Lorena Bou Linhares *
Firma invitada
El poder y el delirio de Enrique Krauze ha sido publicado por Tusquets en España para ser distribuido también en América Latina, a excepción de Venezuela. Un libro que revise la historia de la democracia venezolana y critique determinados aspectos de la política de Hugo Chávez no invita a tramitar una solicitud de importación. Sin embargo, con otra cubierta y bajo otro sello editorial, el último libro de Enrique Krauze ya está a la venta en las librerías venezolanas. En un principio, varias editoriales se negaron a coeditar el libro, pero Editorial Alfa, cuya colección Hogueras se ocupa del análisis político nacional, decidió asumir el reto, nada desdeñable tratándose de un libro que reconoce la vocación social del régimen chavista pero que cuestiona el «personalismo autoritario» del presidente Chávez.
En 1959, justo cuando triunfa la Revolución cubana, en Venezuela gana las elecciones el demócrata Rómulo Betancourt. Treinta años después, en 1989, cuando cae el muro de Berlín, la izquierda venezolana radical inicia la cuenta regresiva que llevará al país «de la democracia a la revolución». Esta paradoja, el «sentido inverso» de la historia contemporánea de Venezuela, es precisamente el punto desde el que parte Enrique Krauze para analizar tanto la política actual venezolana como su repercusión en el resto del continente latinoamericano.
Para entender las circunstancias que permitieron el triunfo electoral de Chávez en 1998 y su actual permanencia en el poder, el autor se sitúa en los comienzos de la democracia venezolana, señala los aciertos y fallos de cuarenta años de bipartidismo y recorre la biografía del líder del llamado «socialismo del siglo XXI». Si bien la crónica dirige los capítulos –Enrique Krauze plantea sus opiniones a medida que narra sus dos viajes a Caracas y el ínterin en México–, una profusa documentación bibliográfica y una serie de entrevistas a personalidades antichavistas y chavistas acompañan las reflexiones en torno al conflicto entre democracia y revolución.
El poder y el delirio trata el problema del mercantilismo estatal de la «Venezuela Saudita» y el abuso de poder por parte del carismático (y mediático) Chávez, pero sobre todo da voz a personalidades venezolanas que son prácticamente desconocidas fuera de Venezuela y cuya opinión es crucial para entender a un país en donde una miss y un militar golpista coincidieron en unas elecciones.
Ex guerrilleros (Américo Martín y Teodoro Petkoff), historiadores (Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi, Elías Pino Iturrieta y Germán Carrera Damas), representantes de la Iglesia y de la comunidad judía, ex militantes del chavismo (Luis Miquilena y Raúl Isaías Baduel), dirigentes estudiantiles y escritores (Guillermo Sucre y María Fernanda Palacios), con todos ellos conversa Enrique Krauze. La variedad de perspectivas y la calidad de los análisis no pueden dejar indiferente al lector. «Perón y Chávez se parecen hasta en el culto a Evita», afirma Manuel Caballero; «[Chávez] se ha convertido en un caudillo militar», asegura Luis Miquilena. Muchos de los interlocutores cuestionan el anacronismo de la Revolución bolivariana, la manipulación de la historia, el clima de descalificación y odio, la militarización de la sociedad, la ilegalidad y la corrupción; todos reprochan el carácter intervencionista y excluyente de un gobierno que desconoce la autocrítica.
Pero frente a la opinión de un sector de la sociedad venezolana se cuelan las razones del bando contrario, los partidarios del chavismo. Diputados y ministros (Aristóbulo Istúriz, Jorge Rodríguez, Alí Rodríguez Araque y José Vicente Rangel) descalifican los años de democracia que precedieron a Chávez, explican los logros de las políticas sociales del actual gobierno y asoman la certeza del carácter mesiánico de su líder. “El chavismo es un fenómeno telúrico”, señala José Vicente Rangel. Por su parte, escritores de la izquierda radical (Vladimir Acosta y José Roberto Duque) critican la falta de radicalismo en las medidas izquierdistas del gobierno. «Admiro a Chávez (…) pero Chávez no ha tumbado las estructuras. Siguen allí explotados y explotadores», sostiene José Roberto Duque.
De entre las muchas voces que se dejan oír, la de los historiadores Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi, Elías Pino Iturrieta y Germán Carrera Damas, así como la de Teodoro Petkoff y Américo Martín –ex guerrilleros que ahora representan la izquierda democrática–, son las que tienen mayor presencia: con ellas se despliega el estudio de tres figuras clave: el ex presidente Rómulo Betancourt, el Libertador Simón Bolívar y el propio presidente Chávez. En oposición a Betancourt, Chávez rehúye la alternabilidad en el poder; con respecto a Bolívar, no sólo lo venera, sino que explota en exceso su postura antiimperialista. Ambos enfoques constituyen uno de los temas más polémicos del libro, como también lo es la crítica a los modos como Chávez asume la reencarnación de los héroes de la patria. En cada debate Enrique Krauze es firme en sus argumentaciones, hasta el extremo de asegurar que ni Marx ni Plejánov habrían sido chavistas. La razón, el rechazo al «culto al poder unipersonal».
Sin duda, la política exterior de Chávez es bien conocida (cómo olvidar el «váyanse al carajo, yanquis de mierda»), pero no lo es tanto su política interna, de la que precisamente se ocupa El poder y el delirio. La agudeza con la que el autor reflexiona sobre el pasado y el presente venezolanos es razón suficiente para la lectura de un libro que tampoco desestima la ironía. «En el país de Andrés Bello, un veterinario dirige la cultura.» Semejante frase es la conclusión a la que el historiador mexicano llega tras conocer que el actual ministro del Poder Popular para la Cultura es un veterinario con un máster en trasplante de embriones y reproducción animal.
En 1959, justo cuando triunfa la Revolución cubana, en Venezuela gana las elecciones el demócrata Rómulo Betancourt. Treinta años después, en 1989, cuando cae el muro de Berlín, la izquierda venezolana radical inicia la cuenta regresiva que llevará al país «de la democracia a la revolución». Esta paradoja, el «sentido inverso» de la historia contemporánea de Venezuela, es precisamente el punto desde el que parte Enrique Krauze para analizar tanto la política actual venezolana como su repercusión en el resto del continente latinoamericano.
Para entender las circunstancias que permitieron el triunfo electoral de Chávez en 1998 y su actual permanencia en el poder, el autor se sitúa en los comienzos de la democracia venezolana, señala los aciertos y fallos de cuarenta años de bipartidismo y recorre la biografía del líder del llamado «socialismo del siglo XXI». Si bien la crónica dirige los capítulos –Enrique Krauze plantea sus opiniones a medida que narra sus dos viajes a Caracas y el ínterin en México–, una profusa documentación bibliográfica y una serie de entrevistas a personalidades antichavistas y chavistas acompañan las reflexiones en torno al conflicto entre democracia y revolución.
El poder y el delirio trata el problema del mercantilismo estatal de la «Venezuela Saudita» y el abuso de poder por parte del carismático (y mediático) Chávez, pero sobre todo da voz a personalidades venezolanas que son prácticamente desconocidas fuera de Venezuela y cuya opinión es crucial para entender a un país en donde una miss y un militar golpista coincidieron en unas elecciones.
Ex guerrilleros (Américo Martín y Teodoro Petkoff), historiadores (Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi, Elías Pino Iturrieta y Germán Carrera Damas), representantes de la Iglesia y de la comunidad judía, ex militantes del chavismo (Luis Miquilena y Raúl Isaías Baduel), dirigentes estudiantiles y escritores (Guillermo Sucre y María Fernanda Palacios), con todos ellos conversa Enrique Krauze. La variedad de perspectivas y la calidad de los análisis no pueden dejar indiferente al lector. «Perón y Chávez se parecen hasta en el culto a Evita», afirma Manuel Caballero; «[Chávez] se ha convertido en un caudillo militar», asegura Luis Miquilena. Muchos de los interlocutores cuestionan el anacronismo de la Revolución bolivariana, la manipulación de la historia, el clima de descalificación y odio, la militarización de la sociedad, la ilegalidad y la corrupción; todos reprochan el carácter intervencionista y excluyente de un gobierno que desconoce la autocrítica.
Pero frente a la opinión de un sector de la sociedad venezolana se cuelan las razones del bando contrario, los partidarios del chavismo. Diputados y ministros (Aristóbulo Istúriz, Jorge Rodríguez, Alí Rodríguez Araque y José Vicente Rangel) descalifican los años de democracia que precedieron a Chávez, explican los logros de las políticas sociales del actual gobierno y asoman la certeza del carácter mesiánico de su líder. “El chavismo es un fenómeno telúrico”, señala José Vicente Rangel. Por su parte, escritores de la izquierda radical (Vladimir Acosta y José Roberto Duque) critican la falta de radicalismo en las medidas izquierdistas del gobierno. «Admiro a Chávez (…) pero Chávez no ha tumbado las estructuras. Siguen allí explotados y explotadores», sostiene José Roberto Duque.
De entre las muchas voces que se dejan oír, la de los historiadores Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi, Elías Pino Iturrieta y Germán Carrera Damas, así como la de Teodoro Petkoff y Américo Martín –ex guerrilleros que ahora representan la izquierda democrática–, son las que tienen mayor presencia: con ellas se despliega el estudio de tres figuras clave: el ex presidente Rómulo Betancourt, el Libertador Simón Bolívar y el propio presidente Chávez. En oposición a Betancourt, Chávez rehúye la alternabilidad en el poder; con respecto a Bolívar, no sólo lo venera, sino que explota en exceso su postura antiimperialista. Ambos enfoques constituyen uno de los temas más polémicos del libro, como también lo es la crítica a los modos como Chávez asume la reencarnación de los héroes de la patria. En cada debate Enrique Krauze es firme en sus argumentaciones, hasta el extremo de asegurar que ni Marx ni Plejánov habrían sido chavistas. La razón, el rechazo al «culto al poder unipersonal».
Sin duda, la política exterior de Chávez es bien conocida (cómo olvidar el «váyanse al carajo, yanquis de mierda»), pero no lo es tanto su política interna, de la que precisamente se ocupa El poder y el delirio. La agudeza con la que el autor reflexiona sobre el pasado y el presente venezolanos es razón suficiente para la lectura de un libro que tampoco desestima la ironía. «En el país de Andrés Bello, un veterinario dirige la cultura.» Semejante frase es la conclusión a la que el historiador mexicano llega tras conocer que el actual ministro del Poder Popular para la Cultura es un veterinario con un máster en trasplante de embriones y reproducción animal.
* Lorena Bou Linhares nació en Caracas en 1977 y reside en Barcelona (España) desde el año 2002. Estudió Filología Hispánica y se ha especializado tanto en Literatura Comparada como en el área de la edición. Actualmente trabaja como lectora y correctora en varias editoriales. Es asidua colaboradora en diversos periódicos y revistas de Venezuela y España.
Independientemente de lo que uno pueda opinar sobre Chávez y su gobierno, ¿acaso existe una titulación académica propia y exclusiva para poder ser ministro de Cultura? ¿No estaremos ante un comentario fruto de un puro elitismo "intelectual" que se pretende confundir con la "ironía"?
ResponderEliminarSaludos, DePeixes.