martes, julio 18, 2006

Puig por Puig. Imágenes de un escritor, Manuel Puig

Edición de Julia Romero. Iberoamericana-Vervuert, Madrid, 2006. 450 pp. 28 €.

Óscar Esquivias

Los últimos años parece haberse reavivado en España el interés por Manuel Puig, al menos desde el punto de vista editorial: Seix Barral ha reimpreso las obras de su catálogo y ha publicado la biografía que Suzanne Jill Levine dedicó al autor argentino. El libro que comentamos hoy viene a aportar nuevo material que, hasta ahora, era desconocido o de difícil consulta: entrevistas, artículos periodísticos, transcripciones de coloquios públicos y una breve selección de su correspondencia con alguno de sus traductores.
Puig fue un narrador extraordinario, no hará falta recordarlo, que conoció el éxito en todo el mundo (en especial, a partir de la versión cinematográfica de El beso de la mujer araña, película de la que no se sentía satisfecho pero que le proporcionó miles de lectores y gran popularidad). Manuel Puig tenía el don de la palabra, de la narración: su capacidad para crear personajes era extraordinaria, sobre todo para dotarlos de voz; pocos escritores han reproducido con tan asombrosa naturalidad y brillantez el lenguaje oral y, a través de él, la humanidad de sus personajes. Boquitas pintadas, en este aspecto (en todos, me atrevería a decir), es un libro perfecto. Yo leí la novela conmovido, con una sensación inmensa de felicidad (aunque el argumento no sea muy alegre), de plenitud, de continua sorpresa. Si alguien ama la literatura y no conoce este libro, por favor, que salga corriendo a la biblioteca más próxima: Boquitas pintadas es un tesoro.
Manuel Puig era, pues, un narrador maravilloso, pero esta excelencia no la poseía como pensador o teórico, y esto queda patente en Puig por Puig, el libro que comentamos hoy. No quiero decir con esto que sus opiniones carezcan de interés, muy al contrario: dan idea de su categoría humana y de su honradez intelectual, sobre todo por la sinceridad con la que expone sus limitaciones. Puig se reconocía incapaz para el análisis político y también para el ensayo literario (de hecho, aseguraba que no leía novelas y aconsejaba a los jóvenes escritores hacer lo mismo, pues estar pendiente de la obra de los demás podía ser contraproducente para crear la propia). En un ambiente intelectual tan ideologizado como el de finales de los años 60, cuando Puig comenzó a publicar, se entiende que autores como Vargas Llosa o Cortázar lo desdeñaran y que parte de la crítica lo considerara “una especie de Corín Tellado con mayor erotismo” (así se le describió en un periódico argentino). Puig poseía, desde luego, ciertas convicciones -algunas muy polémicas- que repetía a menudo: así, la denuncia de la censura y el autoritarismo en Argentina, país del que se exilió en 1973 (en general, aborrecía la prepotencia de la fuerza en cualquiera de sus manifestaciones); su defensa del feminismo; su esperanza en una futura sociedad socialista (expresada siempre de manera un tanto ingenua y vaga, con reparos hacia el régimen de Fidel Castro); su radical negación de que exista una identidad sexual innata en las personas (“Los homosexuales no existen, hay personas que practican actos homosexuales pero un aspecto tan banal de sus vidas no debería establecer sus identidades. La homosexualidad no existe, es un invento de la mente reaccionaria”, afirma en un artículo publicado en 1990; por supuesto, lo mismo opinaba de la heterosexualidad). Manuel Puig se apasionaba hablando de cine. Es muy emocionante leer sus recuerdos de infancia: en su pueblo, General Villegas, la pantalla grande mostraba -a través de las películas de Hollywood- un mundo completamente distinto a la realidad provinciana y machista en la que se crió Puig hasta los doce años. En aquellas películas, la belleza, la justicia y la felicidad eran posibles, los malvados siempre recibían castigo y las mujeres demostraban una personalidad y un carácter inconcebibles en la Argentina rural. Puig admiraba a las actrices que le enseñaron a soñar y que le educaron sentimentalmente: Greta Garbo, Norma Shearer, Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Ginger Rogers... De todas ellas habla con una pasión y un cariño infinitos.
Los recuerdos y opiniones de Puig sobre estos y mil asuntos más aparecen en los textos seleccionados por Julia Romero en Puig por Puig, imágenes de un escritor. Es un libro misceláneo, compuesto por aportaciones muy desiguales y algo reiterativas (hay entrevistas que -por el tono cursi que adoptan los periodistas- parecen parodias dignas, precisamente, de una novela de Puig, con conversaciones del tipo: “¿Qué es lo más importante de la vida, Manuel?” “El amor”). Junto a esto, también hay textos llenos de interés (sobre todo los firmados por el propio Puig) y multitud de datos sobre la actividad creativa del escritor. En otras palabras: es un libro para sus fans. Seguro que no somos pocos.

3 comentarios:

  1. Hace un montón de años que no leo a Manuel Puig, pero esta reseña me ha animado a volver a visitar su obra.

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  2. Ese libro lo he visto en Madrid, estuve en su presentación y realmente vale la pena. Lástima que no digan nada de los facsímiles que tiene, ni de su autora, que fue archivista durante años, o sea es material del propio archivo de Puig, que entre otras cosas, como dice el prólogo, era un coleccionador.

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  3. Hola, me parece que se saltearon también mirar que las reiteraciones tienen su por qué. Hay cosas maravillosas como el homenaje a Borges. Y qué de la autora? Según vi es argentina, pues no lo dicen! Y julia Romero hay otra española. Vamos que no es solo para fans, en los comentarios al pie habla del periodismo , los medios y la dictadura ! Por lo demás, os felicito por el blog!

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