lunes, febrero 09, 2009

Guinea, Fernando Gamboa

El Andén, Barcelona, 2008. 384 pp. 18,50 €

Carmen Fernández Etreros

Desde las primeras páginas de esta novela de Fernando Gamboa, el lector de Guinea se siente espectador de una aventura, de un viaje. Guinea tiene todos los ingredientes de la novela de aventuras: Un país desconocido, una voluntaria española indefensa que se debate entre la soledad y la duda, una violencia inesperada, una naturaleza difícil de controlar,... Una ficción documentada que como señala el autor Fernando Gamboa en una nota «ha creído necesaria para describir la escalofriante realidad».
En aras a esa realidad vivida y transmitida por la protagonista en la barra del bar de un desvencijado hotel, el narrador nos lleva de la mano por un pequeño país africano, Guinea Ecuatorial que fue una desconocida provincia española hasta hace cuarenta años. Pero en la actualidad, a pesar de poseer una de las mayores reservas petrolíferas del continente africano y una gran riqueza natural que sorprende con sus desconocidas selvas vírgenes, sus escondidas tribus como los ‘akas’ y sus animales salvajes como los buscados gorilas, este país sufre una cruda etapa de represión por parte de sus dirigentes.
La novela de Gamboa, viajero incansable y autor de La última cripta, nos recuerda a obras de Vázquez Figueroa como África llora, y ese género de novela de aventuras en la acción marca el argumento y el ritmo de la novela. La protagonista de esta novela Guinea es Blanca Idoia, una joven antropóloga que llega llena de ilusiones al país gracias a una ONG, y tras una corta estancia es detenida arbitrariamente en un control de carreteras por no llevar documentación. Blanca Idoia, ante su sorpresa, será conducida a una oscura celda, torturada brutalmente, y finalmente condenada a muerte en una parodia de juicio por militares guineanos. La protagonista se verá obligada a huir sin remedio para sobrevivir en una desesperada carrera a través de la selva ayudada por los nativos y, sobre todo, por Gabriel Biné, un guineano que huye como ella y que se convertirá en su guía y su ayuda. Blanca Idoia conocerá la pobreza extrema, el hambre, la injusticia, así como las enfermedades que azotan África como la malaria o el sida. Pero también conocerá la belleza salvaje de la selva, la ayuda generosa de los habitantes de Guinea, la vida diaria de los pigmeos o el comportamiento de los gorilas.
Destaca como el narrador logra conectar esa experiencia con el cambio profundo en el carácter y el destino de la protagonista Blanca. Del viaje físico de la protagonista nos traslada al viaje interior del personaje de Blanca Idioa con estas palabras:
«Me enjaboné y me pasé la esponja por fuerza, casi con saña. Sentía que África se había filtrado por los poros de mi piel, y que no sólo me había traído conmigo el parásito de la malaria, sino también algo más indefinible, más oscuro. Un tipo de tristeza desesperanzada que no había sentido antes. Sentía rabia. Miedo. Odio. Amor» (página 284).
En la novela se mantiene una hábil tensión basada en un ritmo cercano a lo cinematográfico, basado en la imagen y en la acción, y un diálogo entre los personajes fluido y dinámico. Un libro duro sin duda, en el que no faltan las escenas cruentas, que cuenta una «experiencia real inventada» que nos acerca a los acontecimientos que viven muchos seres humanos indefensos que viven en Guinea, ese país desconocido.

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