Ángeles López
Aquello de «es difícil vivir sin amor pero más difícil es amar» le viene como anillo a este libro, semillero de angustia, nostalgia y vía crucis emocional que provoca las enigmáticas reverberaciones de un gong. La sinopsis sus páginas sería algo así como: joven china del siglo XVII (ajena al cataclismo político de que los manchúes se hayan alzado con el poder tras derrocar al mítica dinastía Ming) regresa del más allá para cumplir su destino. En medio, claro está, hay amor, deber e idealización. La autora de El abanico de seda, se convierte en una touroperadora histórico-emocional para un occidental ávido de relatos exóticos. Es Lisa See, narradora irremediablemente sensitiva, turgente y hasta carnal; pero sobre todo melancólica en su más puro estado. Cada página huele a jengibre, anís estrellado e hinojo y rezuma la luminosidad con ambages, propia del mítico Imperio del Sol Naciente: obediencia a las tradiciones, la poesía de la ópera, costumbrismo, rituales, leyendas ancestrales...
De caudal sincero, esta americana de ascendencia china, buena sabedora de la historia y versada en el corazón de las mujeres, sabe encajar las piezas del tetris amatorio oriental, en un “menú degustación” para profanos. Una lástima, no obstante, comprobar que si hay algo parecido al amor, solo puede tratarse de la pérdida del amor...Sea en la cultura que fuere.
Se intuye que la literatura de Lisa See sirve para decir “yo soy” o “yo sé quien soy”, en una revisión constante de su raíces. Shakespeare dijo que todo autor se emplea siempre en escribir la misma historia y, fiel a sus palabras, la novelista de El pabellón de las peonías, ha encontrado su espacio narrativo en un triángulo muy aquilatado: mujer, emociones y oriente. Pero, a diferencia de otros autores que se han sumado al rebufo de Memorias de una geisha, la autora sí conoce el tiempo y el espacio que relata, y no es una impostora literaria que chupe rueda narrativa de nadie.
No son páginas escritas para nutrir y aleccionar conciencias, ni para que reverenciemos a la antigua Catay o veneremos su poderosísima historia, sino que están escritas en el ecuménico idioma de la melancolía con el fin de acariciarnos y provocar que llovamos lágrimas. Novela galante, costumbrista, nostálgica, atmosférica, con la mirada puesta en la melodía y el ritmo íntimo de la propia historia. Dotada de buen instinto narrativo y magnífico archivo de fragancias, descripciones –en ocasiones excesivas- y sensaciones que acunan al lector. Prosa, en definitiva que, cuando es preciso, sabe convertirse en ascua para hablar del ardor del alma. Instantes atrapados en esa sensual atmósfera de ámbar que es el verbo cuando debe lidiar con la historia eterna e inmutable del corazón.
Así, El pabellón de las peonías se lee con gusto, pues con placer parece haber sido escrita. Me atrevería a decir que está contada desde la embriaguez que produce envolver de palabras el choque de trenes que supone el la idealización de una piel hacia otra. Por todo ello, el decir de Lisa See —en esta, su quinta novela— resulta cada vez más franco, intimista, bello y, por qué no decirlo, de un delicioso catastrofismo sensitivo.
MÁS CHINA EN LA TORMENTA:
-La buena tierra, de Pearl S. Buck. Reseña de Leah Bonnín. Para leerla haz click AQUÍ.
Me gusta esa idea de comentar libros sobre China durante los JJOO. Os recomiendo para uno de esos días, el libro "Flores de Febrero" de Fan Wu. Un saludo.
ResponderEliminarSí, creo que es un momento apropiado para hablar y reflexionar sobre China. Yo recomiendo un trabajo de Manel Ollé, "Made in China", que puede servir para comprennder lo que ocurre en ese interesante país. Un saludo.
ResponderEliminarEs bueno tu comentario, pero requiere una precisión: el Imperio del Sol Naciente es una referencia a Japón, no China.
ResponderEliminarAcabo de terminar de leer esta obra, de verdad que me atrapó desde el principio, creo que la autora logra que no logran la mayoría de novelas históricas, que es mantener la atención fija.
ResponderEliminarRecomendado altamente este libro.