The Economist define a Manuel Castells como “el primer filósofo importante del ciberespacio”. Con su colosal obra en tres volúmenes, La era de la información, Castells defiende que la aparición de las nuevas tecnologías provocará una nueva forma de comunicarse y, en consecuencia, una nueva estructura de las relaciones sociales que, paulatinamente, sustituirán a las anteriores formas de comunicación, incluidas algunas de las que conocemos actualmente. La característica principal de esta nueva forma de relacionarse es la ruptura con las distancias y la reorganización espacio-tiempo. La magnitud de esta premisa condiciona la extensión y la diversidad temática del libro, precisamente porque afecta a la sociedad en todos sus niveles: social, económico, político y cultural. Por ello, es lógico el correlato de esta trilogía, que se inicia con La sociedad red, pasando por el segundo volumen, titulado El poder de la identidad, hasta llegar a este Fin de Milenio, en el que se desarrolla un análisis político y socioeconómico sobre el capitalismo informacional en Asia, África y en una Europa que él denomina “El Estado red”.
Para Castells, las funciones dominantes en la era de la información se organizan a través de redes o lo que él denomina “sociedad red”. Como buen determinista tecnológico, Castells —entroncando con otros autores seguidores de esta corriente como Raymond Williams, Umberto Eco y Marshall McLuhan— considera que es la tecnología la responsable de la aparición de otras formas de relacionarse, a diferencia de las tesis que defienden los deterministas sociales, como Javier Echeverría o Erick Havelock. Si la tradición marxista y la escuela de Frankfurt habían idealizado la sociedad pre-mediática entendiendo que los medios no eran más que un instrumento de dominación masiva dirigidos por las clases dominantes como forma para preservar sus privilegios —aquello que Althusser había bautizado como “aparato ideológico del estado”— Castells contraviene estos preceptos; se aleja de esta postura apocalíptica, inclinándose por una visión más funcionalista.
Este tercer volumen es la consecuencia lógica de este proyecto, de una trilogía que constituye una aportación fundamental para entender este milenio, que nos ofrece una visión total y panorámica de nuestra era, a partir de un riguroso método que analiza aquellas claves absolutamente imprescindibles para entender la sociedad de la información y para entendernos, ya que nosotros también nos gestionamos a partir de redes, navegamos en ellas traficando con los significados. Mediante este manual, su autor nos revela cómo el mundo posmoderno, con sus instituciones, deviene una gran ventana a la que podemos acceder, si bien se halla siempre en continua transformación; las nuevas tecnologías muestran el mundo en su reproductibilidad, rompen el aura benjaminiana, ofreciendo un original cada vez distinto, una realidad en continua reformulación. El mundo, como el texto, también sufre deturpaciones, traducciones, versiones, cambios; y la tecnología se erige como el medio de aplicación para generar otros mundos posibles. Ante las complicaciones de un mundo cada vez más globalizado, se agradece la aportación de este científico social y su didáctico y lúcido análisis sobre la época en la que vivimos y en la que quizá viviremos; un siglo XXI que, según Castells, “no será una era tenebrosa, pero tampoco procurará a la mayoría de la gente las prodigalidades prometidas por la más extraordinaria revolución tecnológica de la historia. Más bien se caracterizará por una perplejidad informada”.
Esta revoluciòn es solo algo similar al cambio que se diò con la aparicion de la imprenta para la cultural oral.
ResponderEliminarSí, es cierto. Precisamente, hay partes de la obra, sobre todo del primer volumen, La sociedad red, que se vinculan mucho al libro de Peter Burke y Asia Bridges, De Gutenberg a Internet; otro libro excelente, publicado en Taurus.
ResponderEliminarEl libro fantástico. También la crítica.
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