Trad. Miguel Temprano García. Mondadori, Barcelona, 2009. 956 pp. 36,90 €
Julián Díez
En ocasiones, el reseñador es poco más que una hormiga aproximándose a un apacible elefante. ¿Cómo vengo yo a pretender añadir algo nuevo a una obra fundamental para entender la narrativa moderna, como es la de Stevenson? ¿Qué luz puedo aportar para entender textos que son en sí diáfanos, dinámicos, hermosos, y tan representativos de cuanto ocurrió en el periodo en el que se hornearon los mecanismos de la prosa contemporánea?
Porque no voy a caer en la tentación de decir que aquí está todo, pero… Juzguen ustedes mismos. Los relatos agrupados en Más Mil y una Noches forman, junto con La isla del tesoro, el corazón de la narrativa de aventuras clásica, la fuente primigenia de tantos desde Conrad hasta Pérez Reverte pasando por Salgari y Waltari; es más, la forma en que trabaja Stevenson abre la puerta a la legitimación de los géneros populares en el seno de la gran cultura, en un legado que convirtió en indiscutile Jorge Luis Borges. También se abre aquí la puerta al terror contemporáneo, no sobrenatural, con el inolvidable El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, que junto a “Mirkheim” retoman y consolidan la idea dostoievskiana de que el primer monstruo es, sobre todo, el hombre. Y en los Cuentos de las noches de las islas, junto con sus libros de viajes, Stevenson da el paso de afrontar los argumentos sobre otras culturas sin prejuicios, con el narrador inserto en una civilización distinta con empatía y verosimilitud.
Todos estos logros, insisto, se alcanzan desde obras más que legibles hoy en día, amenas. Y poco más hay que añadir, salvo que hay otros relatos aquí —El diablo en la botella, Olalla…— que son obras maestras perdurables.
Sin embargo, sí que hay algo importante que decir sobre este libro, por añadidura. Hablemos, por una vez, del continente. Esta es la mejor edición posible para disfrutar de estos textos. Tanto la traducción de Miguel Temprano como las ilustraciones de Alexander Jansson ofrecen el marco óptimo para el disfrute de las historias. El volumen es grueso pero cómodo, está cuidado en cada detalle, se le percibe como un compañero para siempre.
En una era en que se debate sobre el libro digital, sobre el posible precio de los textos en sí, está claro que para vende una obra descatalogada como son estos cuentos hay que ofrecer valores añadidos. Este libro los tiene todos: es un objeto hermoso, en el que todo contribuye al inigualable placer de la lectura. Cuando la industria afronta un futuro incierto, mi impresión es que estos volúmenes para amantes del libro, estas piezas que uno se llevaría a la isla desierta del tópico, tendrán por mucho tiempo un hueco. Y contra la marea de las modas, cada vez más difícil de seguir y menos satisfactoria, lo clásico es un refugio tentador.
Julián Díez
En ocasiones, el reseñador es poco más que una hormiga aproximándose a un apacible elefante. ¿Cómo vengo yo a pretender añadir algo nuevo a una obra fundamental para entender la narrativa moderna, como es la de Stevenson? ¿Qué luz puedo aportar para entender textos que son en sí diáfanos, dinámicos, hermosos, y tan representativos de cuanto ocurrió en el periodo en el que se hornearon los mecanismos de la prosa contemporánea?
Porque no voy a caer en la tentación de decir que aquí está todo, pero… Juzguen ustedes mismos. Los relatos agrupados en Más Mil y una Noches forman, junto con La isla del tesoro, el corazón de la narrativa de aventuras clásica, la fuente primigenia de tantos desde Conrad hasta Pérez Reverte pasando por Salgari y Waltari; es más, la forma en que trabaja Stevenson abre la puerta a la legitimación de los géneros populares en el seno de la gran cultura, en un legado que convirtió en indiscutile Jorge Luis Borges. También se abre aquí la puerta al terror contemporáneo, no sobrenatural, con el inolvidable El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, que junto a “Mirkheim” retoman y consolidan la idea dostoievskiana de que el primer monstruo es, sobre todo, el hombre. Y en los Cuentos de las noches de las islas, junto con sus libros de viajes, Stevenson da el paso de afrontar los argumentos sobre otras culturas sin prejuicios, con el narrador inserto en una civilización distinta con empatía y verosimilitud.
Todos estos logros, insisto, se alcanzan desde obras más que legibles hoy en día, amenas. Y poco más hay que añadir, salvo que hay otros relatos aquí —El diablo en la botella, Olalla…— que son obras maestras perdurables.
Sin embargo, sí que hay algo importante que decir sobre este libro, por añadidura. Hablemos, por una vez, del continente. Esta es la mejor edición posible para disfrutar de estos textos. Tanto la traducción de Miguel Temprano como las ilustraciones de Alexander Jansson ofrecen el marco óptimo para el disfrute de las historias. El volumen es grueso pero cómodo, está cuidado en cada detalle, se le percibe como un compañero para siempre.
En una era en que se debate sobre el libro digital, sobre el posible precio de los textos en sí, está claro que para vende una obra descatalogada como son estos cuentos hay que ofrecer valores añadidos. Este libro los tiene todos: es un objeto hermoso, en el que todo contribuye al inigualable placer de la lectura. Cuando la industria afronta un futuro incierto, mi impresión es que estos volúmenes para amantes del libro, estas piezas que uno se llevaría a la isla desierta del tópico, tendrán por mucho tiempo un hueco. Y contra la marea de las modas, cada vez más difícil de seguir y menos satisfactoria, lo clásico es un refugio tentador.
La obra de Stevenson es magistral y creo que El diablo de la botella es uno de sus mejores exponentes (creo que es e lcuento que he leído más veces en mi vida). Lo que dices sobre esta edición no hace más que aumentar mis ganas de hacerme con el libro.
ResponderEliminarSaludos.