Prólogo de José María Merino. Candaya, Barcelona, 2008. 113 pp. 12 €
Doménico Chiappe
La microficción, como toda prosa narrativa, necesita una estructura. La diferencia es que aquí se escriben sólo los eslabones esenciales de la trama. Todo lo demás se sugiere. “Sugerencia”, podría ser la microdefinición del microcuento. Una palabra que aparece, con énfasis, en la introducción de un libro magnífico, Los males menores (colección Austral) de Luis Mateo Díez, maestro de este género antiquísimo que ahora se revalúa, quizás por la influencia de la pantalla y el ritmo frenético de vida actual.
Carlos Vitale, poeta, traductor y narrador, ha recopilado una cantidad de textos breves en Descortesía del suicida. Algunos de estos textos son aforismos (“Viejo verde” y “Delitos y faltas”) y juegos de palabra (“Recibir su merecido” y “Microeconomía”); otros se limitan a la metáfora (como “Borrador”); otras líneas encajan mejor bajo la categoría de poesía (ya Vitale ha demostrado en sobradas ocasiones lo bien que se le da el género). Ahora bien, en gran parte de sus páginas se puede leer una historia, más sugerida que visible. Es decir, este libro no es una compilación de narrativa brevísima; o no solamente; aunque sí se encuentran cuentos con ese entramado invisible que juega tanto con la imaginación del lector y sus posibilidades creativas (delebles y olvidables). Me refiero a “La puerta condenada”, donde se deja a cargo del lector a veces el desenlace, otras el planteamiento; otras el desarrollo y el desenlace (“Il pensiero debole”), con notable eficacia.
Vitale también goza de una facilidad para cambiar de registro, para darle a cada narrador una entidad propia. Para ensayar en cada capítulo (cada cuento) un estilo. Cito “Un lugar para cada cosa”, sobre la crianza de animales de granja en los pisos de Barcelona, que parece extraído de una publicación de cordel; o escrito, todavía antes, por un contemporáneo de Cervantes. En el caso de los aforismos, se disfruta la reproducción de cosas oídas y memorizadas, certezas populares que Vitale ha guardado en el fondo de un cajón de la memoria y rescatado, al estilo Último Round de Cortázar, líneas escuchadas en su hogar o en la calle, o leídas en alguna parte (“¡Quién fuera abeja reina!” y “Grados de autoestima”, por ejemplo).
En la presentación del libro, José María Merino, otro mago de la sugerencia, resalta un rasgo de Vitale que no pasa desapercibido: ironía, “un humor que no puedo calificar sino de instantáneo, que suele ser la energía misma del género”. Merino señala un cuento, “el más significativo” del conjunto, que ciertamente está entre los más inquietantes. Lo reproduzco aquí:
“En el reloj de la esquina del correo son siempre las doce. A veces es demasiado temprano y a veces demasiado tarde”.
Porque inquietud es otra palabra que debería sumarse a la minidefinición del microcuento: La ficción brevísima debe sugerir e inquietar, tareas que cumple a cabalidad Carlos Vitale en este conjunto de prosas cortas.
Y de una manera nada microscópìca ha hecho usted que me levante de la silla, anote el isbn y lo encargue a mi libreria habitual...
ResponderEliminar(me gustaría contactar con vd., señor Chiappe, bien sabe que le sigo la pista hace tiempo)
samurod@yahoo.es