viernes, marzo 05, 2010

Al pie de la escalera, Lorrie Moore

Trad. Francisco Domínguez Montero. Seix Barral, Barcelona, 2009. 384 pp. 19 €

Miguel Sanfeliu

Desde que Lorrie Moore publicó su magnifico libro de relatos Pájaros de América, hasta ahora, cuando aparece la novela Al pie de la escalera, han pasado más de diez años. Demasiado tiempo. Cuanto más tarda un autor en sacar un libro, más le exige todo el mundo, quizá porque se sospecha que debe estar enfrascado en la redacción de la Gran Novela Americana, esa quimera que tantos ríos de tinta hace correr. En todo caso, Al pie de la escalera se puede englobar en el grupo de las novelas post 11-S, en el sentido de que la acción se inicia precisamente unos meses después del atentado de las Torres, y los ecos de ese suceso resuenan en diversos momentos.
La historia nos la cuenta Tassie Keltjin, una joven que ha salido de su pueblo, Dellacrosse, para trasladarse a la ficticia ciudad de Troy, situada en el Medio Oeste, y acudir a la universidad. Necesita buscarse un trabajo de “canguro” con el que obtener algunos ingresos, por este motivo se presenta a varias entrevistas, hasta que encuentra a Sarah Brink, mujer que dirige un restaurante de cocina francesa, y que quiere adoptar un niño. Sarah y su marido, Edward, pertenecen a la clase media alta. Sarah no duda en implicar a la joven Tassie en todo el proceso de adopción, con lo que ello supone: desplazamientos, entrevistas, nervios… Un peregrinaje en el que se habla de niños como si fueran mera mercancía: “Si esto no funciona con Amber, tenemos muchos bebés en el mercado internacional. Hasta ahora hemos tenido mucha suerte con Sudamérica. El mercado se ha reabierto en Paraguay, y en otros países también. Y ten en cuenta que no todos son morenos. Han recibido mucha influencia de Alemania, y algunos de estos niños son preciosos, muy rubios, o de ojos azules, o las dos cosas”.
Finalmente entra en sus vidas la pequeña Mary-Emma, una niña afroamericana. Las cosas parecen ir bien al principio. Tassie se lleva muy bien con la niña, y la saca a pasear, y disfruta aparentando que es la madre. Se matricula en asignaturas como Bandas Sonoras del Cine Bélico; Introducción a la Cata de Vinos o Introducción al Sufismo. Conoce a Reynaldo, un muchacho que dice ser brasileño y con quien vive una aventura. Sin embargo, de pronto ocurre un pequeño incidente que es capaz de hacer tambalear los cimientos sobre los que se sostiene este confortable entorno. Las reuniones de familias que han adoptado a niños afroamericanos, y que tienen lugar en la casa de Sarah, mientras Tassie cuida arriba a los pequeños, reflejan los prejuicios, las intenciones ocultas, el egoísmo de cierto sector de la sociedad estadounidense a la que Lorrie Moore, según sus propias palabras en una de las entrevistas que ha concedido, propina “un pequeño golpe bajo”. Gradualmente, Tassie será testigo de la falsa moral, el racismo y la hipocresía de ese mundo cuyas voces escucha a través del hueco de la escalera.
Se trata de una novela de iniciación, del paso de la adolescencia a la edad adulta. Tassie no es la misma al final del libro, y el lector tampoco sale indemne de ese proceso. La historia nos envuelve y nos va arrastrando con suavidad, involucrándonos en los avatares de la adopción, en los trámites, en las frías conversaciones, en las clases de Tassie, en su rutina y su forma de ver el mundo, sus reflexiones no exentas de humor. Y luego, las cosas muestran su lado oculto, empiezan a desvelarse los secretos y el entorno confortable se vuelve asfixiante.
Lorrie Moore tiene una especial habilidad para escarbar en la superficie de las cosas. Su voz narrativa suena irónica, utiliza el humor incluso en momentos en los que éste puede sonar inapropiado. Su lenguaje es transparente y la novela discurre linealmente, implacable, hacia su planificado final. Su forma de escribir demuestra que no se trata de una escritora que deje nada al azar, sino que sabe desde el principio dónde se dirige. Se demora en la parte en la que narra el proceso de adopción, lo cual contrasta con una segunda parte que transcurre más rápida y en la que se se acumulan más acontecimientos, más golpes de efecto. Lorrie Moore pasa de la comedia al drama con la habilidad de un prestidigitador, cogiéndonos por sorpresa y sin que sepamos dónde está el truco. Hasta la escena más inverosímil, aquella que roza el terreno de lo onírico, nos llega al corazón y nos conmueve.

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