Trad. Miguel Martínez-Lage. Anagrama, Barcelona, 2007. 357 pp. 19,50 €
Miguel Baquero
Ocurre algo curioso con esta novela, la obra inaugural del inglés Nick Hornby (Maidenhead, 1957), que fue publicada por primera vez en su país en 1995 y que ahora, casi diez años después, ve la luz en España. Una década, desde el punto de vista literario, parece casi insignificante, pero al ritmo que llevan los tiempos, diez años (ocho, en realidad) suponen un salto de proporciones gigantescas. El lector que hoy se enfrenta a las páginas de Alta fidelidad se encontrará, de pronto, sumergido en un mundo que parece una reliquia del pasado: el protagonista es dueño de una tienda de discos a la antigua usanza, un establecimiento donde se venden vinilos, esos viejos redondeles de plástico negro que se insertaban en una especie de palo y se hacían sonar por medio de una aguja. Es, para mayor nostalgia, una tienda especializada en singles, ¿recuerdas, lector?, unos plásticos todavía más pequeños que contenían dos canciones, una por cada cara (efectivamente, antaño los discos eran legibles por ambas caras). Además de ello, en la tienda se venden cintas magnetofónicas y, como era costumbre en aquellos días, los protagonistas se graban y se regalan unos a otros dichas cintas, recopilaciones caseras con los temas que les gustan y por medio de las cuales buscan agradar a la chica que les atrae, dejar sorprendidos a los colegas, se graban incluso cintas ex profeso para algún viaje o para alguna fiesta... Une a esto, lector contemporáneo, que los personajes de esta novela andan buscando cabinas telefónicas para llamarse, que alquilan cintas de vídeo y que ven los programas que aquella noche echen por la televisión y te encontrarás, de pronto, sumergido en una época pasada, de la que algo recuerdas y que siempre es agradable revisitar. Algo curioso ocurre con esta novela y es que, seguramente sin querer, Alta fidelidad ha adquirido valor como crónica, retrato y cuadro viviente de un tiempo tan extraño a nosotros como aquellos días de principios del siglo XX o esos otros de la época romántica.
Pero no es sólo por su carácter inesperadamente testimonial por lo que esta novela es agradable, muy agradable, de leer. En esta su primera novela, Hornby nos relata la crisis por la que atraviesa Rob Fleming, su protagonista, un personaje de la misma edad que el autor tenía por entonces (37 años) y que vive su enésima ruptura sentimental. Fleming pasa revista a su vida y, en especial, a las mujeres que se ha encontrado en su camino, intentando encontrar en ese largo y atropellado recorrido las causas por la que es como es y el motivo por el que parece andar constantemente a la deriva. Se trata de una larga revisión, cálida y hermosa, con la que no es difícil identificarse en algunos o en muchos pasajes (todos/as hemos tenido, o querido tener, una novia o un novio como ése/a —perdón por el caos políticamente correcto—; todos/as hemos estado en un concierto como ése, todos/as hemos sentido más o menos lo mismo ante una canción de Bruce Springsteen, de Elvis Costello o el Revolution Rock de los Clash).
Así pues, no nos es difícil recorrer de la mano de Hornby todo el largo camino de su introspección. Nosotros también, en el fondo, tenemos problemas con nuestra sensibilidad; nosotros, al igual que Fleming, querríamos que la vida pudiera desglosarse en listas, como nos han enseñado (los diez mejores discos de blues, las diez mejores canciones de Madness, los cinco mejores episodios de Cheers...). Pero no es tan fácil. Nosotros también sentimos a veces esta sensación, descrita con la sencillez y el sobrecogimiento que tiene la mejor literatura, ésa que a tramos empapa esta novela:
«A lo largo de los últimos dos años, aquellas fotos mías de cuando era niño han empezado a producirme una punzada de no sé qué, porque no es exactamente infelicidad (...) Quiero pedirle disculpas a ese pequeño, decirle que lo siento, que le he decepcionado. Yo era el que presuntamente tenía que cuidar de él, pero la he jodido: me equivoqué en los momentos malos, y ese crío ha terminado por convertirse en mí».
Ocurre algo curioso con esta novela, la obra inaugural del inglés Nick Hornby (Maidenhead, 1957), que fue publicada por primera vez en su país en 1995 y que ahora, casi diez años después, ve la luz en España. Una década, desde el punto de vista literario, parece casi insignificante, pero al ritmo que llevan los tiempos, diez años (ocho, en realidad) suponen un salto de proporciones gigantescas. El lector que hoy se enfrenta a las páginas de Alta fidelidad se encontrará, de pronto, sumergido en un mundo que parece una reliquia del pasado: el protagonista es dueño de una tienda de discos a la antigua usanza, un establecimiento donde se venden vinilos, esos viejos redondeles de plástico negro que se insertaban en una especie de palo y se hacían sonar por medio de una aguja. Es, para mayor nostalgia, una tienda especializada en singles, ¿recuerdas, lector?, unos plásticos todavía más pequeños que contenían dos canciones, una por cada cara (efectivamente, antaño los discos eran legibles por ambas caras). Además de ello, en la tienda se venden cintas magnetofónicas y, como era costumbre en aquellos días, los protagonistas se graban y se regalan unos a otros dichas cintas, recopilaciones caseras con los temas que les gustan y por medio de las cuales buscan agradar a la chica que les atrae, dejar sorprendidos a los colegas, se graban incluso cintas ex profeso para algún viaje o para alguna fiesta... Une a esto, lector contemporáneo, que los personajes de esta novela andan buscando cabinas telefónicas para llamarse, que alquilan cintas de vídeo y que ven los programas que aquella noche echen por la televisión y te encontrarás, de pronto, sumergido en una época pasada, de la que algo recuerdas y que siempre es agradable revisitar. Algo curioso ocurre con esta novela y es que, seguramente sin querer, Alta fidelidad ha adquirido valor como crónica, retrato y cuadro viviente de un tiempo tan extraño a nosotros como aquellos días de principios del siglo XX o esos otros de la época romántica.
Pero no es sólo por su carácter inesperadamente testimonial por lo que esta novela es agradable, muy agradable, de leer. En esta su primera novela, Hornby nos relata la crisis por la que atraviesa Rob Fleming, su protagonista, un personaje de la misma edad que el autor tenía por entonces (37 años) y que vive su enésima ruptura sentimental. Fleming pasa revista a su vida y, en especial, a las mujeres que se ha encontrado en su camino, intentando encontrar en ese largo y atropellado recorrido las causas por la que es como es y el motivo por el que parece andar constantemente a la deriva. Se trata de una larga revisión, cálida y hermosa, con la que no es difícil identificarse en algunos o en muchos pasajes (todos/as hemos tenido, o querido tener, una novia o un novio como ése/a —perdón por el caos políticamente correcto—; todos/as hemos estado en un concierto como ése, todos/as hemos sentido más o menos lo mismo ante una canción de Bruce Springsteen, de Elvis Costello o el Revolution Rock de los Clash).
Así pues, no nos es difícil recorrer de la mano de Hornby todo el largo camino de su introspección. Nosotros también, en el fondo, tenemos problemas con nuestra sensibilidad; nosotros, al igual que Fleming, querríamos que la vida pudiera desglosarse en listas, como nos han enseñado (los diez mejores discos de blues, las diez mejores canciones de Madness, los cinco mejores episodios de Cheers...). Pero no es tan fácil. Nosotros también sentimos a veces esta sensación, descrita con la sencillez y el sobrecogimiento que tiene la mejor literatura, ésa que a tramos empapa esta novela:
«A lo largo de los últimos dos años, aquellas fotos mías de cuando era niño han empezado a producirme una punzada de no sé qué, porque no es exactamente infelicidad (...) Quiero pedirle disculpas a ese pequeño, decirle que lo siento, que le he decepcionado. Yo era el que presuntamente tenía que cuidar de él, pero la he jodido: me equivoqué en los momentos malos, y ese crío ha terminado por convertirse en mí».
Justo esa sensación tuve yo al leer el libro hace tres meses. Una época pasada que ya no está de la que sin embargo te acuerdas perfectamente. Te acuerdas de las cosas que hacías y las sensaciones que tenías. Todo eso es mérito de Hornby. Aparte del poso de melancolía que deja en el lector yo resltaría también el humor con que cuenta la vida del protagonista.
ResponderEliminarMe ha gustado la reseña.
También es super recomendable la película (Stephen Frears año 2000). Es totalmente compatible con el libro, porque cada una está ambientada en un espacio y un tiempo diferente. Ambos deliciosos y ambos editados en España desde el año 2000.
ResponderEliminarUn libro como la copa de un pino. Lástima que Nick sea fanático del Arsenal (en una de sus presentaciones hubo que esperar que acabara el partido para iniciarla). Esta semana se refugiará en otros vicios. Enhorabuena por el blog.
ResponderEliminarEn realidad, la primera publicación de este estupendo libro en España fue en 1995, pero en Ediciones B. Y antes de que se publicara en Anagrama hubo varias ediciones, en Punto de lectura y en el Círculo de lectores. También se tradujo al gallego, por ejemplo. En fin, que no vamos tan atrasados respecto a lo que se publica por ahí fuera...
ResponderEliminar