Trad. Marta Rebón. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Madrid, 2007. 1.111 pp. 26 €
Alberto Luque Cortina
De Vida y Destino se han dicho muchas cosas; una de ellas, que con lógica comercial los editores se encargan de difundir, es que es la mejor novela del siglo XX. Bueno... ya se sabe que las listas las carga el diablo. Quizá esos epítetos sirvan como argumento de compra, pero claro, no creo que la literatura sea una competición con primeros, segundos y terceros puestos. Además, aún admitiendo la premisa, las grandes obras están fuera de concurso: su singularidad las excluye de cualquier rating. Vida y destino es una de ellas.
El ruso Vassili Grossman (1905-1964), escribió Vida y destino a finales de los años 50. La censura soviética del entonces “liberal” Nikita Jrushchov impidió su publicación. Grossman murió sin ver su libro publicado. Su primera edición, suiza, data de 1980, y fue posible gracias a la disidencia, que logró sacar clandestinamente del país un borrador. Así, la novela tiene una meta-historia que sin duda ayudará a su mitificación (más argumentos de venta) pero que nada aporta a la calidad intrínseca del texto, si bien podría ayudar a desentrañarlo o al menos a acercarnos a la figura de su autor.
Vida y Destino narra las vicisitudes de una familia soviética durante los últimos meses del asedio de Stalingrado y su inmediata liberación (1943), de la que el autor fue testigo directo pues la cubrió como corresponsal para Krasnaya Zvezda (Estrella Roja). Precisamente su experiencia personal es un tamiz para el sentimentalismo de folletín: esa prosa está llena de honestidad. La del 39 no fue una guerra romántica, los verdaderos héroes no necesitan ser ensalzados.
Stalingrado es considerada la gran victoria soviética de la II Guerra Mundial: una victoria de un millón y medio de muertos soviéticos. Una victoria que ayudó a consolidar la figura de Stalin. La existencia de Stalin, o de Hitler, demuestra una vez más que no hemos aprendido nada. Nada nos asegura que acontecimientos similares, más terribles si cabe, se vuelvan a repetir en el futuro. No somos mejores que nuestros abuelos. Grossman escribió Vida y Destino con la intención de denunciar los efectos del nazismo y del estalinismo, entre los que encuentra numerosos puntos de encuentro, pero también intenta explicar los comportamientos humanos que los hacen posibles. Desde ese punto de vista resulta difícil separar a los inocentes de los culpables, como resulta difícil separar un solo hilo de un vestido. Ese es el gran triunfo de los totalitarismos: construir una sociedad en la que, en mayor o menor medida, todos sean víctimas y verdugos, y donde la moralidad sólo pueda inferirse del sentimiento de culpa.
Esta novela nos cuenta las vicisitudes de la familia Sháposhnikov, dispersada por los avatares de la guerra, una crónica de vidas entretejidas por las noticias que llegan del frente, la ausencia de noticias, la pérdida de los seres queridos, el racionamiento, la subsistencia en los campos de concentración nazis, en los campos de trabajo rusos, en las trincheras, en los despachos, en los laboratorios, en los tanques... con la certeza de vivir bajo continua sospecha en un régimen alienador, donde cualquiera puede ser delatado, donde no existen las opiniones personales, donde deben ocultarse los sentimientos.
Vida y destino es una novela inmensamente coral. A lo largo de un millar de páginas aparecen más de un centenar de personajes. La mayoría de ellos son únicos, irrepetibles, terriblemente humanos, alejados por completo de los clichés, tan usuales en la narrativa. El despliegue de caracteres es impresionante, de una brillantez muy poco frecuente. Generalmente, los personajes de Grossman no dicen lo que piensan, pues eso está prohibido. La valentía no consiste en decir lo que se piensa, sino actuar en conformidad con las propias ideas.
La crítica también ha comparado Vida y destino con Guerra y Paz. Y sí, claro que hay algo de Tolstói en Grossman, pero las alas de Vida y destino son muy poderosas: no valen las comparaciones. Simplemente, esta es un gran novela. Pasará mucho tiempo antes de que vuelva a escribirse una obra como esta, y no me refiero a su calidad literaria, difícilmente discutible, sino a la profunda, vibrante, y conmovedora humanidad que destila. Corren nuevos tiempos, hay nuevos valores en alza; el mundo que comenzó a desmoronarse en la I Guerra Mundial, y que aún hoy agoniza, tiene uno de sus testamentos más convincentes en Vida y destino.
La traducción de la presente edición española ha sido realizada, y todo indica que con extraordinario acierto, por Marta Rebón.
Alberto Luque Cortina
De Vida y Destino se han dicho muchas cosas; una de ellas, que con lógica comercial los editores se encargan de difundir, es que es la mejor novela del siglo XX. Bueno... ya se sabe que las listas las carga el diablo. Quizá esos epítetos sirvan como argumento de compra, pero claro, no creo que la literatura sea una competición con primeros, segundos y terceros puestos. Además, aún admitiendo la premisa, las grandes obras están fuera de concurso: su singularidad las excluye de cualquier rating. Vida y destino es una de ellas.
El ruso Vassili Grossman (1905-1964), escribió Vida y destino a finales de los años 50. La censura soviética del entonces “liberal” Nikita Jrushchov impidió su publicación. Grossman murió sin ver su libro publicado. Su primera edición, suiza, data de 1980, y fue posible gracias a la disidencia, que logró sacar clandestinamente del país un borrador. Así, la novela tiene una meta-historia que sin duda ayudará a su mitificación (más argumentos de venta) pero que nada aporta a la calidad intrínseca del texto, si bien podría ayudar a desentrañarlo o al menos a acercarnos a la figura de su autor.
Vida y Destino narra las vicisitudes de una familia soviética durante los últimos meses del asedio de Stalingrado y su inmediata liberación (1943), de la que el autor fue testigo directo pues la cubrió como corresponsal para Krasnaya Zvezda (Estrella Roja). Precisamente su experiencia personal es un tamiz para el sentimentalismo de folletín: esa prosa está llena de honestidad. La del 39 no fue una guerra romántica, los verdaderos héroes no necesitan ser ensalzados.
Stalingrado es considerada la gran victoria soviética de la II Guerra Mundial: una victoria de un millón y medio de muertos soviéticos. Una victoria que ayudó a consolidar la figura de Stalin. La existencia de Stalin, o de Hitler, demuestra una vez más que no hemos aprendido nada. Nada nos asegura que acontecimientos similares, más terribles si cabe, se vuelvan a repetir en el futuro. No somos mejores que nuestros abuelos. Grossman escribió Vida y Destino con la intención de denunciar los efectos del nazismo y del estalinismo, entre los que encuentra numerosos puntos de encuentro, pero también intenta explicar los comportamientos humanos que los hacen posibles. Desde ese punto de vista resulta difícil separar a los inocentes de los culpables, como resulta difícil separar un solo hilo de un vestido. Ese es el gran triunfo de los totalitarismos: construir una sociedad en la que, en mayor o menor medida, todos sean víctimas y verdugos, y donde la moralidad sólo pueda inferirse del sentimiento de culpa.
Esta novela nos cuenta las vicisitudes de la familia Sháposhnikov, dispersada por los avatares de la guerra, una crónica de vidas entretejidas por las noticias que llegan del frente, la ausencia de noticias, la pérdida de los seres queridos, el racionamiento, la subsistencia en los campos de concentración nazis, en los campos de trabajo rusos, en las trincheras, en los despachos, en los laboratorios, en los tanques... con la certeza de vivir bajo continua sospecha en un régimen alienador, donde cualquiera puede ser delatado, donde no existen las opiniones personales, donde deben ocultarse los sentimientos.
Vida y destino es una novela inmensamente coral. A lo largo de un millar de páginas aparecen más de un centenar de personajes. La mayoría de ellos son únicos, irrepetibles, terriblemente humanos, alejados por completo de los clichés, tan usuales en la narrativa. El despliegue de caracteres es impresionante, de una brillantez muy poco frecuente. Generalmente, los personajes de Grossman no dicen lo que piensan, pues eso está prohibido. La valentía no consiste en decir lo que se piensa, sino actuar en conformidad con las propias ideas.
La crítica también ha comparado Vida y destino con Guerra y Paz. Y sí, claro que hay algo de Tolstói en Grossman, pero las alas de Vida y destino son muy poderosas: no valen las comparaciones. Simplemente, esta es un gran novela. Pasará mucho tiempo antes de que vuelva a escribirse una obra como esta, y no me refiero a su calidad literaria, difícilmente discutible, sino a la profunda, vibrante, y conmovedora humanidad que destila. Corren nuevos tiempos, hay nuevos valores en alza; el mundo que comenzó a desmoronarse en la I Guerra Mundial, y que aún hoy agoniza, tiene uno de sus testamentos más convincentes en Vida y destino.
La traducción de la presente edición española ha sido realizada, y todo indica que con extraordinario acierto, por Marta Rebón.
Estoy acabando de leer la novela y realmente es una obra impresionante. Transmite unos valores magníficos (como en el episodio donde cuenta los gestos de bondad gratuita y hasta estupida que se produjeron en medio de la conflagración: ancianas rusas, por ejemplo, que ayudaron a militares alemanos heridos) y también transmite el horror de una sociedad, como la comunista años 40 (también la nacionalsocialista), en que uno debía de mirar hacia todos los lados antes de aventurar la más leve crítica contra el Gobierno, o donde el que antes fuera "inquisidor" bolchevique se encuentra de pronto metido en la cheka, prisionero sin que sepa muy bien por qué, ya que él es seguidor y defensor acérrimo de Lenin y Trotsky, y será fusilado bendiciéndolos. Un absurdo kafkiano que refleja a la perfección la sociedad humana de la primera mitad del siglo XX. Una novela de verdad como las que ya no se hacen, comprometida, humana, filosófica... Todo un monumento
ResponderEliminarEstoy acabando de leer la novela y realmente es una obra impresionante. Transmite unos valores magníficos (como en el episodio donde cuenta los gestos de bondad gratuita y hasta estupida que se produjeron en medio de la conflagración: ancianas rusas, por ejemplo, que ayudaron a militares alemanos heridos) y también transmite el horror de una sociedad, como la comunista años 40 (también la nacionalsocialista), en que uno debía de mirar hacia todos los lados antes de aventurar la más leve crítica contra el Gobierno, o donde el que antes fuera "inquisidor" bolchevique se encuentra de pronto metido en la cheka, prisionero sin que sepa muy bien por qué, ya que él es seguidor y defensor acérrimo de Lenin y Trotsky, y será fusilado bendiciéndolos. Un absurdo kafkiano que refleja a la perfección la sociedad humana de la primera mitad del siglo XX. Una novela de verdad como las que ya no se hacen, comprometida, humana, filosófica... Todo un monumento
ResponderEliminarEmpezar su crítica relativizando el mensaje de las palabras de la faja del libro es un menosprecio a esta novela. Sus valores, la inmensidad humana y literaria que la recorre en sus más de mil páginas, son tan altos, que no me explico cómo alguien se puede acordar en primer lugar de las estrategias de una editorial para vender un libro a la hora de construir su crítica. Eso se hace cuando el libro es malo.
ResponderEliminarLa novela es un esfuerzo portentoso por levantar un universo de ficción paralelo a lo que pudo ser la II G.M. en el corazón, la conciencia, el destino de un puñado de personas. El acierto en su ambición es tan elevado que al lector no le queda más que dar gracias infinitas por que lleguen libros como éstos a sus manos.
Monopoly: su comentario me parece muy injusto y extremadamente picajoso. ¡Qué gusto tienen algunos en dar lecciones sobre cómo se hace esto o lo otro! A mí la crítica me parece extraordinaria y le felicito muy sinceramente al autor.
ResponderEliminarImprescindible. Inolvidable
ResponderEliminarGrandísimo libro. la crítica de Luque no es para denostarla así.
ResponderEliminarEsta novela me parece una excelente novela, grande y no solo por su tamaño; y las grandes novelas exigen buenos lectores, lectores que se atrevan con un texto como este, de largo recorrido, lectores en los que aliente el deseo de leer buena literatura, lectores exigentes, y tal vez sea eso lo que quizás falte hoy en día: lectores, y lo que sobre sea "leedores"...
ResponderEliminar