Villar Arellano
¿Un cuento para mayores o una obra de reflexión para niños? ¿Y por qué no un cuento para niños o un libro filosófico para mayores, una parábola sobre nuestra civilización o un grito de alarma ante el devenir de las relaciones humanas…?
Este sugerente libro es todo eso y mucho más, ya que se trata de una de esas maravillosas creaciones que se resisten a la clasificación, un objeto artístico tan complejo como libre de corsés. Y es así a pesar de su aspecto ingenuo, su redacción sencilla y su aparente liviandad. El lector atento descubrirá pronto que está ante una obra especial.
Ya en las propias guardas del volumen puede verse a una multitud gris y anodina que avanza silenciosa pero inexorable en una misma dirección. Todos llevan prisa y se dirigen a alguna parte. Tienen muchos planes, y mil cosas que hacer. Ante esta masa humana sólo destaca una figura individual: una niña cuyas piernas la impulsan veloz y decidida por delante de todos los demás.
Así fue como empezó todo, según remarca después el texto. Un buen día sucedió algo que obligó a todos a detenerse. Algo con lo que nadie había contado. La niña que corría delante de todos los demás llegó la primera a un precipicio. Lo vio tarde y se cayó. Después llegó la inquietud y la angustia de los demás, la movilización para el rescate, la impotencia y la impaciencia, los rituales tranquilizadores, las dudas, el abandono, los remordimientos y, finalmente… el olvido y la SOLEDAD.
La historia está narrada con la intensidad de un texto básico y desnudo, cargado de lirismo, y unas potentes ilustraciones de grandes contrastes cromáticos y concepción expresionista.
El formato vertical del libro subraya el sentimiento de abandono de quien permanece a la espera, en lo más profundo de un pozo. Y la repetición geométrica, presente en las ventanas de los edificios y en las estanterías de algunos negocios, simboliza un mundo impersonal y carente de vida, marcado por el individualismo, la obsesión por el trabajo y la falta de comunicación. También las escaleras y los hilos parecen representar la dificultad para ponerse al nivel de los demás.
La composición y la puesta en página despliegan todo su potencial expresivo en este álbum. La combinación de líneas, colores y formas se plantea en cada doble página de un modo global y los breves textos se sitúan en el punto adecuado para equilibrar la imagen o reforzar ideas y sentimientos. También destaca el uso de la luz para focalizar la atención sobre determinados personajes.
Así, la confluencia de recursos gráficos y verbales junto a la esmerada edición, multiplican las posibilidades expresivas de esta obra y su valor estético, ofreciendo un resultado de gran riqueza y complejidad, repleto de significados. Gracias a esta carga evocadora, el relato suscita múltiples reflexiones de carácter ético o filosófico: ¿Hacia dónde va el mundo con tanta prisa? ¿Qué sitio dejamos en nuestra vida para compartirlo con los demás? ¿En qué momento olvidamos las causas que tanto nos conmovieron?...
Pese a esta densidad de contenido, no hay mensajes explícitos ni didactismo. La autora denuncia los hechos: «todos tenían tantas obligaciones que se habían olvidado de ella. Así de claro», pero lo hace adoptando una cierta distancia sobre los personajes (no exenta de ironía en algunos comentarios), lo que permite al lector sacar sus propias conclusiones.
Hay una parte especialmente entrañable en esta historia, una callada esperanza que la recorre. Y llega de la mano de dos personas: un pequeño cuyos juegos devuelven a la chica el color y la ilusión y un discreto personaje que había estado junto a ella desde el principio y que cobra protagonismo al final de la historia. Y es que, a pesar de cuanto sucede, del olvido de casi todos, de los días oscuros de soledad, siempre hubo alguien que cuidó de la niña, alguien que se desnudó para abrigarle, que se acordó de su comida y le ayudó a sobrevivir con su música. Esa persona esperó, se apenó por su marcha y, finalmente, se abrió paso entre la multitud siguiendo sus pasos. «La buscaría hasta encontrarla.»
Un estupendo final, al estilo de las mejores películas románticas, que sólo podía ser superado dejándonos participar en la búsqueda. Y así, de nuevo, nos vemos atrapados más allá del libro, en las mismísimas guardas. Sólo que esta vez la gente, la vida… tienen otro brillo, se han llenado de color.
Marit Törnqvist, destacada ilustradora sueca, entra así por la puerta grande en el panorama editorial español. ¿Algo con lo que nadie había contado? Seguro que quien conoce el exquisito catálogo de la editorial Los cuatro azules ya esperaba una deliciosa sorpresa entre las cubiertas de este libro.
Este sugerente libro es todo eso y mucho más, ya que se trata de una de esas maravillosas creaciones que se resisten a la clasificación, un objeto artístico tan complejo como libre de corsés. Y es así a pesar de su aspecto ingenuo, su redacción sencilla y su aparente liviandad. El lector atento descubrirá pronto que está ante una obra especial.
Ya en las propias guardas del volumen puede verse a una multitud gris y anodina que avanza silenciosa pero inexorable en una misma dirección. Todos llevan prisa y se dirigen a alguna parte. Tienen muchos planes, y mil cosas que hacer. Ante esta masa humana sólo destaca una figura individual: una niña cuyas piernas la impulsan veloz y decidida por delante de todos los demás.
Así fue como empezó todo, según remarca después el texto. Un buen día sucedió algo que obligó a todos a detenerse. Algo con lo que nadie había contado. La niña que corría delante de todos los demás llegó la primera a un precipicio. Lo vio tarde y se cayó. Después llegó la inquietud y la angustia de los demás, la movilización para el rescate, la impotencia y la impaciencia, los rituales tranquilizadores, las dudas, el abandono, los remordimientos y, finalmente… el olvido y la SOLEDAD.
La historia está narrada con la intensidad de un texto básico y desnudo, cargado de lirismo, y unas potentes ilustraciones de grandes contrastes cromáticos y concepción expresionista.
El formato vertical del libro subraya el sentimiento de abandono de quien permanece a la espera, en lo más profundo de un pozo. Y la repetición geométrica, presente en las ventanas de los edificios y en las estanterías de algunos negocios, simboliza un mundo impersonal y carente de vida, marcado por el individualismo, la obsesión por el trabajo y la falta de comunicación. También las escaleras y los hilos parecen representar la dificultad para ponerse al nivel de los demás.
La composición y la puesta en página despliegan todo su potencial expresivo en este álbum. La combinación de líneas, colores y formas se plantea en cada doble página de un modo global y los breves textos se sitúan en el punto adecuado para equilibrar la imagen o reforzar ideas y sentimientos. También destaca el uso de la luz para focalizar la atención sobre determinados personajes.
Así, la confluencia de recursos gráficos y verbales junto a la esmerada edición, multiplican las posibilidades expresivas de esta obra y su valor estético, ofreciendo un resultado de gran riqueza y complejidad, repleto de significados. Gracias a esta carga evocadora, el relato suscita múltiples reflexiones de carácter ético o filosófico: ¿Hacia dónde va el mundo con tanta prisa? ¿Qué sitio dejamos en nuestra vida para compartirlo con los demás? ¿En qué momento olvidamos las causas que tanto nos conmovieron?...
Pese a esta densidad de contenido, no hay mensajes explícitos ni didactismo. La autora denuncia los hechos: «todos tenían tantas obligaciones que se habían olvidado de ella. Así de claro», pero lo hace adoptando una cierta distancia sobre los personajes (no exenta de ironía en algunos comentarios), lo que permite al lector sacar sus propias conclusiones.
Hay una parte especialmente entrañable en esta historia, una callada esperanza que la recorre. Y llega de la mano de dos personas: un pequeño cuyos juegos devuelven a la chica el color y la ilusión y un discreto personaje que había estado junto a ella desde el principio y que cobra protagonismo al final de la historia. Y es que, a pesar de cuanto sucede, del olvido de casi todos, de los días oscuros de soledad, siempre hubo alguien que cuidó de la niña, alguien que se desnudó para abrigarle, que se acordó de su comida y le ayudó a sobrevivir con su música. Esa persona esperó, se apenó por su marcha y, finalmente, se abrió paso entre la multitud siguiendo sus pasos. «La buscaría hasta encontrarla.»
Un estupendo final, al estilo de las mejores películas románticas, que sólo podía ser superado dejándonos participar en la búsqueda. Y así, de nuevo, nos vemos atrapados más allá del libro, en las mismísimas guardas. Sólo que esta vez la gente, la vida… tienen otro brillo, se han llenado de color.
Marit Törnqvist, destacada ilustradora sueca, entra así por la puerta grande en el panorama editorial español. ¿Algo con lo que nadie había contado? Seguro que quien conoce el exquisito catálogo de la editorial Los cuatro azules ya esperaba una deliciosa sorpresa entre las cubiertas de este libro.
Me apetece mucho leer este libro. Espero poder volver por aquí y hacer una crítica. Gracias por publicar.
ResponderEliminar