Mondadori, Barcelona, 2006, 445 pp. 20 €
Francesc Miralles
Con motivo de esta bella edición de uno de los grandes clásicos de la novela de viajes, merece la pena revisar la piedra angular de este narrador de la Inglaterra colonial, que nació en Bombay en 1865 y alumbró, entre muchos títulos, El libro de la selva. También es autor del poema If (Si puedes mantener intacta tu firmeza / cuando todos vacilan a tu alrededor...) que tanto gusta a ciertos políticos y de frases lapidarias como «Llena cada minuto irrepetible con sesenta segundos que merezcan la pena».
Además de ser la obra más ambiciosa de Rudyard Kipling, Kim ha sido considerada ―tal vez junto con Un pasaje a la India de E.M. Forster― la novela más completa sobre la compleja sociedad hindú bajo el yugo colonial británico.
El protagonista de esta exótica peripecia es Kimball O’Hara ―Kim―, el hijo huérfano de un soldado irlandés. Este conocerá a un lama tibetano, a quien decide acompañar en la búsqueda de un río sagrado. Sin embargo, el viaje esconde una misión secreta, que será la antesala de la futura carrera de Kim en los servicios secretos.
Esta novela iniciática y de aventuras fue publicada en 1901 y desde entonces ha sido un punto de referencia para la literatura de inspiración orientalista, como el Siddhartha con el que Hermann Hesse acabó de cimentar en 1922 la idealización de la India. Quien haya visitado el subcontinente indio ―como el servidor que escribe estas líneas― habrá comprobado por sí mismo que este escenario trufado de sabios maestros, rituales sagrados, desapego e iluminación es más una creación de Occidente, la India en la que nos gusta creer, que la realidad de un país que en la época de Kipling ya tenía 250 millones de habitantes y había sido repetidamente saqueado por las potencias extranjeras.
Sin duda, Rudyard Kipling era el autor de cabecera de la arrogancia colonialista, y por eso fue definido por George Orwell como «el profeta del imperialismo británico en su fase expansionista». Y fue profeta en su continente, ya que en 1907 recibiría ―en gran parte gracias a Kim― el Premio Nobel de Literatura por su «poder de observación, originalidad de imaginación, virilidad de ideas y remarcable talento para la narración».
Y es innegable que Kipling tiene unas dotes excepcionales para hilvanar las historias que fue recogiendo desde su infancia, de la cual esta novela es en cierto modo una evocación sentimental. La búsqueda del río mítico —encarnación del grial, de la sabiduría o de la liberación— rige la segunda parte de la novela, en la que el autor británico despliega sus vivas y diáfanas descripciones:
Francesc Miralles
Con motivo de esta bella edición de uno de los grandes clásicos de la novela de viajes, merece la pena revisar la piedra angular de este narrador de la Inglaterra colonial, que nació en Bombay en 1865 y alumbró, entre muchos títulos, El libro de la selva. También es autor del poema If (Si puedes mantener intacta tu firmeza / cuando todos vacilan a tu alrededor...) que tanto gusta a ciertos políticos y de frases lapidarias como «Llena cada minuto irrepetible con sesenta segundos que merezcan la pena».
Además de ser la obra más ambiciosa de Rudyard Kipling, Kim ha sido considerada ―tal vez junto con Un pasaje a la India de E.M. Forster― la novela más completa sobre la compleja sociedad hindú bajo el yugo colonial británico.
El protagonista de esta exótica peripecia es Kimball O’Hara ―Kim―, el hijo huérfano de un soldado irlandés. Este conocerá a un lama tibetano, a quien decide acompañar en la búsqueda de un río sagrado. Sin embargo, el viaje esconde una misión secreta, que será la antesala de la futura carrera de Kim en los servicios secretos.
Esta novela iniciática y de aventuras fue publicada en 1901 y desde entonces ha sido un punto de referencia para la literatura de inspiración orientalista, como el Siddhartha con el que Hermann Hesse acabó de cimentar en 1922 la idealización de la India. Quien haya visitado el subcontinente indio ―como el servidor que escribe estas líneas― habrá comprobado por sí mismo que este escenario trufado de sabios maestros, rituales sagrados, desapego e iluminación es más una creación de Occidente, la India en la que nos gusta creer, que la realidad de un país que en la época de Kipling ya tenía 250 millones de habitantes y había sido repetidamente saqueado por las potencias extranjeras.
Sin duda, Rudyard Kipling era el autor de cabecera de la arrogancia colonialista, y por eso fue definido por George Orwell como «el profeta del imperialismo británico en su fase expansionista». Y fue profeta en su continente, ya que en 1907 recibiría ―en gran parte gracias a Kim― el Premio Nobel de Literatura por su «poder de observación, originalidad de imaginación, virilidad de ideas y remarcable talento para la narración».
Y es innegable que Kipling tiene unas dotes excepcionales para hilvanar las historias que fue recogiendo desde su infancia, de la cual esta novela es en cierto modo una evocación sentimental. La búsqueda del río mítico —encarnación del grial, de la sabiduría o de la liberación— rige la segunda parte de la novela, en la que el autor británico despliega sus vivas y diáfanas descripciones:
Día tras día fueron adentrándose cada vez más en la tortuosa ordillera, y día tras día, Kim observaba como el lama recuperaba fuerzas […] Al pasar por debajo de la gran vía de acceso hacia Mussuri se recompuso, como un anciano cazador que se encuentra con una loma conocida, y en un momento en que debería de haberse desplomado por el agotamiento, se ciñó sus largos ropajes, inspiró una profunda bocanada de aire diamantino, y echó a andar como solo sabe hacerlo un montañés.
Este no es, en cualquier caso, un libro para lectores impacientes. Pese a la abundancia de diálogos y de situaciones variopintas, la historia de Kim se desarrolla lenta y morosa como los viajes en la India de 1900. La atención que presta Kipling a los matices exóticos y a los personajes que entran y salen aletargando la línea argumental es heredera directa de la novela victoriana, cuando los aristócratas tenían todo el tiempo del mundo para leer y gozaban penetrando en ambientes «pintorescos» en los que jamás hubieran puesto el pie.
Kim es entretenimiento escapista con un plus edificante, ya que Kipling había desgranado previamente lo bueno y mejor de la espiritualidad hindú para ensanchar el horizonte del burgués que toma el té ―tal vez cosechado en Assam o Darjeeling bajo condiciones infrahumanas― en un confortable salón.
Tal vez esta obra quede un poco lejos de la actual épica viajera y literaria, pero sigue siendo un testimonio único de los orígenes de nuestra visión de Oriente como parque temático donde solazar el gastado espíritu occidental.
Kim es entretenimiento escapista con un plus edificante, ya que Kipling había desgranado previamente lo bueno y mejor de la espiritualidad hindú para ensanchar el horizonte del burgués que toma el té ―tal vez cosechado en Assam o Darjeeling bajo condiciones infrahumanas― en un confortable salón.
Tal vez esta obra quede un poco lejos de la actual épica viajera y literaria, pero sigue siendo un testimonio único de los orígenes de nuestra visión de Oriente como parque temático donde solazar el gastado espíritu occidental.
Kiplingo.
ResponderEliminarESTA "NOVELA" REALMENTE ME GUSTO.....
ResponderEliminarDEBERIAN PONER MAS INFORMACION.... !
RUDYARD KIPLING ES UN GRAN ESCRITOR!!