miércoles, marzo 04, 2009

La familia Wagner, Brigitte Hamann

Prefacio, traducción y notas Roberto Mansberger Amorós. Juventud, Barcelona, 2008. 286 pp. 19 €

Juan Gómez Espinosa

Aquel que quiera comenzar a transitar, suavemente, por los caminos del “wagnerianismo” encontrará en este libro una introducción ágil y agradable sobre los vericuetos de tan polémico universo. Evidentemente, su autora, Brigitte Hamann, no se ha propuesto elaborar una summa enciclopédica sobre el gran Richard, sus obras y sus sucesores; esto sólo habría sido posible redactando tomos y tomos que abarcaran cuestiones tan diversas como elementos de composición musical, historia germánica, sociología, dramaturgia y praxis teatral... incluso de economía (por no contar los cientos de anécdotas, públicas y privadas, que se podrían llegar a recoger). Para todos estos ámbitos ya existen ejércitos de monografías, más o menos apasionadas. La obra de Hamann, por tanto, es un repaso a casi dos siglos de vida de una saga, la de los Wagner, absolutamente condicionada por la sombra de su miembro más famoso. Hamann, y éste es su máximo logro, expone la ¿evolución? de la familia con una objetividad absoluta , deja que los datos y los hechos (y a veces los propios protagonistas) hablen por si mismos. Realmente, el asunto no necesita ninguna ayuda externa. Todo observador puede constatar, desde su atalaya, los esfuerzos de este linaje por mantener una aristocracia artificial, un orgullo casi mesiánico y que, desde un principio, consigue mantener muy alto el listón de ridiculez. Es lo que pasa cuando uno se desvive por aquilatar su burbuja. Posiblemente, la prueba material más clara de esta estulticia sea la perpetuación del Festival de Bayreuth; casi, casi tan decadente como el pardo concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Tal vez el gran problema de los Wagner no sea otro que el de alienarse por la memoria del único genio que se crió entre ellos. Ya es hiriente ver cómo los acólitos del compositor (su esposa Cósima a la cabeza) no sólo alimentaron su egolatría en vida sino, sobre todo, cómo a su muerte erigieron un túmulo sectario y enfermizo con el cual canalizar una serie de corrientes políticas y filosóficas bastantes discutibles. Para la génesis de éstas se parapetaron en actitudes más o menos circunstanciales, más o menos sinceras, de un creador que, unas veces pegado suciamente al mundo y otras elevado por encima de tanto lodo, siempre se condujo por un individualismo narcisista. Hamann se sitúa, muy sagazmente, lejos de la enumeración de los logros artísticos del genio (ya han hablado de ellos unos cuantos musicólogos) y lejos de los juicios de valor sobre sus herederos: sabe perfectamente que no hay más que verlos para que queden en evidencia sus taras emocionales y su ambición sin escrúpulos. Sería deseable, cuando no obligatorio, haber escuchado algo de música de Richard Wagner antes de leer este libro ya que, como he apuntado al comienzo, no es un estudio para partir “de cero”. De hecho, sería obligatorio haber escuchado algo del genio (algo más que la Cabalgada de las Valkirias) antes de hablar de tal coloso y de su camada. Parece obvio, pero uno no deja de escuchar bocas y bocas llenas de estulticia mezclando las churras con las merinas, Lohengrin con Hitler, Brunilda con los empresarios. No estaría de más recordar, como le decía el maestro Cristóbal Halffter a un intelectualucho que abominaba de Richard enlazándolo a la Gestapo, que, gracias a las vías musicales abiertas por Tristán, otro genio llamado Arnold Schoenberg –judío, calvo y apátrida- consiguió componer uno de los mayores alegatos en contra del Holocausto: Un superviviente de Varsovia. Tal vez no sea un tópico eso de que el arte prevalece sobre todo lo demás. Justicia poética, en definitiva.

1 comentario:

  1. Gracias por dar a conocer este libro, me interesa mucho. El tema, no obstante, es bastante común, tenemos el ejemplo de la saga familiar de Picasso o el caso de Lorca , casi casi una multinacional, aunque en este útimo caso no se trata tanto de la familia.
    Carlota

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