Asociación de Autores de Teatro, Madrid, 2007. 76 pp. 6 €
Juan Pablo Heras
Abrir la primera página de un texto dramático, o, mejor dicho, de un texto que no sólo se presente como dramático sino que tenga una verdadera virtualidad escénica, exige al lector una disposición diferente: debe rellenar con su imaginación los huecos que los buenos dramaturgos siempre ceden al actor; debe reunir y armonizar las melodías desatadas en la linealidad inevitable del texto; debe aportar, con la lectura, los mil y un tempos con el que los actores saben arrastrar al espectador. Un buen texto dramático siempre deja puertas abiertas para que director y actores entren y lo habiten, y si el lector no las ve es entonces cuando se dará de bruces con los obstáculos clásicos que han apartado a tantos de la lectura de literatura dramática.
Si digo todo esto no es por desanimar a los queridos lectores de este blog de la lectura de Dónde Desdémona o de cualquier otra obra teatral. Todo lo contrario. Pretendo invitarles a ser los directores de una puesta en escena perfecta. A poblar tablas imaginarias con la encarnación ideal de unos personajes que se dirigen a nosotros sin intermediarios. Porque leer teatro es tan gozosamente difícil como inadvertidamente creativo.
Dónde Desdémona exige del lector una lectura frenética y taquicárdica de cada una de sus líneas, porque apenas se apura una, la siguiente ya reclama ser leída. Especialmente las que corresponden a la intervención de Gilles el sonriente, poliédrico protagonista, a la vez bufón, supervillano y galán estremecedoramente irresistible, uno de los hallazgos más sorprendentes de este texto, que —todavía no lo hemos dicho— radiografía la figura del maltratador machista con un sesgo tan alambicado como certero. Además, Dónde Desdémona exige al lector que le dé voz, probablemente estridente y grimosa, a un coro de pulgas que apostilla la acción y las palabras de Gilles, y que reúne en sí, casi siempre, los ecos del pensamiento blando en el que gusta acomodarse la burguesía bienpensante. Hay en el imaginario de la obra de Susana Sánchez una tendencia habitual a la animalización y al trazo esperpéntico. Ya desde Clan de bichos, texto que dio nombre a la compañía que ella misma ha fundado junto a Ismael Moreno, perfila sus personajes con dosis altas de humor corrosivo. El desenfado, la ¿sana? violencia y el empuje arrollador de un río de líneas escritas con ácido sulfúrico, nos permiten asegurar que Dónde Desdémona es uno de los textos más explosivos jamás escritos por alguien que pretenda abordar la problemática de la violencia de género. Perdón, «violencia de sexo», como me corrige el Pulgón Don Meticón, azote de puritanos.
Muchos son los dramaturgos de hoy que se han atrevido a lo mismo, y merecen ser recordados cuando parten de un impulso ético y poético apartado de verdad de las garras del oportunismo. Me vienen a la cabeza la apasionante Mi vida gira alrededor de quinientos metros de Inmaculada Alvear o la sugerente Achicorias, de Carlos Be.
Y ahora Susana. Notará el lector la referencia a Otelo que se instiga en el título. Quizá Shakespeare (e incluso Calderón) también atacaron este tema sin saberlo. Pero es ahora cuando se hace más necesario. Ahora y no entonces, porque en aquella época no había un Telediario que convirtiera en rutina la tragedia.
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