jueves, diciembre 25, 2008

Solo con invitación: El manuscrito de piedra, Luis García Jambrina

Alfaguara, Madrid, 2008. 316 pp. 18,50 €

Care Santos

Si la Salamanca del siglo XV es el escenario de diversos crímenes y Fernando de Rojas el investigador que trata de esclarecerlos, ¿quién es el asesino?
Esta es la ecuación que bien podría resumir esta novela, la primera de Luis García Jambrina, después de dos libros de cuentos estupendos, Oposiciones a la Morgue y otros ajustes de cuentas (Valdemar, 1995) y Muertos S. A. (El Gaviero, 2005). Me detengo brevemente de este último, no sólo porque es uno de los mejores libros de cuentos publicados en nuestro país en los últimos años, sino porque en él se apuntaban la mayoría de los temas que han fraguado ahora en este El manuscrito de piedra: uno de los relatos —«Un extraño legado»— está basado en las teorías de la profesora Rosa Navarro Durán acerca de la autoría del Lazarillo de Tormes; otro —«La verdadera historia de El Quijote»— recrea a la perfección el Toledo de los moriscos a la par que "desmiente" que Cervantes fuera autor de las aventuras del caballero de La Mancha; también se recrean aspectos de una Salamanca que el autor conoce bien, o ciertos ambientes que le son igualmente familiares, como el académico. Tampoco faltan las criaturas sobrenaturales, felices protagonistas de un buen número de aquellos cuentos. Leyendo Muertos S.A. es fácil adivinar la fascinación de su autor por los interrogantes sin respuesta de la historia de la literatura, a algunos de los cuales trató ya de contestar en no pocos de sus relatos, del mismo modo que El manuscrito de piedra fantasea con responder a las muchas dudas aún existentes sobre la figura de Fernando de Rojas y la naturaleza de su autoría de La Celestina.

García Jambrina forma parte, desde hace mucho, de ese grupo de autores que aborda sin rubor —pero con ambición y con buen gusto— temáticas que durante décadas han pertenecido al feudo de la literatura llamada «popular» o que la crítica, digamos (pero entrecomillemos), «seria» sigue considerando de segunda categoría. Así pues, tal vez estemos en primer lugar ante una novela negra, de estructura clásica: un cadáver en el primer capítulo, un investigador y sus particulares motivos, una investigación jalonada de sorpresas —incluídos, claro está, inocentes que parecen sospechosos y sospechosos que parecen inocentes— y una solución final con gato encerrado. Sin embargo, sólo hace falta recordar que el investigador protagonista es Fernando de Rojas, el judío converso que con apenas 25 años dicen que escribió La Celestina, para que cualquiera se dé cuenta de que García Jambrina nos está invitando a algo más que a un festín de buenos y malos. La suya es una invitación a saltarnos los prejuicios de los llamados géneros y a dejarnos llevar por una historia que cautiva de principio a fin. Por supuesto, satisfará plenamente a los lectores de novela histórica, que se sentirán fascinados —con razón— por la misteriosa figura de Fernando de Rojas y por las lagunas históricas que García Jambrina ha llenado hábilmente con ficción novelesca, en la más pura clave del género. Hay que decir, además, que al profundo conocimiento de la época abordada suma el autor su habilidad para no rebasar en ningún momento esa delgada línea en la que el novelista se convierte sólo en el disfraz del estudioso. No es el profesor quien nos habla en estas páginas, sino el narrador que cree en su historia y la transmite con entusiasmo y pasión. Dos sentimientos que su prosa transmite con la eficacia con que el cobre conduce la electricidad. Sin embargo, el profesor está ahí, agazapado, y seducirá a otro tipo de lector: el que busca el idioma depurado, los personajes de calado filosófico y la novela más intelectual.

A algunos de esos lectores entusiasmará el final, con atrevida licencia argumental incluída, aunque algunos puede que se lo tomen muy en serio y otros puede que sonrían pensando que no podía ser de otra manera, conociendo a su autor y conociendo un poco de la historia verdadera. Y no creo que ni uno solo deje de celebrar la existencia de una novela que participa de varios géneros y asuntos sin rebajar ninguno de ellos ni rebajarse a sí misma.

En ese y otros sentidos, esta novela es un festín. Por desgracia, se publican pocos libros como éste. Porque, también por desgracia, hay pocos profesores de la Universidad de Salamanca que se atrevan a no tomarse la Literatura tan en serio y escriban novelas negras sobre asesinos en serie del siglo XV. El Manuscrito de piedra es un manjar difícil de encontrar, una delicatessen. Por eso es tan coherente estar hablando de ella el día de Navidad.

Y ya que hoy es hoy, me atrevo a proponer un brindis a la salud de todos los autores que, como García Jambrina, se atreven a saltarse los convencionalismos y escribir pensando en el lector. En un lector que sea, además, un ser pensante y más o menos leído, al que no se pretenda engatusar con cualquier cosa pero sí hacerle soñar, invitarle al juego de espejos y probabilidades que simpre ha sido la Literatura. Brindo por la larga vida de esa familia de escritores que para mí componen nombres como Félix J. Palma, Javier Azpeitia, Luis Manuel Ruiz, César Mallorquí, Elia Barceló o Pilar Pedraza, entre otros. Y por los lectores entusiastas que les estaremos esperando, a veces en mitad de la Tormenta.




Luis García Jambrina: «Las letras pueden ser un buen asidero en tiempos de crisis»

–Convertir a Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, en un investigador de crímenes en serie es, cuanto menos, osado. ¿Es la familiaridad con los clásicos lo que ampara tanta osadía o hay otras razones, que pueda confesarnos?


–La novela nació de una fascinación por la figura de Fernando de Rojas. Casi todo lo que rodea a La Celestina y a su autor –o autores– es un misterio, y eso me interesaba mucho. Naturalmente, he incorporado a su biografía lo poco que sabemos de él y algunos rasgos que se le atribuyen, como su condición de converso, que es un aspecto fundamental en la novela. A partir de ahí, he intentado crear un personaje verosímil y atractivo. Yo lo convierto, desde la admiración, en una especie de detective que por obligación tiene que investigar una serie de crímenes. Eso crea conflicto a su alrededor y me permite hacer que se mueva por todos los lugares y estamentos de la ciudad de Salamanca en ese momento. Se trata, naturalmente, de un personaje muy complejo, con sus virtudes y sus debilidades. Es un hombre ya del Renacimiento, un humanista, con una gran inteligencia, una mente deductiva y una curiosidad infinita, pero también algo ingenuo. Desde muy joven, ha vivido consagrado al estudio, y muy pronto se da cuenta de que no todo está en los libros y de que estos no bastan para conocer la verdad. Es también un antihéroe heroico. Al final, ese proceso de investigación será también un proceso de búsqueda de la verdad y de transformación personal. Es uno de esos personajes a los que les coges cariño y luego te cuesta mucho despedirte de ellos.

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3 comentarios:

  1. Me gustaria dar la enorabuena a Lues Garcia Jambrina, por tan espectacular libro que tengo entre mis manos.
    Aun no he llegado al final, pero me apasiona el libro.
    Yo soy de Salamanca y este libro se lo he regalado de reyes a mi padre y en dos dias se lo habia devorado y me lo ha pasado.
    Ganas tengo de llegar al final por el tambien me ha dicho que ni me imagino quien es el asesino...asi que a seguir leyendo y de nuevo ENORABUENA!!!
    Diana

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  2. Oportunidad desaprovechada. Se podía esperar algo más que escritura correcta,lectura fácil y entretenida, buena documentación e ideas ordenadas. Salamanca no aparece en el relato, por más que se nombren diferentes localizaciones de la ciudad, los personajes son planos (¿qué podemos decir de la personalidad de Fernando de Rojas al término de su lectura?)y los sentimientos brillan por su ausencia. Para rematarlo, el argumento policiaco es propio de un episodio de la señora Fletcher.

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  3. Cada libro debe encontrar a su lector, Anónimo. Tal vez no te gusta la novela negra, o la novela histórica. La novela de García Jambrina juega ciertas reglas, y para disfrutarla es necesario entenderlo. Y las juega magníficamente, por cierto. Un saludo.

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