Trad. Aurora Echevarría. Mondadori, Barcelona, 2007. 576 pp. 24,90 €
Emilio Ruiz Mateo
Cuando vives en una escuálida casa blanca en medio de un campo de alfalfa en mitad de Idaho y lo único que sabe hacer tu familia es trabajar, aprendes a buscar milagros. Rigby John Klusener tiene 17 años y hace autostop en una cinematográfica carretera camino de San Francisco. Se ha puesto una flor en la cabeza, porque una vez escuchó ese consejo en una canción de la radio: Si vas a San Francisco, no olvides llevar flores en el pelo. En su corta biografía ha vivido lo que supone pasar de una habitación con ventanas sucias y olor a cerrado a un horizonte que dibuja arrebatos y alegrías mayores. No odia a su familia, pero la sabe culpable. No sabe bien qué vendrá después, pero intuye que el secreto sólo está en una actitud: esperar.
Tom Spanbauer continúa llevando a la práctica lo que enseña en sus talleres literarios de Portland (Oregón), la “escritura del riesgo” (dangerous writing), ese mirar hacia nuestro interior y llegar a las zonas silenciadas, dolorosas, que bajo nuestros miedos han ido ocultando verdades. Peligroso el daño que podemos experimentar al hacerlo, pero el fruto, al menos en Spanbauer, es un recuerdo que se convierte en literatura viva. En La ciudad de los cazadores tímidos contó las experiencias de un emigrante del Far West en Nueva York. Sin duda para escribirla “se arriesgó” a recordar aquellos años que pasó en esa ciudad malviviendo mientras daba a luz su primera novela, Lugares remotos. Lo que en Ahora es el momento nos narra probablemente se parece mucho a su propia infancia y pubertad en Pocatello (Idaho). La sabiduría del autor nos hace acompañar a Rigby John Klusener en el descubrimiento de lo que quiere ser de mayor: sus sueños, su sexualidad, su fe en una vida trascendental...
Porque, en efecto, hay misticismo en la novela, un misticismo que bebe de tradiciones indias americanas y ayuda al protagonista a romper con lo que fue para acabar, o al menos intentarlo, siendo lo que en verdad es. El aprendizaje de Rigby John Klusener podría haber configurado un relato de frustraciones y miserias varias, pero Ahora es el momento parte de una base de optimismo y fe en el futuro que se lo impide. Si a esto añadimos una especial atención hacia lo sensorial (son abundantes los momentos en los que compartimos olores, sensaciones táctiles y otros estímulos con el protagonista), la novela se convierte más en una fiesta que en un reconocimiento de pasados dolores. Los protagonistas fuman y descubren trascendencia en el humo: Fumar es rezar. Se manchan las manos con la tierra, sudan, buscan refugios oscuros y húmedos y reciben consejos en medio de un funeral que sólo en las novelas de Spanbauer pueden darse: Folla hasta perder el sentido.
La prosa del americano es limpia, transparente en sus intenciones, siempre dispuesta a favorecer a la historia frente a la firma. Nada es excesivo ni demasiado adjetivado en la novela: prefiere Spanbauer subrayar repitiendo frases que barroquizando. Me llamo Rigby John Klusener. Soy libre y sencillo, y voy a recorrer el mundo en busca de lo que llevo dentro. Ésta será la sencilla conclusión a la que llegue nuestro protagonista, pero para alcanzarla tendrá que pasar por infinitas y tediosas comidas familiares, peleas de pandilleros a lo James Dean, bailes de instituto, muertes infantiles y más de un corazón lastimado. Historias vulgares que Tom Spanbauer va engarzando sin estridencias, como el buen contador de historias y enemigo del aburrimiento que es. Podrá gustarte más o menos su lectura, pero difícilmente te aburrirás acompañando a Rigby John Klusener mientras espera que un conductor se apiade de él camino de San Francisco.
Emilio Ruiz Mateo
Cuando vives en una escuálida casa blanca en medio de un campo de alfalfa en mitad de Idaho y lo único que sabe hacer tu familia es trabajar, aprendes a buscar milagros. Rigby John Klusener tiene 17 años y hace autostop en una cinematográfica carretera camino de San Francisco. Se ha puesto una flor en la cabeza, porque una vez escuchó ese consejo en una canción de la radio: Si vas a San Francisco, no olvides llevar flores en el pelo. En su corta biografía ha vivido lo que supone pasar de una habitación con ventanas sucias y olor a cerrado a un horizonte que dibuja arrebatos y alegrías mayores. No odia a su familia, pero la sabe culpable. No sabe bien qué vendrá después, pero intuye que el secreto sólo está en una actitud: esperar.
Tom Spanbauer continúa llevando a la práctica lo que enseña en sus talleres literarios de Portland (Oregón), la “escritura del riesgo” (dangerous writing), ese mirar hacia nuestro interior y llegar a las zonas silenciadas, dolorosas, que bajo nuestros miedos han ido ocultando verdades. Peligroso el daño que podemos experimentar al hacerlo, pero el fruto, al menos en Spanbauer, es un recuerdo que se convierte en literatura viva. En La ciudad de los cazadores tímidos contó las experiencias de un emigrante del Far West en Nueva York. Sin duda para escribirla “se arriesgó” a recordar aquellos años que pasó en esa ciudad malviviendo mientras daba a luz su primera novela, Lugares remotos. Lo que en Ahora es el momento nos narra probablemente se parece mucho a su propia infancia y pubertad en Pocatello (Idaho). La sabiduría del autor nos hace acompañar a Rigby John Klusener en el descubrimiento de lo que quiere ser de mayor: sus sueños, su sexualidad, su fe en una vida trascendental...
Porque, en efecto, hay misticismo en la novela, un misticismo que bebe de tradiciones indias americanas y ayuda al protagonista a romper con lo que fue para acabar, o al menos intentarlo, siendo lo que en verdad es. El aprendizaje de Rigby John Klusener podría haber configurado un relato de frustraciones y miserias varias, pero Ahora es el momento parte de una base de optimismo y fe en el futuro que se lo impide. Si a esto añadimos una especial atención hacia lo sensorial (son abundantes los momentos en los que compartimos olores, sensaciones táctiles y otros estímulos con el protagonista), la novela se convierte más en una fiesta que en un reconocimiento de pasados dolores. Los protagonistas fuman y descubren trascendencia en el humo: Fumar es rezar. Se manchan las manos con la tierra, sudan, buscan refugios oscuros y húmedos y reciben consejos en medio de un funeral que sólo en las novelas de Spanbauer pueden darse: Folla hasta perder el sentido.
La prosa del americano es limpia, transparente en sus intenciones, siempre dispuesta a favorecer a la historia frente a la firma. Nada es excesivo ni demasiado adjetivado en la novela: prefiere Spanbauer subrayar repitiendo frases que barroquizando. Me llamo Rigby John Klusener. Soy libre y sencillo, y voy a recorrer el mundo en busca de lo que llevo dentro. Ésta será la sencilla conclusión a la que llegue nuestro protagonista, pero para alcanzarla tendrá que pasar por infinitas y tediosas comidas familiares, peleas de pandilleros a lo James Dean, bailes de instituto, muertes infantiles y más de un corazón lastimado. Historias vulgares que Tom Spanbauer va engarzando sin estridencias, como el buen contador de historias y enemigo del aburrimiento que es. Podrá gustarte más o menos su lectura, pero difícilmente te aburrirás acompañando a Rigby John Klusener mientras espera que un conductor se apiade de él camino de San Francisco.
Esta misma tarde he acabado de leer el libro. Una vez más, genial.
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