte del libro hasta el final)
ResponderEliminarImagino que por algún error informático no se llegó a publicar mi post, por lo que vuelvo a redactarlo.
ResponderEliminarNo entiendo cómo casi la mitad de la crítica de un libro se dedica, sin mayor explicación, a glosar la figura de un escritor que no tiene nada que ver con la obra que se examina.
Por otra parte, la otra mitad de la crítica no llega a hablar de la obra casi en ningún momento, sino que trata sobre las sensaciones asociadas al hecho del que habla.
Gracias por anticipado por su atención.