martes, marzo 25, 2008

Vida y milagro de Sgt. Pepper's. Un disco para una época, Clinto Heylin

Trad. Ignacio Juliá. Global Rhythm Press, Barcelona, 2007. 328 pp. 26 €

José Morella

Primera sorpresa al empezar a leer: este no es un libro para prosélitos. La cubierta, la ilustración y el título no avisaban de eso. Heylin parece muy resentido con los Beatles y sugiere que Sgt. Pepper’s está sobrevalorado. Piensa que su lugar en historia le pertenece a otro álbum, The Piper at the Gates of Dawn, de Pink Floyd. A pesar de no estar de acuerdo y de que el estilo narrativo de Heylin es, como poco, irritante, tengo que decir que la lectura ha valido la pena.
Una de las cosas que este libro me ha hecho reconsiderar es, si no mi preferencia por John en la pareja Lennon/McCartney —hay cosas que llevamos grabadas a fuego— es mi manía, mi casi ojeriza, por Paul. Ahora creo que no he sido justo durante todos estos años, aunque sigo pensando que compuso canciones insufribles. Un ejemplo típico de lo que me disgusta sería la melodía-para-silbar de “Penny Lane”, pero el clímax de lo cursi está en “No More Lonely Nights” o “Pipes of Peace”, ya sin los Beatles, temas que se me atoran en el gaznate como polvorones sin un vaso de agua. Sé que los fans de Paul querrán matarme, y sacarán a relucir a Yoko Ono, y me recordarán que Lennon también tenía canciones malas y absurdas —pero nunca cursis—, como “You Know My Name (Look Up The Number)”. Lo siento, esto es así de visceral y, al fin y al cabo, estoy haciendo acto de contrición. Ahora sé que el maravilloso Sgt. Pepper’s sólo fue posible gracias al espíritu de superación y la capacidad de trabajo del plasta de Paul. Si el disco tiene esa unidad interna, si es un proyecto tan bien acabado y tan sólido, es por él. Él escucha el fantástico trabajo de los Beach Boys, Pet Sounds, con todas esas innovaciones técnicas y de sonido, y se impone la tarea de superarlo. Es él quien no para de “estudiar”, quien escucha a Stockhausen y a John Cage, quien va a los conciertos de Pink Floyd y charla con Dylan, quien no descansa nunca. John prefería meterse un ácido y leer a Lewis Carroll.
La genialidad de Macca se materializa cuando se saca de la manga la idea de que no sean exactamente los Beatles los que graben, sino un decadente grupo del norte, una especie de banda de pueblo, extraña mezcla de fanfarria y psicodelia. Esa impostación de la voz era lo que necesitaban: la versión popera y un tanto sardónica de un heterónimo de Fernando Pessoa. Lo necesitaban porque ya no podían más. La presión a la que estaban sometidos era brutal. Su evolución musical había sido impresionante con Rubber Soul y Revolver, sus dos discos anteriores. En Revolver la psicodelia y el LSD ya forman parte plena de la composición (para Lennon, pero no aún para McCartney). El problema era que la expectación que concitaban por todas partes les angustiaba. Por eso dejaron el directo. El ruido de la gente en sus conciertos era tan ensordecedor que la música ya no se escuchaba, y ellos estaban exhaustos. Esa banda de los corazones solitarios en la que tocarían como ventrílocuos fue lo que consiguió relajarles. Descansaron de ellos mismos, de esos cuatro músicos fabulosos a los que estaba esperando el mundo entero y que tardaban demasiado en hacer su disco. Ahora eran otros. La distancia irónica del cambio de identidad permite que en el disco quepa cualquier elemento frívolo sin que se pierda la unidad. Pueden crear libremente, introducir todas las locuras que se les ocurran. El sitar de Ravi Shankar; las melodías sencillas y profundas de John pero también sus juguetes explosivos, sus chistes; la voz de Ringo explicando precisamente que no tiene voz. Todo ensamblado con la pericia de George Martin, que se las veía y se las deseaba para cumplir con las demandas exageradas, casi imposibles, de los chicos. “A Day in the Life”, por ejemplo, es un tema con dos canciones en una, y Martin se inventa un despertador que suena como transición de una melodía a la otra. La ironía lo inunda todo y ayuda a contener, también, los excesos de almíbar de Paul, que hace maravillas como “When I’m sixty four”, melodiosas pero moderadas. He sabido, gracias a Heylin, que era Paul y no el perezoso John quien estaba al día de lo que estaban haciendo bandas como Pink Floyd: crear ambientes y atmósferas de sonido en lugar de canciones pop. Todo lo contrario de los Beatles, que hacían grandes canciones y luego las mejoraban con efectos de sonido nuevos. Lo que Heylin les critica es que siguen haciendo eso en el Stg. Pepper’s en lugar de soltar amarras. Dice que se venden, que se hacen digeribles. Que hacen psicodelia en piezas de tres minutos, accesibles para cualquiera. El héroe olvidado de toda esta historia, para Heylin, es Syd Barret. Él representa en el libro la auténtica psicodelia: la improvisación, los temas de 12 minutos, el volumen muy alto, el desprecio por las masas de fans. Heylin ve a Barret como a una especie de genio dionisiaco, y ataca a los Beatles por llevar el diseño al pop y hacerlo elitista y esnob. También les acusa de envasar la contracultura del ácido dentro de un disco para que quepa en el mainstream o canal comercial. Tal vez tenga razón, pero a mí me resulta muy difícil valorarlo porque Stg. Pepper’s fue mi bautizo musical. Lo escuché obsesivamente —sin drogarme— entre los ¿5? y los 19 años, además de muchos otros vinilos (millones de gracias, papá): Velvet Underground, Dylan, The Doors, The Rolling Stones, Janis Joplin... Pero ninguno de estos que acabo de citar llegaron a ser para mí lo que fue Sgt. Pepper’s. La banda sonora de la vida. Ya sé, me dirán que así no puedo ser objetivo. Pero como mínimo soy sincero.
Sugerencia de lectura: se puede leer el texto y, simultáneamente, ir escuchando en Youtube o Google Videos cada uno de los temas citados: aparecen todos. Aunque lo ideal sería tener a mano los elepés, claro... En algunas de las improvisaciones en directo de Pink Foyd todo el público está colgado de una percha, bailando y sonriendo como si literalmente flotaran por el espacio. Pero aun así los temas comunican el talento desmesurado de Barret. Se llega a visualizar lo que se estaba cociendo: la superación del pop. Los grupos intentan exorcizarse, desposeerse de las masas. En el compás que va de Dylan a los Beatles, o mejor dicho de Dylan al Sgt. Pepper’s, los músicos se vuelven artistas. Hablan un lenguaje nuevo. El intelectual inglés Cyril Connolly decía que los escritores se dividían en dos tipos, los que escribían en lengua vernácula y los que lo hacían en mandarín. Hemingway era un claro ejemplo de escritor en vernácula (hasta los menos despejados de sus lectores se quedaban con la copla), y Faulkner era mandarín (puedes leer cincuenta páginas sin enterarte de nada). Entre “Help” y “Lucy in the Sky with Diamonds” hay un viaje de lo vernáculo a lo mandarín. Los Beatles hacen un disco-novela: una obra coherente y estructurada en lugar de un montón de canciones juntas como habían hecho hasta entonces. McCartney quiere que Sgt. Pepper’s sea arte.
Marshall McLuhan lanzó su famosa tesis («el medio es el mensaje») el año... ¿lo adivinan? 1967. El año de publicación de Sgt. Pepper’s, cuya cubierta, efectos de sonido y orquestación psicodélica eran inseparables del concepto musical y las melodías, dando como resultado algo que nadie se esperaba. Algo inolvidable a pesar de que a Heylin le fastidie, algo que se quedó en la retina de la gente para siempre. El pesado de Paul se acabó saliendo con la suya.

3 comentarios:

  1. Yo aún tengo ese vinilo y es para extrañarse, porque lo habré escuchado tantas veces que no entiendo como sus surcos no son grietas irreproducibles. Y sí, Paul es un 'moñas', pero John (disculpa, ya veo que es tu punto débil) es un pelma. Pero sean lo que sean, este disco (y algún otro)nos han hecho como somos.
    Larga vida al Sargento Pimienta.

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  2. Yo también prefiero The piper at the gates of dawn ¡¡

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  3. O sea, que es un libro de los beatles (por lo menos la tapa es d beatles) pero que habla de Pink floyd...
    O sea, acabo de comprar el libro para un fanatico de los Beatles y me encuentro con esto :S
    Vos que ya lo leiste, decis que no le va a gustar?

    si te interesa me podes escribir un mail

    cocarelo@gmail.com

    gracias Saludos

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