Trad. Andrea Solsona. Roca Editorial, Barcelona, 2006. 332 pp. 21 €
María Pilar Queralt del Hierro
Tras el éxito de El misterio del priorato de Sión —un serio y elaborado punto de referencia para tanto código-da-vinci como ha inundado nuestras librerías—, el francés Jean-Michel Thibaux ha publicado en España La esclava de la Puerta, primera parte de la serie La princesa de la luz, donde demuestra una vez más sus excelentes condiciones para la novela histórica (recordemos su fantástica Les âmes brûlantes, ambientada en la primera cruzada, y aún no traducida al español).
La esclava de la Puerta reúne todos los elementos que conceden con dignidad a una novela el apellido de “histórica”: un buen asunto, una excelente documentación, una buena prosa y, lo más difícil, la capacidad de transmitir al lector una atmósfera determinada que le permita viajar en el tiempo, disfrutar y, al mismo tiempo, aprender algo más sobre nuestro pasado colectivo.
Posiblemente en ello influya la propia personalidad del autor. Jean-Michel Thibaux aúna una sólida cultura y una vida aventurera que comienza cuando abandona su cargo de artificiero de la Marina francesa y se dedica a viajar por medio mundo, acumulando experiencias y referencias culturales que nutren su vocación de escritor. Por otra parte, es comunicador de medios escritos y audiovisuales y ha ejercido como profesor de Antiguas Civilizaciones en la Escuela Superior de Arte y Comunicación de París. Tiene, pues, una gran capacidad didáctica y comunicadora que imprime carácter a sus novelas y que se evidencia en el hecho de que Thibaux no falsea los hechos históricos a conveniencia de la narración, sino que los convierte en el telón de fondo que ambienta y hace creíble las historias que, con su prosa directa y ágil, parece contar al oído del lector.
En este caso, el asunto es la peripecia personal de una acomodada joven veneciana, Cecilia Vernier-Baffo, que vivió entre 1525 y 1587, que fue raptada siendo adolescente para ser destinada al serrallo del sultán Selim II y que, tras convertirse en su favorita, acabó los días como Nur-banu, es decir, “Princesa de la luz”. Una personalidad prácticamente desconocida y fascinante que, además, es la excusa perfecta para pasear por la rica Venecia del siglo XVI, cruzar con sigilo la Puerta otomana, pulular por el interior de Topkapi y navegar por un Mediterráneo pleno de corsarios y aventura.
María Pilar Queralt del Hierro
Tras el éxito de El misterio del priorato de Sión —un serio y elaborado punto de referencia para tanto código-da-vinci como ha inundado nuestras librerías—, el francés Jean-Michel Thibaux ha publicado en España La esclava de la Puerta, primera parte de la serie La princesa de la luz, donde demuestra una vez más sus excelentes condiciones para la novela histórica (recordemos su fantástica Les âmes brûlantes, ambientada en la primera cruzada, y aún no traducida al español).
La esclava de la Puerta reúne todos los elementos que conceden con dignidad a una novela el apellido de “histórica”: un buen asunto, una excelente documentación, una buena prosa y, lo más difícil, la capacidad de transmitir al lector una atmósfera determinada que le permita viajar en el tiempo, disfrutar y, al mismo tiempo, aprender algo más sobre nuestro pasado colectivo.
Posiblemente en ello influya la propia personalidad del autor. Jean-Michel Thibaux aúna una sólida cultura y una vida aventurera que comienza cuando abandona su cargo de artificiero de la Marina francesa y se dedica a viajar por medio mundo, acumulando experiencias y referencias culturales que nutren su vocación de escritor. Por otra parte, es comunicador de medios escritos y audiovisuales y ha ejercido como profesor de Antiguas Civilizaciones en la Escuela Superior de Arte y Comunicación de París. Tiene, pues, una gran capacidad didáctica y comunicadora que imprime carácter a sus novelas y que se evidencia en el hecho de que Thibaux no falsea los hechos históricos a conveniencia de la narración, sino que los convierte en el telón de fondo que ambienta y hace creíble las historias que, con su prosa directa y ágil, parece contar al oído del lector.
En este caso, el asunto es la peripecia personal de una acomodada joven veneciana, Cecilia Vernier-Baffo, que vivió entre 1525 y 1587, que fue raptada siendo adolescente para ser destinada al serrallo del sultán Selim II y que, tras convertirse en su favorita, acabó los días como Nur-banu, es decir, “Princesa de la luz”. Una personalidad prácticamente desconocida y fascinante que, además, es la excusa perfecta para pasear por la rica Venecia del siglo XVI, cruzar con sigilo la Puerta otomana, pulular por el interior de Topkapi y navegar por un Mediterráneo pleno de corsarios y aventura.
Si a ello se añade una rigurosa documentación y un magnífico estilo literario, La esclava de la Puerta, además de ser una buena novela, se convierte en una excelente ocasión para conocer un poco más las raíces históricas que han hecho de Oriente y Occidente dos mundos paralelos y antagónicos que, sin embargo, están condenados a entenderse.
Un apasionante libro que enlaza con otro no menos apasionante "Harem" me lo he leido en 2 días y estoy deseando que se publique ya la segunda parte para bebermelo sin parar.
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