miércoles, julio 16, 2008

El infinito en la palma de la mano, Gioconda Belli

Premio Biblioteca Breve 2008. Seix Barral, Barcelona, 2008. 237 pp. 18 €

Nere Basabe

El Paraíso es aburrido pero afortunadamente dura poco; apenas los cinco primeros capítulos. Porque la verdadera historia de Adán y Eva no es la del Jardín del Edén, es la aventura que emprenden ese primer hombre y esa primera mujer expulsados al mundo. Gioconda Belli, reconocida poeta nicaragüense, elije esta primera historia de la Historia (acaso mitológica), basándose en los libros apócrifos excluidos de la Biblia, como argumento para esta novela con la que ha recibido el Premio Biblioteca Breve.
Tras comer los higos (que no la manzana) del árbol del Conocimiento, el Jardín se convulsiona, la tierra tiembla y se abre, y tras el cataclismo, Adán y Eva amanecen arrojados a una tierra inhóspita, donde los animales recelan unos de otros y ya no les obedecen, donde el cielo se apaga cada día, donde hay que matar para sobrevivir (Eva se resiste inicialmente militando en el vegetarianismo), y donde sus cuerpos, despojados de toda condición divina, experimentan con dramatismo las debilidades humanas; durante días sienten la boca y la garganta abrasando, como llenas de arena, y no saben por qué: así descubren la primera sed.
Despojada de toda teología, pese a las puntuales apariciones de esa voz omnipresente —Elokim, lo llaman— que como un Gran Hermano dicta unas leyes incomprensibles, y de una Serpiente cansada de tanta eternidad, que como un oráculo les habla oscuramente y con un discurso cargado de existencialismo acerca de ese Invisible Todopoderoso que se aburre, duda de sus propias creaciones, se equivoca, olvida y se marcha a crear nuevos mundos, la novela apuesta en cambio por la exploración de la condición humana en toda su desnudez, la reflexión sobre lo que significa perder la inocencia y hacerse cargo del conocimiento, y el sentido de la Historia: y el resultado es descorazonador, porque lo primero que intentan este primer hombre y primera mujer, al descubrir lo que son, es el suicidio.
Y sin embargo, en el idílico Jardín donde nada transcurría salvo las aguas mansas del río, Eva se sentía llamada, en sueños, por una multitud de seres que, iguales que ellos, se destruían y se regeneraban avanzando sin detenerse, y la imagen la subyugó tanto que quiso darles la oportunidad de existir. Así Eva aparece como la encargada de engendrar y desencadenar la Historia, frente al timorato Adán, ajeno a la curiosidad y temeroso de todo. Hasta que el relevo de la Historia lo toma su hija Aklia, en un final conmovedor: tras matar Caín a su hermano Abel por celos incestuosos, parte al exilio con su hermana gemela Luluwa, y Adán y Eva se quedan solos con su hija pequeña, la fea y callada Aklia, que parece sufrir un retroceso tras la pérdida traumática de su hermano gemelo Abel, y se va despojando poco a poco de toda humanidad. Un buen día Eva decide llevar a su hija a la playa, y allí la niña simiesca corre y salta feliz de nuevo. En el camino de regreso, madre e hija se topan con una manada de grandes primates, y la niña se suelta de la mano de Eva para unirse a ellos, dando comienzo, desaparecido Dios, a la verdadera Historia. Una Historia que habrá de llevarnos al punto de partida, al reencuentro del anhelado Paraíso, nostalgia que tanto daño nos ha hecho.
Belli ha llevado a cabo un laborioso trabajo de documentación para dar vida a esta primera historia —una bicoca para cualquier escritor—, y así lo hace constar en una introducción y una bibliografía incluida al final, a mi juicio prescindibles. Tal vez se podía haber contado mejor (y en algunos pasajes el lector tiene realmente esa sensación), pero es con todo una aventura apasionante. Tan apasionante como vivir.

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